Llamado para una nueva humanidad

Por: Marcelo Barros

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Nadie se da vida a sí mismo. Todos recibimos la vida de nuestros padres. Si la vida es siempre donada de un ser a otro, es dada para ser desarrollada. Nadie nace de una vez por todas. Hannah Arendt y María Zambrano, filósofas del siglo XX, afirmaban: …El nacimiento es solo el comienzo de un proceso que consiste en nacimientos constantes. Vivir es renacer continuamente, como renace la aurora de cada nuevo día.

La transformación interior de las personas no puede ser apartada de la tarea de cambiar a la sociedad. Esto solo funciona si la parte sana de los movimientos sociales luchan contra estructuras que van más allá de la voluntad de las personas y la dimensión personal se articula con la social.

Esto ha sido siempre lo que todas las religiones y caminos espirituales acogen como vocación divina. Conforme a la mayoría de las tradiciones, es el Espíritu de Dios en nosotros el que nos llama permanentemente a una renovación total de lo más íntimo de nuestro ser y también a la transformación del mundo.

Esto es lo que el Cristianismo se dispone a celebrar en la Navidad. Los antiguos pastores de las Iglesias cristianas afirmaban: «…En la Navidad, el Espíritu de Dios se manifestó en el hombre Jesús, para que el ser humano se hiciera divino». Esto significa que para los cristianos no es solo Jesús que se parece a Dios (el Padre). Es Dios quien se presenta a nosotros, parecido a Jesús, persona humana como cualquiera de nosotros. Esto nos lleva a asumir más y mejor nuestra realidad humana. Dios nos ama como somos.

Como la vida es un constante proceso de renovación interior, estamos llamados a transformarnos y madurar permanentemente, pero sin que eso nos lleve a luchar contra nosotros mismos. Solo seremos capaces de convivir con los demás y comprenderlos, si aprendemos a convivir mejor con nosotros mismos.

En un mundo, en el cual muchos eligen como camino de organización social propuestas de intolerancia y violencia, más aún que antes, el diálogo será nuestra profecía. No nos cansaremos de afirmar nuestra opción por la vida de la humanidad y del planeta.

No dejaremos de combatir las desigualdades sociales y las injusticias. Estaremos siempre del lado de los indios, negros y de todas las minorías sociales y sexuales. Es a través de la solidaridad humana y de la opción por los excluidos que profundizamos juntos el camino de Jesús y reafirmamos el sentido de la Navidad. Solo así la Palabra que se hizo carne en Jesús, hará carne en nosotros, carne de humanidad en la comunidad de la vida en el cosmos. ¡Feliz Navidad!.

irmarcelobarros@uol.com.br
Recife/Brasil