Los beligerantes antónimos

En la naturaleza no intervenida por el hombre no hay nada idéntico. La regla universal originaria es la diversidad. Ningún árbol, ningún fruto, ningún ejemplar de elefante son idénticos a otro de la misma especie. Ni siquiera los gemelos o morochos. Las diferencias surgen cuando el ser humano empieza a modificar lo que necesita para su sobrevivencia. Aún en los casos en que debe fabricar herramientas para defenderse o utensilios para la subsistencia, es decir, cuando se inicia eso que llamamos cultura, se mantienen las diferencias.

Mientras lo creado por el hombre sea de carácter artesanal, todo lo existente es desigual. Lo idéntico aparece cuando se consolida la producción en serie, característica del capitalismo industrial. Sin embargo, esto es válido para la producción de bienes materiales (vestuario, menaje, muebles, herramientas y útiles variados), pero no para el léxico, herramienta fundamental de la comunicación verbal. Por su parte, la palabra, en tanto su núcleo básico, asume entonces la expresión fónica y la representación gráfica de la inmensa riqueza semántica para nombrar cosas, manifestar ideas y expresar sentimientos. Y en esa riqueza, coexisten, como es propio de toda sociedad, la identificación y la diferenciación verbal.

Para expresar sentimientos positivos hacia algo o hacia alguien acudimos a palabras como amor, aprecio, cariño, de las que se derivan la amistad, el compañerismo y la confianza, y para los negativos, odio, rencor, aversión. Esas parejas de contrarios se llaman antónimos. En otras oportunidades nos hemos ocupado de los más generalizados, como vida/muerte, amor/odio, paz/guerra, izquierda/derecha.

Hoy lo hacemos con otros que también están ocupando la atención de tirios y troyanos. Cuando dos amigos se encuentran después de mucho tiempo y uno le pregunta al otro: Hola, pana, ¿cómo has estado?, es probable que éste le responda: Aquí, mi hermanazo, ni en el Cielo ni en el Infierno. Es decir, ni bien ni mal. Y cuando pasan a asuntos más específicos: Y, ¿cómo ves la situación?, el otro insiste en las ambigüedades: No sé, hay un vaivén entre el avance y el retroceso. Se hacen cosas muy positivas, pero también otras son negativas. Sin querer queriendo, en el diálogo normal, los contrarios afloran, aunque se quieran esquivar.. Los antónimos, pues, son casi inevitables.

En muchos antónimos se da el caso de que el signo que pudiéramos llamar positivo cambia su significado mediante un simple prefijo: pureza/impureza, juicio/prejuicio, concordia/discordia. Allí los contrarios surgen casi espontáneamente. En cambio, cuando la dicción es totalmente diferente, es más difícil memorizar el contrario. ¿Qué vinculación de forma hay entre permanencia e interrupción, entre aumento y disminución, entre ingenio y necedad? Sin embargo, hay parejas de contrarios con dicciones diferentes, pero de fácil memorización: día/noche, principio/fin, claridad/oscuridad. En cambio, no es fácil detectar el de diligencia, el de benignidad y el de enaltecimiento.

Y como, en el fondo, los antónimos implican una oposición que en ciertas situaciones límites llaman a la beligerancia, me permito, por la situación muy especial que vive la Patria, hacer una declaración también muy personal. Si el Trump del Norte nos irrespeta con su lenguaje elemental y grosero, ¿por qué responderle con palabrotas similares? Como a los multimillonarios les encanta hablar de millones de dólares, hagámosle saber, con igual contundencia y orgullo, que nuestra Patria cuenta con mucho más millones que ellos.

Digámosle que no hablamos de dólares, sino de millones de hombres y mujeres digno(a)s y dispuesto(a)s a defender lo que nos legaron nuestros libertadores, desde Simón Bolívar hasta Hugo Chávez. Que nosotros sí sabemos lo que es Democracia verdadera. Que no nos gusta, pero lo respetamos, ese amasijo de plutocracia condimentada con prejuicios racistas, ínfulas supremacistas y fétidos tufos neofascistas. Que tenemos muy claro que esa élite es sumamente eficiente para amasar fortunas y para desatar guerras que, a la larga, las pierde. Pero que, si se trata de antónimos, invocamos la paz, el diálogo de buena fe y el entendimiento. Por último, en el caso de que el Imperio imponga el polo genocida, invocamos los versos de Pablo Neruda en “Que despierte el leñador” del Canto general: “Pero si armas tus huestes, Norte América,/para destruir esa frontera pura/y llevar al matarife de Chicago/a gobernar la música y el orden/que amamos,/saldremos de las piedras y del aire/para morderte:/saldremos de la última ventana/para volcarte fuego;/saldremos de las olas más profundas/para clavarte con espinas;/ saldremos del surco para que la semilla/golpee como un puño colombiano;//saldremos para negarte el pan y el agua,/saldremos para quemarte en el infierno”.

Y si hay que escoger en la tierra usurpada por la basura imperialista, nos quedamos con Abraham Lincoln, con Walt Whitman, con Mark Twain, con Charles Chaplin, con Albert Einstein, con Luther Martin King y con ese sabio-activista de las causas nobles, Noam Chomsky.

En definitiva, en cualquiera de los escenarios, el polo positivo de los antónimos también sirve para levantar las banderas de la dignidad patriótica ante la embestida imperial.

T/ Luis Navarrete Orta
I / Edgar Vargas