La terquedad por la paz

A DESALAMBRAR

POR: ANA CRISTINA BRACHO

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Desde la Constitución de 1811, existe en Venezuela un régimen que limita las relaciones de los individuos en funciones de Estado con las naciones extranjeras. Esta regla, a modo de cuidado celoso, se funda en el deber de proteger la soberanía y la integridad territorial.

Con esta afirmación, pacífica en la historia constitucional, podemos ver el carácter jurídico del llamado a intentar que los problemas nacionales se resuelvan entre los venezolanos. Lamentablemente, algunos sujetos políticos en vez de ser voceros de una fracción del pueblo actúa en cierto modo como caja de resonancia de directrices externas, lo que les lleva a celebrar e incluso a solicitar actos que buscan asfixiar un país.

Ahora bien, una vez que a través de la aventura de solicitar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana fueron naturalizando en la opinión pública el abierto rechazo a la Constitución y la supuesta primacía de instrumentos internacionales, cualesquiera que sean, queremos valorar el presente desde una óptica superior a la de la violación del régimen de protección de la Nación en las relaciones, en especial en los acuerdos y en los honores, con los extranjeros.

Hemos decidido entonces destinar las próximas líneas a un tema fundamental para el país y es el de la paz. Para Howard Zinn, la paz es un imperativo moral y en la óptica que queremos abordarla en el día de hoy es un mandamiento que han impuesto las distintas religiones. Nosotros, que somos mayoritariamente cristianos, la vemos desde el Antiguo Testamento, donde se llama shalom que viene el vocablo shalam que significa estar completo, restituir o pagar.

Entonces, podríamos decir que solo en paz estaríamos completos y quizás de allí devenga que en el Nuevo Testamento, en los fundamentales capítulos posteriores a la resurrección de Cristo, Jesús regresó y según cuenta Lucas se puso entre sus discípulos y les dejó su paz.

Sería entonces la paz la única manera de ser y, además, un regalo gozoso de Dios. La cual tiene valoraciones similares en otras religiones que en su conjunto, reunidas como fibra moral de la humanidad, han determinado que la paz sería uno de esos conceptos multifacéticos en tanto es un deber de todos, una finalidad del Estado y un derecho que es a la vez individual y colectivo.

Por ende, parece que no podemos regalarle la paz a las miserias de nuestros enemigos. No podemos permitir que se imponga una guerra.

Siendo como es el caso que la gran promesa de la Asamblea Nacional Constituyente sería que esta se constituiría en el instrumento de la paz, pienso que algunas reflexiones son imperativas. La primera y mas difícil es cómo lograr la paz porque como propósito del alma, después de estar en concordia con uno mismo hay que empezar a transitar, hasta la terquedad, el camino para estar en armonía con el otro.

Si este es nuestro propósito la actividad constituyente debe seguir el camino del abrazo de los que no han querido encontrarse con nosotros. La tarea requiere un esfuerzo tan notable como el de la hora de la Independencia, donde se estableció el deber de los Patriotas de respetar la dignidad de los realistas y una primera Constitución que, centrada en un nuevo orden público, quería preservar el mayor respeto posible por los sujetos y su ámbito privado.

Por eso pienso que son dos los debates constituyentes que han de darse en este país en todas las esquinas, permitiendo espacios alternativos como para votar se usó la contingencia electoral, donde se construya una noción de paz y una de justicia en las que todos quepan.

Pues con razón hemos dicho que para alcanzar la paz antes será necesaria la justicia y es verdad, la justicia ha de ser pero la paz no se logra solo con justicia sino hay vocación para ella, convicción y como quisimos llamarla para este texto, terquedad.

anacristinabracho@gmail.com
Caracas