Los de abajo: Camino difícil hacia el sur

La deportación del salvadoreño José, de 47 años, es un retrato del difícil camino de regreso al sur para muchos centroamericanos y mexicanos que migraron a Estados Unidos buscando mejorar su vida o, como en su caso, para salvarla.

El migrante recordó su periodo de detención bajo custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), previo a su deportación, como una experiencia traumática porque enfermó de una hernia umbilical que lo doblaba de dolor.

José fue arrestado por ser indocumentado en junio de 2019 en el estado de Georgia y permaneció 10 meses en centros de detención, lapso en el que lidió con la enfermedad, la indiferencia de autoridades para atenderla, la solicitud de asilo que litigó y el riesgo de la pandemia por la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19).

El ICE terminó por autorizar que médicos operaran su hernia, pero cuando todavía convalecía de la cirugía que le dejó una ancha cicatriz, practicada en un hospital con pacientes con coronavirus, guardias lo sacaron con maltratos de su celda para deportarlo en un avión a El Salvador, relató.

«Me lastimaron mucho porque hasta la vez sufro trauma mental al recordar todo el dolor», contó a Xinhua el migrante en la casa de su madre, en el sureño departamento de La Paz.

José habló bajo condición de no dar su nombre real porque expuso que estaba de vuelta en el país del que salió por miedo, luego que criminales lo raptaron y en otro ataque balearon su vehículo para presionarlo a pagar extorsiones creyendo que era adinerado.

Explicó que migró a Estados Unidos buscando ponerse a salvo, pero su petición de asilo fue negada y aseguró que casi pierde la vida durante sus días de detención.

La deportación terminó con el sueño de rehacer una vida en Estados Unidos, donde José previamente trabajó 17 años en la construcción y formó una familia de cuatro hijos que ahora no podía ver.

«Me lo maltrataron mucho, me lo agarraron como que era un gran criminal y él no es nada criminal (…) El es honesto, él es bueno. Señor Donald Trump, ayúdalo, señor», expresó su madre, una anciana enferma que también reservó su identidad.

 

REENCUENTRO AGRIDULCE

A 600 kilómetros de El Salvador, Mónica Velásquez, de 78 años, narró desde su hogar en la aldea de Santa Isabel, Guatemala, la preocupación que vivió cuando supo de la deportación de su hijo, Marvin Canahuí, tras 17 años en Estados Unidos.

La guatemalteca dijo que la alegría de reencontrarse con su hijo que no veía desde 2003 se mezclaba con la incertidumbre, pues fue deportado en medio de la pandemia y tuvo que cumplir una cuarentena en la ciudad de Guatemala.

«Yo le llamaba y no me contestaba, cómo me iba a contestar si ni teléfono tenía», recordó la anciana, casi ciega por diabetes.

Marvin, de 38 años, fue detenido en enero pasado en el estado de Texas, Estados Unidos y permaneció encerrado por tres meses en diferentes centros de detención del ICE, donde no observó medidas sanitarias suficientes a pesar de que la pandemia avanzaba en Estados Unidos.

Tras ser deportado en un vuelo a Guatemala en abril, el migrante, que describió su detención como una experiencia humillante, se enteró de que decenas de guatemaltecos repatriados antes que él habían dado positivo a la COVID-19.

Una vez que cumplió la cuarentena, Marvin pudo regresar a la aldea de la que salió hace casi dos décadas, en el departamento guatemalteco de Petén (noreste), pero, salvo su madre y familiares, nadie quería hablar con él por miedo al coronavirus.

«Se siente uno como si no valiera nada (…) Humillado y ofendido, totalmente, porque uno llega a pensar que simplemente por no tener papeles tratarlo de una manera a uno como un criminal», expresó Marvin.

 

DEPORTACIONES EN MEDIO DE LA PANDEMIA

Durante la pandemia por la COVID-19, los vuelos de deportaciones desde Estados Unidos continuaron aterrizando en países centroamericanos, caribeños y sudamericanos, mientras que miles de mexicanos han sido devueltos por la frontera común.

El gobierno estadounidense mantuvo las deportaciones masivas a pesar de los llamados de organismos, expertos y defensores para que las frenara ante el riesgo de salud para los lugares de origen de los migrantes.

En abril, Guatemala, México, Haití, Jamaica y Colombia reportaron casos de deportados que dieron positivo por coronavirus, avivándose las voces de alerta de que Estados Unidos, con el mayor número de contagios en el mundo, estaba exportando el virus a países pobres.

Numerosos centros de detención donde los migrantes permanecen previo a su repatriación han registrado brotes y hasta junio sumaban dos muertes; sin embargo, el gobierno de Estados Unidos amenazó con sanciones contra países que se negaran o retrasaran admitir las deportaciones.

«El llamado es humanitario, el llamado es para decirle que cada persona que Estados Unidos deporta a nuestros países representa un riesgo grande», dijo a Xinhua el director de la organización civil Instituto Salvadoreño del Migrante (Insami), César Ríos.

 

LA CONTRIBUCIÓN DE LOS MIGRANTES

El poblado de Intipucá, en el sureste de El Salvador, es conocido como «Intipuca City», porque la mitad de su población trabaja en Estados Unidos, luego de que la migración desde esa costera localidad se volvió masiva tras comenzar a mediados del siglo pasado.

Los salvadoreños envían remesas a sus familias en Intipucá que se ven reflejadas en casas que son más grandes y de mejores materiales que otras viviendas, además de contribuir al consumo en las tiendas locales.

La pandemia redujo el envío de dinero a la localidad porque muchos de sus pobladores dejaron de trabajar en Estados Unidos, donde las medidas para frenar la COVID-19 implicaron el cierre o reducción de la operación de negocios no esenciales que usualmente emplean migrantes.

«Aunque ellos quieran ayudar a su familia ya no pueden, entonces la familia acá empieza a sentir que hace falta ese ingreso», comentó Pablo Cruz, un habitante de Intipucá, que planteó que la caída de remesas era una «calamidad».

Según el Banco Central de Reserva de El Salvador, las remesas se desplomaron 40 por ciento en abril en comparación con el mismo mes de 2019, mientras que los bancos centrales de Guatemala y México, otros dos países favorecidos por los envíos, igualmente reportaron una reducción el mismo mes.

Las medidas para proteger la salud tomadas a partir de marzo en Estados Unidos provocaron fuertes caídas de la actividad económica, disparando en abril la tasa de desempleo a niveles récord especialmente para el caso de los hispanos, según datos oficiales.

Muchos migrantes perdieron su fuente de ingreso, pero otros continuaron trabajando durante la pandemia en sectores esenciales de la economía estadounidense, como la agricultura y algunos servicios o industrias que no pararon.

A 4.500 kilómetros de su país, el salvadoreño Carlos López narró en la ciudad de Los Angeles, California, Estados Unidos, que el temor al contagio o ser detenido por su estatus legal no lo frenaba para salir a trabajar, pues de ello dependía su familia.

«La epidemia no nos detiene, el señor Donald Trump no nos detiene, porque tenemos necesidad», apuntó López.

El director ejecutivo de la organización El Rescate, Salvador Sanabria, dijo a Xinhua que la población migrante era clave para la economía de Estados Unidos y jugará un importante papel para su recuperación tras la pandemia.

«Las aportaciones de los latinos y los migrantes, en especial, a la economía de Estados Unidos es de gran relevancia, dado que son el motor de la industria de servicio», destacó el director de la organización de servicios legales y sociales para migrantes basada en Los Angeles.

 

EL UNILATERALISMO DE EEUU EN TIEMPOS DE PANDEMIA

El gobierno de Estados Unidos recurrió a una ley de salud para endurecer sus políticas contra los migrantes y solicitantes de asilo en la frontera con México durante la pandemia, al tiempo que sus deportaciones masivas han arriesgado otros países, según analistas.

La profesora investigadora de El Colegio de México (Colmex), Claudia Masferrer, dijo que el gobierno estadounidense utilizó la pandemia como la «excusa perfecta» para incrementar medidas antimigrantes y advirtió que la migración sería un chivo expiatorio en la campaña para la elección de noviembre próximo.

«En lugar de reconocer ese trabajo esencial y ese papel en la economía, que es vital, el problema es que puede aumentar el racismo, la xenofobia, simplemente porque en un contexto electoral el discurso antimigrante va a ser más fuerte», señaló la experta.

El gobierno estadounidense no sólo tomó medidas unilaterales en materia de migración, pues en abril amenazó con suspender la contribución de su país a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a finales de mayo anunció una ruptura con el organismo.

«Se está orientando hacia una confrontación innecesaria», afirmó el analista guatemalteco, Manuel Villacorta.

T y F/Xinhua