La maleta de la alegría

A DESALAMBRAR

POR: ANA CRISTINA BRACHO

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Justo hacen ocho días del escandaloso incidente en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía en el cual se evitó la salida de 130 niños de la Patria. La escena ocurrida en Venezuela parece una re-edición de muchos capítulos orquestados o por lo menos aprovechados desde Miami contra La Habana.

De inmediato, Erika Ortega Sanoja recordó la Operación Pedro Pan que trasladó un número indefinido de niños de Cuba a Estados Unidos, cuyo destino algunas veces fue la explotación en el campo y rara vez el reencuentro familiar. La operación desarrollada por los cubanos exiliados y la Iglesia Católica logró ser ocultada bajo la idea que los niños tenían derecho a tener una vida fuera del socialismo insular.

En una época mas reciente y con mucha mas prensa podrá alguno recordar el caso de Elián González en el que la misma retórica se impuso en los grandes medios. El niño, cuya madre había muerto y cuyo padre lo reclamaba en Cuba debía permanecer con unos familiares lejanos en el extranjero como manera de protegerle de aquél tirano Gobierno.

En Venezuela, al saberse la noticia de la acción fiscal de inmediato empezó a calentarse el mundo 2.0 en el que algunos personajes señalaron que la Fiscalía General de la República mediante su acción se encontraba “truncando el derecho a la alegría” de los menores.

La alegría es entonces ese sentimiento o virtud que ha migrado de Venezuela. La gente que vive aquí no tiene derecho a ella o para tenerla tiene que armar sus maletas.

¿Hacia dónde? ¿A hacer qué? ¿Qué es la alegría, la felicidad o el progreso? Los venezolanos estamos siendo señalados con los mismos argumentos con los que se vetó a los nuevos judíos en la crisis de los años 20 y 30. Somos los chivos expiatorios a los cuales culpar de las crisis sociales y económicas, aquella especie de cáncer al que hay que cerrar las puertas según el Sr. Julio Borges y que deben deportarse masivamente según las autoridades panameñas.

La alegría de la vida es la destinataria de las sanciones internacionales que arrasan la normalidad y trasladan el imaginario de una juventud que debería entenderse en la batalla por su Bandera, por la ebullición de su fuerza creadora que puede sembrar, construir e inventar las cosas que faltan.

La alegría es ver la vida de una forma simple que nos permita darle soluciones sencillas a los problemas mas complejos que nos aquejan y nos libren mas por voluntad que mediante legislación de la burocracia que nos corrompe y separa.

Por eso quieren robarnos la alegría y mantenernos adormilados, sentados viendo el mundo desde el Twitter creyendo que con cuatro likes se llena una encuesta.

Hay personajes de izquierda y de derecha que están cayendo heridos de estas balas que dan como únicas opciones partir o rendirnos pero esto no llega a la Venezuela profunda, esa que para algunos no existe, donde las vacas siguen dando leche a quienes le cantan, el maíz se pila a risa limpia o los chamos andan jugando con tapitas o chapitas esa que es la verdadera esencia de un pueblo que es salsa, caribe y parranda.

Al final, ahora quizás, muchos entendemos mejor porque Mario Benedetti, que sobrevivió varias dictaduras nos aleccionaba que la alegría hay que defenderla como una trinchera, como la vida misma.

@anicrisbracho
Maracaibo / Edo. Zulia