La vuelta a Latinoamérica en 12 meses (parte I)

No tendremos en este escrito los clásicos 12 sucesos del año en la región, mes por mes, que recogen los clásicos resúmenes informativos. Acá haremos un repaso de algunos hechos que marcaron a la región durante el año de forma transversal, ya que se trató de un año atípico, no por cliché, sino porque 2020 estuvo signado por una pandemia, la más grave en los últimos 80 años para la humanidad.

La pandemia del nuevo coronavirus trastocó la vida del mundo y tuvo, y aún tiene, en Latinoamérica uno de sus principales epicentros con millones de personas contagiadas y decenas de miles de víctimas fatales. Una pandemia también económica para una región que ya venía arrastrando síntomas de recesión y de errores en el sistema.

Latinoamérica quizás esté perdiendo la década que ganó en la batalla contra la pobreza y eso seguramente tendrá también profundas consecuencias en lo político y social. No hay desenlace cierto para la tragedia sanitaria, manejada en algunos países mucho mejor que en otros, pero con graves alteraciones en lo económico para todos.

Pandemia: crisis sanitaria y económica

Entre febrero y marzo se empezaron a detectar en América Latina los primeros casos positivos de Covid-19, la pandemia que cambió la vida de todos durante el año 2020. Ante la poca unidad de criterios y de cooperación de algunos gobiernos de la región, América Latina reemplazó rápidamente a Europa como el epicentro de la crisis sanitaria.

El neoliberalismo en varios de nuestros países había desmantelado por años el sistema sanitario, en otros había muy poco que desmantelar. A ello se sumó la desquiciada actitud de gobiernos a los que poco les importó cumplir con los protocolos y normas de prevención sugeridas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Rápidamente Brasil, Perú, Chile y Ecuador se colocaron a la cabeza del ranking negativo de la crisis. Fosas comunes, cadáveres en las calles y centros de salud colapsados fueron el escenario común. La carencia de coordinación en la región, con organismos de integración limitados y hasta destruidos por la oleada de gobiernos de derecha, provocó que la situación se multiplicara en el continente. Las excepciones a esta situación fueron Venezuela, Cuba, Nicaragua y Uruguay.

Hasta el 11 de diciembre de 2020, se habían registrado un total de 13.820.591 casos de Covid-19 en América Latina y el Caribe. Brasil lidera la lista con más de 6,7 millones de casos confirmados. Argentina se ubica en segundo lugar, con alrededor de 1,48 millones de infectados. México, por su parte, ha registrado un total de 1.217.126 casos.

Para la fecha citada anteriormente la lista de fallecidos en la región superaba los 380.000. Casi la mitad de los decesos ocurrieron en Brasil, con una cifra exacta de 179.765 fallecidos, seguido de México con 112.326 muertes por coronavirus. Argentina acumulaba poco más de 40.000 víctimas fatales y Colombia superaba las 38.000 muertes.

En lo económico las cifras también son devastadoras. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que la contracción en la región será de 5,5%.

El país con mayor retroceso estimado es Venezuela con -18%. Acá evidentemente hay que hacer la acotación sobre la situación de bloqueo y sistemático asedio económico y financiero que sufre el país desde hace cuatro años. Luego se ubican Argentina y México con -6,5%. Brasil, la economía más grande de la región, retrocederá para fin de año en 5,2%.

Con algunas variantes y pocas excepciones, la recuperación del crecimiento y del crecimiento con justicia social será un enorme desafío para América Latina y el Caribe. Aún hay pandemia por delante y por tanto necesidad de que se apliquen responsables medidas de prevención, que evidentemente impactan en lo económico.

Perú: vacarlos a todos

En noviembre, Perú vivió un proceso de gran convulsión política luego de que el Congreso de la nación andina destituyera al presidente Martín Vizcarra. En menos de siete días el país tuvo tres presidentes distintos.

El propio Vizcarra tampoco había sido el electo por los peruanos ya que también pasó a ocupar la Presidencia luego de que el parlamento destituyera también mediante el mecanismo de vacancia al mandatario electo Pedro Pablo Kuczynski.

La corrupción es el signo común para casi todos los gobiernos peruanos de las últimas tres décadas: casi todos los expresidentes han sido procesados judicialmente o se encuentran prófugos de la justicia.

La destitución de Vizcarra, sin embargo, marcó el despertar de un pueblo que no defendía al depuesto Mandatario, sino que exigía al Congreso respeto y que detuvieran el juego de intereses grupales. Dos jóvenes fueron asesinados por la policía durante las multitudinarias manifestaciones que marcaron al país, esto provocó la renuncia del mandatario interino designado por el legislativo, el derechista Manuel Merino.

“Ya no hay nada más que esperar de esta clase política que está podrida. Solo la ciudadanía organizada y movilizada podrá recuperar la democracia y poner por delante la vida y la dignidad de la gente. #VacarlosATodos”, este es el menaje divulgado por la lideresa de la izquierda peruana y candidata presidencial Verónika Mendoza.

En cuatro meses los peruanos concurrirán a las urnas electorales para elegir, mediante el sistema de doble vuelta electoral, a quien dirigirá los destinos de la nación. La propuesta de una asamblea constituyente que haga una sustancial reforma de las instituciones y redacte una nueva Constitución es, según las encuestas, una de las aspiraciones de las mayorías.

En el horizonte dos candidatos despuntan: el independiente de derecha George Forsyth y la izquierdista Verónika Mendoza. Falta mucho camino por recorrer y los sondeos resaltan el desánimo de los peruanos frente a su clase política tradicional. Un nuevo Perú puede estar por nacer.

Chile: por la Constituyente

Después de meses de protestas, el pueblo chileno festejó por todo lo alto la aprobación, mediante plebiscito realizado el 25 de octubre, de una “convención constituyente” que redactará una nueva Constitución y enterrará la Carta Magna heredada de la sanguinaria dictadura de Augusto Pinochet.

Sin tener todas las condiciones que reclamaba el pueblo en la rebelión social que se inició con jóvenes de secundaria que manifestaban contra el alza de los pasajes en el metro de Santiago, el proceso constituyente logró avanzar ante la hegemonía mediática de la derecha y los reiterados intentos del Gobierno de Sebastián Piñera por manipular el proceso.

Era frágil el relato de Chile como país del primer mundo que no necesitaba ni siquiera de las relaciones con sus vecinos de América del Sur para construir su desarrollo porque tenía un modelo económico exitoso, que más bien los otros debían imitar para poder surgir.

La convención constituyente se elegirá el 11 de abril de 2021 y se desarrollará en conjunto con los comicios de gobernadores y concejales. El plazo de trabajo del organismo será de nueve meses, con una posibilidad de prórroga de tres meses más.

En la Convención cada artículo se deberá aprobar con el voto de 2/3 de sus integrantes, es decir se requerirá de un altísimo nivel de consenso y la minoría tendría en la práctica derecho a veto. Si logran construir el nuevo texto constitucional, este deberá ser refrendado en otro plebiscito en el que el voto de todos los ciudadanos es obligatorio.

Hay que conocer también cómo se mueve el escenario de las elecciones presidenciales en Chile, que se deberán efectuar en noviembre de 2021, para tenerlo como termómetro de qué podrá pasar en la Convención Constituyente. Al nuevo mandatario prácticamente le tocará asumir el gobierno en coincidencia con el final del trabajo de la Convención, si es que como advertíamos antes logran construir un texto constitucional.

Actualmente, y a pesar de ser sorpresivo y poco publicitado fuera del país, es un militante del Partido Comunista de Chile el que lidera la mayoría de las encuestas, se trata del alcalde Daniel Jadue. Muy cercano a él se encuentra el pinochetista disfrazado Joaquín Lavín. Como dice la canción de campaña de Allende, será el pueblo el que construya un Chile muy diferente.

Guatemala: despertar y porvenir

La Guatemala avasallada por siglos por las élites, la Guatemala de la paz inconclusa, tuvo este año un despertar. A mediados de noviembre, los guatemaltecos coparon las calles para exigir la derogatoria de una ley de presupuesto aprobada en el Congreso que estipulaba extensos recortes en las partidas de inversión social.

En las manifestaciones también se exigía la renuncia del presidente y empresario Alejandro Giammattei, quien en su tercer intento logró convertirse en presidente en comicios con una abstención del 61%. Sí, leyeron bien, apenas votó el 39 por ciento de los guatemaltecos y entre este grupo Giammattei obtuvo el 52 por ciento de los sufragios en una segunda vuelta.

Con Giammattei se inició una etapa de recrudecimiento de las políticas neoliberales y de “mano dura”, escudadas en el presunto combate contra la delincuencia y el narcotráfico.

En Guatemala el 60% de la población vive en la pobreza, pero el Gobierno se dio el contradictorio lujo de presentar un presupuesto que contemplaba hasta la supresión de fondos para atender la situación de familias en pobreza extrema y a la población en riesgo de desnutrición. Recortes a las inversiones en salud y educación.

En horas previas a las manifestaciones, el vicepresidente de Guatemala, Guillermo Castillo, había solicitado al Jefe de Estado la dimisión conjunta a sus cargos.

Los guatemaltecos se anotaron una victoria. En la madrugada del 23 de noviembre, la junta directiva del Congreso de Guatemala anunció que había suspendido el trámite del decreto de presupuesto que había aprobado días antes.

Cuatro días después los parlamentarios anularon definitivamente la ley de presupuesto. Además dejaron sin efecto la aprobación de dos préstamos por 600 millones de dólares previstos por el Ejecutivo.

Este relato no está finalizado, el descontento del pueblo guatemalteco tiene todas las probabilidades de crecer ante un gobierno fundamentalista neoliberal y un Congreso ajeno a los intereses de las grandes mayorías.

Ecuador: otra oportunidad

En poco más de tres meses, Ecuador concurrirá a elecciones presidenciales tras un 2020 de conmoción social, política y económica. Pese a enormes esfuerzos por impedirlo, las organizaciones que se agrupan bajo el liderazgo del expresidente Correa lograron mantener en pie la candidatura de Andrés Arauz, quien se ha convertido en líder en intención de voto en el país.

No fue fácil el camino en un Ecuador que durante el mes de mayo fue también escenario de grandes protestas populares contra el nuevo intento del Gobierno de Lenín Moreno de imponer un paquetazo neoliberal.

En octubre de 2019, las movilizaciones populares habían logrado que Moreno diera marcha atrás en el paquetazo. Sin embargo, mediante medidas más aisladas, el Gobierno de Ecuador fue tejiendo un presente más hipotecado para el país, con más recortes y con un manejo irresponsable de la pandemia del Covid-19.

El excanciller Rafael Patiño señaló en una entrevista ofrecida el año pasado que las fuerzas progresistas hubiesen preferido perder las elecciones antes que lo ocurrido con “un traidor de dentro de sus propias filas”. Moreno había acabado con todo.

Hoy, un Ecuador en pedazos, devastado por la pandemia de Covid-19, sometido al retorno de las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y las conveniencias del puñado de familias de banqueros y bananeros «dueños» por décadas del país, afronta una nueva carrera electoral hacia unos comicios que deberían efectuarse en febrero de 2021.

T/ Chevige González Marcó
F/ Archivo CO
Caracas