«Una vez, le dije a uno de mis clientes que me ayudase porque me obligaban a prostituirme, pero él se lo dijo a mi madame, que después me castigó». Es la voz de Erin, una superviviente de trata que consiguió escapar de sus explotadores. Una de las valientes mujeres que ha tenido el coraje de contar su historia para hacer visible la atroz violencia que sufrieron día a día más de 4,5 millones de mujeres en el mundo el año pasado. Pero no todas corren la misma suerte.

El patriarcado tiene múltiples formas de manifestarse y la mayoría de ellas son muy sutiles. La trata de mujeres es sólo una forma de violencia contra las mujeres, como señala Gloria Poyatos, presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas de España. Todas, una creación de las periodistas Helena Maleno , Lydiette Carrión, Patricia Simón, Mónica G. Prieto y la mencionada magistrada, es una recopilación de crónicas de violencia contra las mujeres. En este libro, las autoras denuncian desde distintas perspectivas el hecho de que más de la mitad de la población se encuentre amenazada por la simple condición de haber nacido mujer.

«Muchas de ellas encuentran en el suicidio su única salida», apunta Poyatos. Este fue el final de Mariana Lima, otra de las voces víctimas de violencia de género que aparecen en la obra. Uno de los incontables casos en los que el suicidio, como señala Lydiette Carrión, se usa como un recurso popular para encubrir feminicidios. Su madre Irinea, convencida de que su marido había cumplido con sus amenazas de acabar con ella aunque fuera sin llegar a las manos, no cesó su lucha hasta que llevó el caso a la Suprema Corte de Justicia y recurrió la sentencia cada vez que esta institución le daba la espalda. Pero la justicia continuó empeñándose en que la joven se suicidó y que no había nada más detrás.

O como ocurrió con Ángela González, cuando la Justicia hizo caso omiso de las más de 50 denuncias que presentó contra su expareja, y éste terminó asesinando a la hija que tenían en común con un disparo en la cabeza. Tenía sólo siete años.

A este tipo de evidencias se refiere la magistrada cuando denuncia que la justicia se deja influir por los estereotipos que recaen sobre la mujer, «mentirosa y manipuladora», fomentando su total discriminación en las democracias del siglo XXI, y que a menudo las víctimas son retratadas como cómplices de su propia desgracia. Como ha ocurrido recientemente en el caso de La Manada, en el que el juez aceptó como prueba un informe que elaboró un detective contratado por uno de los acusados para demostrar que la víctima de la violación múltiple podía llevar «una vida normal» pese a la agresión y utilizarlo como defensa. Posteriormente, fue retirado. «La violencia sexual no acabará hasta que la vergüenza social recaiga sobre los violadores y no sobre las víctimas», destaca la magistrada.

LA CULTURA DE LA IGUALDAD SIMULADA

A pesar de que las mujeres representan el 52,4% de la carrera judicial y desde que en 1977 Josefina Trigueros se convirtiera en la primera mujer jueza, sólo 77 integrantes de la cúpula judicial tienen nombre femenino. El techo de cristal, la brecha salarial y la escasa representación de la mujer en las instituciones y reconocimientos públicos son sólo algunas evidencias de la discriminación que continúa sufriendo la mujer en materia de igualdad.

«Vivimos en una cultura de la igualdad simulada», denuncia Gloria Poyatos, que también aprovecha para destacar la falta de voluntad de nuestros políticos de cara a poner en práctica soluciones efectivas. De ahí nace este libro, de las visiones de cuatro mujeres expertas en humanidad que pretenden, a través de la voz de víctimas de violencia machista y sus testimonios, «remover conciencias». Y de hacer ver a la sociedad que cualquier mujer es susceptible de sufrir este tipo de violencia, a pesar de que la pobreza y la falta de autonomía económica incrementen la vulnerabilidad. «La cultura no inmuniza», destacan las periodistas.

La esclavitud sexual, la explotación laboral, los asesinatos por violencia de género y la discriminación de la mujer son los temas principales de esta obra, explicadas desde la visión de estas autoras.

Las cinco escritoras coinciden en una única solución: la educación. Una educación de la sociedad, que sea consciente de que «las mujeres son el problema, pero no lo crean», apunta Poyatos. Una sociedad que proclama que «un hombre puede ser buen padre a pesar de ser un maltratador de mujeres», o que sitúa a España en el primer puesto entre los países que pagan por sexo.

«No podemos promulgar que existe igualdad en un país que cosifica a la mujer en cada anuncio, que difunde en la RAE que la mujer es el sexo débil y cuyos hijos utilizan como herramienta libros de texto donde no hay ni rastro de mujeres», concluyen.

F/Publico.es
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