Las caras de Luisa Ortega Díaz (III): Las variantes de una exmilitante

TEMÁTICA

POR: JIMMY LÓPEZ MORILLO

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“Sentémonos a pensar/ la vida ha de continuar/
fingiendo amor donde no hay”

Roberto Roena

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Por obvias razones, aquel viernes 31 de marzo ha de ser inolvidable tanto para Luisa Ortega Díaz como para quienes de una u otra manera han seguido su tránsito político, institucional. La fecha marca un antes y un después en su carrera.

No obstante, su posición –reafirmada posteriormente con acciones en las cuales se alió con la directiva de la Asamblea Nacional en desacato mientras se enfrentaba al resto de los poderes públicos- no sorprendió en diversos sectores de la militancia de izquierda dura. Incluso, a comienzos de 2016, el editor de un conocido portal digital nos adelantó que Ortega Díaz “se voltearía” en cualquier momento.

De hecho, en su semanario Las Verdades de Miguel, el periodista Miguel Salazar, una o dos semanas antes de su pronunciamiento, había adelantado que la máxima autoridad de uno de los poderes públicos presentaría su Memoria y Cuenta ante la AN. No lo hizo así la entonces fiscal, pero tampoco acudió al TSJ –como sí lo hicieron el Presidente de la República, el contralor general y el defensor del pueblo. Optó por dirigirse al país desde la sede del Ministerio Público, con su explosiva declaración, literalmente hablando, como lo demostrarían los acontecimientos de los siguientes cuatro meses.

El antes y el después

Desde sus tiempos de militancia en Ruptura, todo iría cambiando para ella, especialmente luego de ser designada fiscal general de la República, en diciembre de 2017. “No creo que eso (su cambio de postura) haya sido de un día para otro. Eso fue premeditado. Pienso que se desclasó”, reflexiona ahora una de sus viejas compañeras de militancias revolucionarias en tierras maracayeras, hoy una docente que solicitó mantener su nombre en reserva.

“Luisa hizo una razzia durísima en el 2008 y despidió a todos los abogados fiscales que eran camaradas, comprometidos y militantes con el proceso. Conocí bien eso, porque botaron a gente que militó conmigo a finales de los 70. En esa oportunidad yo lo denuncié y nadie me paró bola”, comentó para este trabajo el colega Rafael Rodríguez Olmos.

Muy bien, Luisa. Aplaude Julio Borges.

Sus variantes incluyeron la adopción de gustos exquisitos, de acuerdo con uno de sus antiguos jefes de prensa: “No tomaba café porque decía que era para la plebe, solo chocolate. Únicamente consumía agua Evián, y más de uno de los trabajadores o trabajadoras de Protocolo fueron despedidos por llevarle una marca distinta. Tenía un instructor personal de yoga, que acudía a las 6 de la mañana, tres veces por semana, al pent house de la sede de la Fiscalía. Obsesiva con la forma de vestir, jamás utilizó el color rojo. Era déspota con el personal, e inclusive pasaba meses sin hablarles a algunos de sus directores. A un fotógrafo lo botó porque cometió un error de ortografía al identificar un CD”.

A propósito de su cambio radical, otro colega, Clodovaldo Hernández, hizo para la revista Épale Caracas una comparación entre la fiscal a la que entrevistara en julio de 2013 y la persona que se revelara a partir del último día de marzo de 2017. He aquí un par de extractos: “En julio de 2013 tuve el placer de entrevistar, para el diario Ciudad CCS, a la fiscal general Luisa Ortega Díaz. Lo del placer no es una frase hecha: estuve frente a una persona amable, dinámica y firme. Además, nos brindó a la fotógrafa, Yrleana Gómez, y a mí, torta de chocolate con una taza de chocolate caliente, un auténtico y delicioso exceso”.

“En la entrevista achocolatada de 2013, le pregunté a la doctora Ortega acerca de la afirmación que había hecho el excandidato Henrique Capriles de que ningún caso del 15 de abril de ese año (la descarga de la calentera) tuvo móvil político. La fiscal respondió: “Veamos ejemplos: un conductor de camión arremetió contra una concentración que celebraba el triunfo del presidente Maduro. Hubo once heridos y dos muertos, ambos niños. Están los casos de La Limonera y Cumanacoa. En total, hubo nueve fallecidos y 107 lesionados, algunos graves”.

“En las manifestaciones de este año, que ya se aproximan a los tres meses de duración, la fiscal ha asumido una postura muy caprilista respecto a la responsabilidad de manifestantes, incluso en crímenes tan horrendos como el de Orlando Figuera, golpeado, apuñalado, bañado en gasolina y quemado en plena calle. El Ministerio Público se apresuró a declarar que no iba a ser tratado como un crimen de odio, sino como el resultado de una vieja rencilla de la víctima con alguien que andaba por ahí. En cambio, la fiscal tiene muy claro el tipo de imputación que se hará contra los funcionarios públicos responsables de otras muertes. Concretamente, en el caso del adolescente Fabián Urbina, dijo, en un programa de radio”:

Diógenes Carrillo, otro respetado periodista, sostiene desde hace tiempo que “no existe talanquera y por lo tanto, no hay saltos. Quien se va al otro bando es porque nunca estuvo en este”.

Si Luisa Ortega Díaz estuvo o no estuvo, tal vez solo ella lo sabe. Los hechos que protagonizó desde ese 31 de marzo parecen darle la razón a quienes dudaban de ella.