La importancia de un “mazo” en una revolución

POR: ALBERTO ARANGUIBEL B.

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Pasarán mas de mil años, muchos mas (como acotaba el bolero), y los estudiosos del tema político no encontrarán todavía explicaciones lógicas al descalabro de la oposición venezolana, cuyo fracaso no se circunscribe únicamente a la sustancial caída en el respaldo entre su propia militancia, sino al desmantelamiento de ese entente contrarrevolucionario producto de las diferencias y desacuerdos irreconciliables entre sus integrantes, que dilapidaron de la manera mas irresponsable el mas cuantioso apoyo económico del que haya dispuesto fuerza política alguna en la historia venezolana, y el mas amplio respaldo por parte del imperio estadounidense, de toda su maquinaria de desestabilización económica y política, así como de la mas poderosa red de corporaciones mediáticas nacionales y transnacionales al servicio del gran capital.

Yon Goicoechea, precursor insigne del modelo incendiario de esa derecha neofascista que sustituyó el uso de las ideas en el debate político venezolano por la violencia y el odio descarnado hacia el prójimo, interviene esta semana en la diatriba opositora con un argumento que se suma a la infinidad de declaraciones de dirigentes opositores en ese mismo sentido, en el que sostiene que “… la MUD explotó por falta de coherencia política”. Viniendo de él, que sabe de bombas y de explosivos porque es su especialidad, la afirmación es, en este caso, toda una revelación.

Ya hace algunos años, Felipe Mujica, secretario general del partido Movimiento al Socialismo (MAS), anunciaba al país la decisión de su agrupación política de separarse de la mal llamada “mesa unitaria”, en razón de haberse reducido ese proyecto a una simple concertación de naturaleza eminentemente electorera, sin ninguna clase de contenido programático para el país.

De ahí en adelante, la pugnacidad entre la dirigencia opositora ha sido una constante de acusaciones mutuas, relegada siempre a un segundo plano por los medios de comunicación privados para privilegiar en sus titulares aquellas noticias contra el Gobierno con base en los códigos de la manipulación, la calumnia y la mentira contra el proceso revolucionario, que pudieran fomentar cada vez con mayor fuerza el odio hacia el chavismo en el que todos los opositores coincidían sin el menor problema.

El odio, que fue la única propuesta discursiva de la oposición a lo largo de mas de tres lustros, terminó revirtiéndose contra su dirigencia cuando su propia militancia comprendió que detrás de ese discurso lo único que había eran la falsedad y los intereses mezquinos e individuales de cada uno de ellos, que no tenían nada que ver con ideas de libertad o de emancipación que proclamaban, orientadas mas bien a la entrega de nuestra soberanía a cambio de unos cuantos puñados de dólares de los que solo se beneficiarían esos impostores, a costa de la muerte injusta e innecesaria de venezolanas y venezolanos en las cuales esa dirigencia opositora ha estado innegablemente comprometida.

Vislumbraba el comandante Hugo Chávez la imperiosa necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo comunicacional, sobre la base de un nuevo constructo ideológico, una nueva forma narrativa, una nueva semántica y unos códigos que no reprodujeran (como muchas veces hacemos en la Revolución) las anquilosadas formas de la comunicación burguesa que el capitalismo ideó para reforzar los valores de la alienación y el consumismo.

En todos aquellos países en los que la derecha ha retomado el poder después de la instauración de las fuerzas populares al frente del Gobierno, ya fuese mediante el uso de las armas, como en Irak, Libia, Ucrania, o por la vía de los llamados “golpes institucionales”, como en la Honduras de Zelaya, el Paraguay de Lugo o el Brasil de Dilma, e incluso a través de procesos electorales, como en la Argentina de los Kirchner, la reversión estuvo siempre marcada por el peso del medio de comunicación privado en la opinión pública.

Las atrocidades, las mentiras, las calumnias usadas por esos medios de comunicación al servicio de esos intereses mezquinos de la derecha, seguramente no tuvieron en ninguno de esos países instrumentos de contra-ataque que desmontaran eficazmente las falsedades que esas campañas de infamias urdían de manera sistemática contra las propuestas progresistas y los movimientos sociales.

Con el Mazo Dando es en la Revolución Bolivariana un avance indiscutible en la búsqueda de esa comunicación necesaria de la que habla el comandante Chávez, por varias razones.

A diferencia de la mayoría de los programas de opinión, el que conduce Diosdado Cabello reúne una serie de particularidades que explican la elevada audiencia que ha alcanzado en tan corto tiempo, tratándose, como se trata, de un programa dedicado exclusivamente al tratamiento del tema político.

En primer lugar, porque es un espacio conducido no por un intermediador del mensaje sino por un líder fundamental del proceso, Primer Vicepresidente del Partido de Gobierno, que tuvo la fortuna de haber sido formado directamente por el comandante Chávez y que tiene sobre sus hombros, junto a los del presidente Nicolás Maduro y al conjunto de la dirigencia revolucionaria, la inmensa responsabilidad de la conducción de la Revolución. La credibilidad de su razonamiento político es pues un activo de muy alto valor en esa propuesta televisiva.

Luego, porque a lo largo del programa se combinan en un muy cuidado balance las distintas secciones que lo conforman, empezando con la palabra orientadora del líder fundador del proceso, el comandante Chávez, referida siempre a la coyuntura del momento. Mas adelante la exhaustiva revisión de los titulares de la semana. Y finalmente, el desmontaje meticuloso y concienzudo de las torpezas y las perversiones de una oposición que (gracias a ese programa) queda semana tras semana al descubierto ante el país como la inepta y falsaria dirigencia política que es en realidad.

Tal como lo quiso desde siempre en su intento de acallar la difusión mediática de la palabra del comandante Chávez con su recurrente denuncia contra las “cadenas presidenciales” (que en nuestro país le corresponden al Jefe del Estado de acuerdo a la Ley de Responsabilidad en Radio, Televisión y Medios Electrónicos) la oposición venezolana ha intentado infructuosamente hacer callar a como dé lugar la voz del pueblo que expresa semanalmente Con el Mazo Dando.

Se le odia desde la derecha (como odian todos los demás programas revolucionarios orientados al desmontaje de la mentira tras la cual la oposición esconde su ineptitud y su vileza), pero también se le teme, principalmente por la fuerza de convencimiento que tienen entre la población las evidencias documentadas que su conductor presenta en el programa semana a semana. Precisamente una de sus mas sólidas virtudes es que ninguna de las denuncias hechas en Con el Mazo Dando ha sido jamás desmentida por ninguno de los señalados.

Ciertamente la Revolución Bolivariana no se sostiene por la naturaleza irrefutable de las verdades que un programa de televisión pueda decir, sino por los logros que en hechos concretos pueda haber alcanzado en inclusión social, en igualdad y justicia, en aseguramiento de un mejor nivel de vida para la población y en el ofrecimiento de una perspectiva de bienestar y progreso cada vez mas cierta para todas y todos los venezolanos, en la medida de su capacidad para enfrentar y superar los embates del capitalismo y los obstáculos que oponen la ineficiencia, la corrupción y el burocratismo en el arduo camino hacia el socialismo.

Así como tampoco es mentira que el estruendoso estallido de la oposición se debe en primer lugar a sus inconsistencias, a su persistencia en la contradicción, a su desatino en la política y a su proverbial ineptitud para conquistar a las masas a través de un desempeño responsable y decente de la política.

Pero, ¿No tiene nada que ver en ese infortunio de la derecha el poder comunicacional del programa Con el Mazo Dando?

Si alguien sostuviera que no, estaría negando el valor de la verdad como referente del sistema ético para el conjunto de la sociedad. Lo cual en Venezuela no es hoy una opción, por mucho que lo pretenda esa derecha neofascista que se empeña en erigirse sobre la infamia y la mentira.

Sería tan necio como tratar de tapar el sol con un dedo.

@SoyAranguibel
Caracas