La ignorancia, otra amenaza al futuro de África

No hay viaje al futuro sin la instrucción de niños y adolescentes; ahora en Burkina Faso, Chad, Malí y Níger, más de la mitad de todos ellos no tienen acceso a la educación, según la ONU y el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).

Tal situación empeoró en esos países de la franja eco-climática del Sahel a la vez que aumentaron las acciones perpetradas por los grupos armados extremistas de distorsionada confesión islámica.

La inseguridad es el dilema permanente y de hecho desplaza la prioridad de preparar mediante la cultura las bases para enfrentar precisamente a la ignorancia, una rémora social que acompaña al radicalismo y llega a ser tan dañino como éste.

En esa línea los analistas alertaron que en ocho estados de la zona más de 12 mil 400 colegios permanecían clausurados a finales del año lectivo 2021-2022, tendencia que podría aumentar de persistir las amenazas a maestros, alumnos y familiares.

“Durante el último año escolar, el número de planteles cerrados aumentó en un 66 por ciento sólo en la región del Sahel central, donde esos centros educativos son objetos de ataques de grupos armados o los estudiantes los abandonan por temor a la violencia”, afirmaron instituciones de Naciones Unidas.

En un mensaje por el Día Internacional para Proteger la Educación de Ataques (9 de septiembre), el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) y el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) destacaron el impacto social negativo causado por la desescolarización.

CALIDAD DEPRIMIDA

Como los niños en edad escolar, los maestros, los administradores y la infraestructura educativa son embestidas deliberadamente: los alumnos y todo el personal asociado con su enseñanza desaparecen y quienes continúan las labores lo hacen en condiciones difíciles.

“Cuando la educación es atacada, es imposible ofrecer una escolarización segura en el sentido tradicional”, se señala en www.unicef.org.

Asimismo, destaca el perjuicio causado a los educandos que temerosos dejan de asistir a los planteles y rompen los vínculos sociales con sus condiscípulos, no obstante corren el riesgo de ser reclutados en sus propias casas por grupos armados.

En muchas ocasiones la presencia de niños- soldados en los conflictos bélicos o perpetrando actos criminales se engarza con el abandono (forzado o no) de la escuela.

La huida desesperada del terrorismo salva vidas y crea una ilusión de seguridad, pero disocia al escolar de los contenidos que recibe y eso puede conducir psicológicamente a la aversión y al trauma del educando.

Además, para la franja saheliana resulta un gran desafío evitar la pérdida de una generación entera de estudiantes, cuyo futuro depende de la capacidad gubernamental para rehabilitar, reabrir y ofrecer seguridad a los colegios.

“Cada niño que no va a la escuela, cada día de aprendizaje perdido, es un ladrillo menos para construir la paz y la prosperidad en la región», acotó la directora del Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en inglés) en África Central y occidental, Maureen Magee.

BAJA ESCOLARIZACIÓN

“Los bajos porcentajes de escolarización en la enseñanza primaria de los países subsaharianos han alentado la búsqueda de soluciones a este problema que pone en peligro el futuro de millones de niños y niñas del continente”, afirman los especialistas Carlos Oya y Alberto Begué en Los retos de la educación básica en África subsahariana.

No obstante los autores reconocen que: “La consecución de una escolarización universal en primaria ha sido y es un objetivo de muchos gobiernos africanos”, aunque eso no es general, pues existen desniveles entre los Estados en la atención que le dedican a la educación.

En el semestre pasado la Unesco expuso una nueva estrategia operacional para el continente, un plan vinculado con seis proyectos y dos ejes prioritarios: la cultura de paz y el fortalecimiento de las capacidades para el desarrollo sostenible y la eliminación de la pobreza.

Todo eso incide en la capacidad de reproducción social y por consiguiente la posibilidad del mejor desarrollo del proceso educativo.

Lo anterior arrastra lastres –en el sector público y el privado- contra el desempeño integral, en un continente donde 57 millones de niños y adolescentes no reciben instrucción, según la ONU.

En la faja central del continente la situación de inseguridad le resta posibilidades de aplicación a los programas pedagógicos dirigidos a promover el acceso al conocimiento y apoyar toda la labor docente.

Se diluye la efectividad de la enseñanza, con lo cual la ignorancia le gana el lugar a la academia, consideran expertos de Naciones Unidas.

Para cambiar la disposición de las cosas y pasar a la fase denominada progreso debe comenzarse por el primer peldaño: la educación. No se puede avanzar si no hay desarrollo al respecto a criterio de la Organización.

En un mundo globalizado que marcha velozmente en la digitalización hasta de los asuntos más elementales y en la socialización técnica del conocimiento, cualquier exclusión puede ser trágica para el futuro, señalan observadores de grupos de defensa de derechos humanos.

El gran reto de la contemporaneidad africana es que no la declaren “fuera de juego” y vea postergadas sus posibilidades de unirse a la gran revolución científico-tecnológica que le abra las puertas al porvenir.

Con ese fin, deberá disponer de construcciones inclusivas capaces de resistir la violencia y también la desidia en la educación.

Eso sin evadir las particularidades de cada Estado, pero como la unión conduce a la victoria frente a las metas más difíciles, no se descarta que la acción política continental mantenga a la instrucción en el sitio adecuado para proteger desde ahora las mentes de las generaciones africanas venideras.

T/Prensa latina
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