Las caras de Luisa Ortega Díaz (I): El largo camino hasta el adiós

TEMÁTICA:

POR: JIMMY LÓPEZ MORILLO

_______________________________________________________________________

“Se ven las caras / pero nunca el corazón”
Rubén
Blades

***

Durante largos años, desde el momento en el cual asumiera la titularidad del Ministerio Público en diciembre de 2007, Luisa Ortega Díaz se convirtió en uno de los blancos preferidos de la oposición venezolana, para quienes era “prueba” de que en Venezuela “no existe independencia de poderes”.

Todo varió radicalmente el 31 de marzo de 2017. Sus sísmicas declaraciones ofrecidas desde la sede de la Fiscalía en parque Carabobo, asegurando que se estaba rompiendo “el hilo constitucional” con las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, en las cuales este organismo asumía algunas de las funciones de la Asamblea Nacional en desacato, la llevaron a convertirse en una suerte de heroína de nuevo cuño en predios de la plaza Altamira y territorios conexos, ferozmente antichavistas.

Tras su pronunciamiento, se desataron toda clase de especulaciones a través de los medios y redes digitales, algunas incluso vociferando la pronta caída del rrrégimen, tras la presunta deserción de una de sus más conspicuas aliadas, mientras el presidente de la república, Nicolás Maduro Moros, convocaba a una reunión del Consejo de Defensa de la Nación. Ortega Díaz, no acudió.

Entrada la noche, sostuvo una reunión con el Primer Mandatario, de la cual salieron unas pétreas gráficas, sin ninguna declaración relevante. El cielo parecía encapotarse.

De aquí para allá

En enero de 2014, la dirigencia opositora más radical, encabezada entre otros por María Corina Machado y Leopoldo López, anunció la estrategia para derrocar a Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana. La acción golpista fue denominada “La Salida”.

El 12 de febrero -cuando en nuestro país se celebra el Día de la Juventud para honrar la gesta heroica de José Félix Ribas y un grupo de muchachos en la población de La Victoria, en 1812, durante la guerra de la independencia-, los opositores iniciaron una ofensiva en la que remachaban la excusa de “liberar al país de la dictadura”, eufemismo con el cual no han dejado de escudar sus pretensiones de convertirnos en colonia estadounidense.

Ese día, con una virulencia poco conocida hasta entonces, sometieron al asedio la sede del Ministerio Público, cuya titular era la entonces vilipendiada, ultrajada, injuriada, Luisa Ortega Díaz. Mientras los desmanes y destrozos se sucedían y multiplicaban, la entonces estudiante y hoy diputada Gaby Arellano, arengaba a las masas ensoberbecidas por la impunidad con la que actuaban: “¡Corrupta!”, le gritaba a la entonces Fiscal, ante el festín mediático del momento.

Fue el inicio de un baño de sangre, desatado bajo el nombre redimensionado de lo que en nuestros juegos infantiles conocíamos como guarimbas, ahora con un macabro significado. Más de 40 muertos quedaron regados en los caminos de la patria, centenares de heridos, millonarias pérdidas en daños materiales y, como colofón, la prisión del principal cabecilla de aquella orgía sediciosa, Leopoldo López, sentenciado luego, a más de 13 años de prisión, tras ser imputado por los delitos de incendio de edificio público, daños a la propiedad pública, instigación a delinquir y delito de asociación para la delincuencia organizada.

Una de las villanas para los sectores de oposición, era Ortega Díaz, y contra ella se enfilaron todos los fuegos de la ira derechista, muy aficionada, como se sabe, a los desmanes ígneos.

Poco más de tres años después, la situación varió considerablemente, luego de aquella declaración del 31 de marzo pasado, aunque a decir verdad, su posición en las primeras de cambio fue recibida con escepticismo y hasta rechazo. “¡Es una estrategia madurista -chillaban por las redes y medios-, para disfrazar que los poderes públicos están en manos del Gobierno!”.

Sin embargo, para el día siguiente estaban convocadas por la dirigencia opositora una serie de manifestaciones “en respaldo a la valiente actitud de la Fiscal General de la República” -¿Casualidad?-, dándose así inicio a la que ha sido la etapa más violenta de Venezuela en el siglo XXI, dejando como saldo en cuatro meses, más de centenar y medio de vidas truncadas en las calles y caminos de esta cuna de Bolívar y Chávez.

Una de las protagonistas de este tétrico reparto, con aquella declaración del 31 de marzo y otras que le siguieron, era Luisa Ortega Díaz, quien así había iniciado la fase final del largo camino de su adiós.