Lecciones latinoamericanas de democracia: Cuba, Bolivia y Venezuela

POR: CARLOS MARTÍNEZ

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Los imperios del mundo siempre han enfrentado sus crisis económicas echando mano a sus colonias. Inglaterra, Francia, Estados Unidos, cada vez que enfrentaron problemas, para solucionarlos, lo que hicieron fue poner el pie un poco más fuerte encima de África, América o Asia. Y así construyeron una democracia propia de ellos. Democracias liberales y de élites, donde las decisiones las toman los mismos pocos de siempre.

Pero Latinoamérica –el continente más desigual del planeta– solo se tiene a sí misma, y sus países han debido aprender a valerse por sí mismos para inventar una democracia nueva y distinta. Y la identidad de nuestra democracia es que acá lo justo es el bienestar del pueblo. La década progresista latinoamericana es un gran ejemplo de las virtudes –pero también de las inocencias– de nuestra democracia latinoamericana. Fidel y Raúl, por supuesto que Hugo, también Lula y Dilma, Evo, Néstor y Cristina, Rafael, José. Todos ellos, todos nosotros, fuimos grandes líderes latinoamericanos, que supimos llegar al poder solo con una misión: hacer lo mejor para nuestro pueblo. La pobreza y la desigualdad la disminuimos como era inimaginable solo unas décadas antes. Hicimos del continente un dispositivo de esperanza y justicia social. Lo que soñó con su muerte Allende, una revolución socialista en democracia, lo conseguimos 30 años más tarde en Latinoamérica.

Y qué pasó. Lo mismo que en Chile. Los intereses internacionales, los poderes fácticos y los mismos pocos de siempre, fueron desmontando las democracias populares una a una. Orquestados los medios de comunicación y los fiscales, supieron inventarles corrupción y mancilla a nuestros líderes y ensuciar nuestros logros. Judicializaron la política y usaron la palabra no para crear la realidad, sino para ocultarla. A Dilma le hicieron un golpe de Estado, Lula y Jorge Glas son hoy hombres inocentes encarcelados, Correa fue apartado con triquiñuelas y Latinoamérica terminó convertida en una continua trama de poderes fácticos metidos en política. Acusaciones sin pruebas, filtraciones, delaciones compensadas. Mentiras tras mentiras.

Pero acá estamos, Cuba, Bolivia y Venezuela, demostrando a Latinoamérica y al mundo que otra democracia es posible. Que otra forma de hacer política es posible, y que no hay otra forma de hacer justicia que hacer lo que es bueno para la gente. En Latinoamérica aprendimos que si dejamos la democracia en las manos de los mismos pocos de siempre nos van a vender, de nuevo, el país de pedazo en pedacito. Y aprendimos que la derecha y las élites prefieren hacer política a través de los poderes fácticos (fiscales y periodistas) que de los partidos políticos.

Por eso, Cuba, Bolivia y Venezuela somos hoy una lección de resistencia y democracia popular latinoamericana. Somos también una lección de hermandad patriótica, porque en Latinoamérica la democracia también es bolivariana. Y por eso, mi llamado es a los pueblos latinoamericanos a defender, a resistir, pero también a avanzar en la conquista de una democracia latinoamericana de justicia y popular.