Los Guaraguao: “Alí y Chávez están unidos por su gran amor a la patria”

“A una masa concientizada/ no pueden con mediática/ imponerle nada”. Los versos de Pa’ la calle revolotean en un pequeño salón de la Casa Comunal Cumbe, de la UD-2 de Caricuao.

-“Este es el momento más importante del canto como soporte del proceso revolucionario. Quizás no ha habido un momento más oportuno para apalancar el proyecto liderado por el comandante Hugo Chávez”.

Con la misma convicción con la cual han llevado en sus alforjas una canción sin concesiones durante casi medio siglo, Eduardo Martínez, voz líder de Los Guaraguao, ha dejado correr sus certezas, en las brevedades del descanso de uno de los ensayos del grupo.

-“El canto es una herramienta fundamental. Si lo olvidamos, estamos olvidando parte de nuestra historia”, sostiene.

Van por ahí con letras nuevas, en versos nutridos con la misma savia desde sus inicios. La Canción Necesaria, como la definiera Alí Primera, “…tiene un poder tan inmenso, que le cambia a cualquiera la visión de un montón de cosas. Eso lo sabe la gente de derecha y por eso siempre la han tenido vetada, porque es capaz de crear conciencia”, adiciona Chachata, cuyo nombre de pila es José Guerra, baterista del grupo.

A la patria, “hoy le toca en su grandeza/ no agacharle la cabeza/ al imperio yanqui y sus intereses/ y gritarle en cara lo que merece”, atizan en ¡Yankee go home!, donde añaden: “Cada día que nace vuelve Bolívar Simón/ más antimperialista de corazón/ contra una oligarquía/ que no entiende todavía/ que va a morder el polvo el que aquí se meta/ van a ver que a Venezuela se le respeta”.

NOCTURNIDADES

Todo este largo camino de Los Guaraguao tiene sus inicios a finales de los años 60, comienzos de los 70 del siglo pasado, bajo las complicidades de algunos centros nocturnos caraqueños:

-“Nunca fue una cosa planificada, el grupo fue surgiendo en el momento. Eduardo comenzó solo por ahí, con el cuatro, en unas situaciones bien difíciles, después convocó a Jesús (Cordero, bajista). En realidad Los Guaraguao nacen como un dúo. De repente alguien le puso el nombre, pero quien comenzó a traer las canciones de Alí (Primera) fue Eduardo, quien tenía un hermano en el Partido Comunista (PCV)”, recoge el papagayo de la memoria “Chachata”.

-“Quien se merece todo el crédito es Alí, porque una vez que estábamos cantando en un piano bar, un amigo, Simón Guerrero, lo llevó. La gente comenzó a cantar con nosotros y Alí también lo hizo entre el público. Cuando terminamos, conversamos. Él nos animó a seguir interpretando sus canciones, aunque hubo gente que nos adversaba por ello, pues decían que los sitios no eran los apropiados. Si Alí nos hubiera dicho que no, no habríamos seguido cantando sus canciones”, pone su punto Eduardo.

-“Los Guaraguao comienzan con canciones folclóricas y luego introducen temas como No basta rezar y la gente reaccionó. Algunos criticaban, porque cantábamos en cervecerías, sitios nocturnos, pero sí gustaban, sí les prestaban atención; hasta el mismo Alí decía ‘Yo no puedo hacer eso, pero ustedes sí, en cualquier lado que puedan’. Si él hubiese dicho que no, a lo mejor Los Guaraguao mucho antes hubiesen comenzado a hacer sus propias canciones”, vuelve Chachata a retomar el relato. “Yo me incorporé a finales de 1972, por necesidad”.

-“Todos estábamos por necesidad -lo ataja Eduardo, quien luego se convertiría en médico pediatra y neumonólogo-. Yo comencé solo, luego se incorporó Jesús y después Chachata’ -los tres orientales-, quien lo que tocaba era trombón. Tuvo que aprender a tocar batería en el escenario”.

Más adelante, se incorporaría Luis Suárez -no pudo estar para esta entrevista- falconiano, proveniente del Grupo Ahora, quien “acompañó a un poco de gente importante y requeríamos a un músico como él, que toca la mandolina, la guitarra, le mete al teclado y nos sirvió de mucho. Era un grupo diferente a todos: batería, cuatro y bajo”, se hace escuchar Jesús Cordero, profesor de música y arreglista, al igual que Luis.

-“En un principio, eso nos trajo problemas porque, en aquella época, la influencia de la canción social venía del Sur, con Víctor Jara, Violeta Parra y nosotros con un uniforme, un bajo electrónico y una batería, imagínate. La primera vez que tocamos en el Aula Magna, en 1972, cuando vieron la batería y todo aquello dijeron ‘¿Qué?’. Comenzaron a tirar avioncitos, a pitarnos…”, rememora Chachata, quien es técnico en refrigeración.

-“Era un evento en apoyo a los presos políticos, precisa Eduardo. Una compañera de Ruptura se paró, armó un lío, tocamos y la gente terminó aplaudiéndonos”.

Salvo por las de su solista, quien siendo un adolescente formó filas en el PCV y servía de correo en Puerto La Cruz, no había militancias estructurales en los morrales de los otros integrantes del grupo.

-“Yo no era militante, pero cuando Eduardo llevó esas canciones, esa vaina me dejó asombrado. A mí se me abrió el mundo político con Los Guaraguao, que fue cuando comencé a conocer gente, pero antes no tenía conciencia clara. Eso no justifica, porque muchos muchachos de mi edad ya estaban en líos políticos”, confiesa José Guerra.

La severa situación, la desigualdad, golpeaba el hogar de Jesús y lo vio reflejado de inmediato en aquellas letras:

-“Estábamos planteando los problemas que yo vivía día a día, como una persona humilde, en una casa donde no había ni sillas donde sentarse y pasábamos muchas necesidades. Al escuchar ese tipo de canciones, además del poder de convocatoria de Alí, que era inmenso, inmediatamente uno se enrola y además se nos hacía fácil interpretarlas. La primera vez que cantamos juntos en un negocito por la avenida Casanova, sin ensayar, armamos tremendo lío”.

-“Nos ayudó fundamentalmente el público. Cantábamos una canción sin ensayar y la aceptaban o rechazaban. Comenzaron a hacerse debates de altura. Asistían dirigentes sociales, intelectuales, militantes de izquierda. Cuando cayó Allende, tocábamos en El Poema Bar, casi llegando a Chacaíto, se la pasaba full de estudiantes. Fue la válvula de escape en ese momento. Esa noche, los asistentes lloraban, se montaban sobre las mesas e improvisaban discursos. Aquí en Caracas, donde tocaban Los Guaraguao la gente iba no solo a escuchar canciones, sino también a hacer debates políticos, bien ricos, hermosos”, siguen llegando los detalles, ahora en voz de Eduardo Martínez.

TECHOS DE CARTÓN

En aquel contexto rugoso, de construcción de nuevos mecanismos de lucha luego de la experiencia armada, se dio un paso que cambiaría la vida de Los Guaraguao:

-“Le pedimos permiso a Alí para grabar algunos de sus temas. Tengo una servilleta donde él, con su letra, nos da un aliento y nos dice que sigamos cantando; es decir, nos daba como el permiso. Antonio Plaza, quien iba mucho a los sitios donde tocábamos, nos preguntó por qué no grabábamos esas canciones”, saca de sus alforjas más recuerdos Eduardo y Chachata lo acompaña:

-“Un LP, en esa época algo inimaginable, un grupito ahí y él nos dice ‘quiero que graben, pero así como tocan aquí’. Nos sorprendimos, pero así se grabó, al rompe”.

No supieron cuánto costó la producción. Luego llegó el peregrinaje, ofreciéndola de disquera en disquera, de portazo en portazo.

-“Fuimos a México, invitados por el Sindicato de Radio y TV, porque había una muestra de cine venezolano y necesitaban un grupo musical pequeño como el nuestro, que tocara de todo. Estando por allá fue cuando Plaza se lo presentó a Álvaro Tovar, de Suramericana del Disco, que a su vez se lo propuso a Antonio Segura, director del sello, quien dijo que no quería problemas metiéndose en política, pero Álvaro bajo cuerda compró la producción. Comenzaron a llevarlo a las emisoras y nadie se atrevía, hasta que Tony Rincón, de Radio Miranda en Los Teques, puso Techos de cartón y al rato le estaban explotando los teléfonos, pidiéndole que la repitiera. Después, en las otras emisoras comenzaron a ponerlo, viendo que no pasaba nada”, suelta su metralla con acento oriental Chachata.

“Rómulo Rodríguez, redactor de las páginas de farándula de Meridiano y con quien teníamos mucho contacto, pues era asiduo a los sitios donde nos presentábamos, publicaba las informaciones que le enviábamos desde México, donde estuvimos casi un año, y por eso se pensaba que era un grupo mexicano. Eso ayudó”, complementa Eduardo.

La sorpresa los atraparía en la hora del retorno, sin ideas de lo que pasaba con su recién grabado Larga duración:

-“Nos quedamos locos cuando llegamos al aeropuerto y nos estaban esperando del programa de Henry Altuve, Feria de la Alegría -maratónico sabatino de RCTV-. Imagínate, un grupo que ni siquiera estaba preparado, sale un disco, nos vamos para México y luego ese recibimiento -suman voces, como cuando cantan, en el recuento de sus andanterías-. Tocar en televisión no era tan fácil. Los productores de ese programa, los hermanos Sacco, argentinos, siempre nos decían cuál podíamos interpretar y cuál no, pero en el escenario, como era en vivo, zumbábamos canciones que de otra manera jamás hubieran sonado ahí. Después, cada vez que llegábamos a una emisora, encontrábamos el decreto del ministro del Interior, prohibiendo nuestras canciones -tiempos de dictadura puntofijista-. Pero el ‘daño’ estaba hecho”, sueltan de nuevo la sonrisa.

PARA EL COMBATE

Esa canción había desplegado sus alas, llegando más allá de los linderos venezolanos, a acompañar las luchas por su liberación de los pueblos de Nicaragua, El Salvador, México, Honduras, República Dominicana, Guatemala, y Los Guaraguao no conocían los alcances de su vuelo:

-“En esos países, había efervescencia política, lucha contra la injusticia, una guerra y nuestra música sonaba en las marchas, en las manifestaciones. Habíamos grabado Qué vivan los estudiantes, de Violeta Parra y en Nicaragua era un himno; nuestro canto era permanente entre los grupos guerrilleros”, revelan.

-“Nos enteramos de cómo la canción formó parte de esos procesos, algo increíble, que un comandante de un batallón te diga: ‘Cuando nos echaban plomo en una noche lluviosa, teníamos que salir corriendo y de un grupo de no sé cuántas personas, quedaban pocos, desmoralizados, en la oscuridad, buscaba el apartico y ponía Los Guaraguao. Eso moralizaba a la tropa. Para nosotros, la canción de ustedes era un alimento espiritual’. Recogimos testimonios que nos obligaban a pensar en el compromiso tan grande que teníamos, porque por ejemplo una señora nos contó que tres hijos se le habían ido a la guerra y sabía cuando se iban porque se ponían en un rinconcito a escuchar a Los Guaraguao. Hubo gente que se fue huyendo y enterraban el cassette antes, personas a las que desaparecieron por conseguirles esas canciones”.

ALÍ Y CHÁVEZ

La siembra de tantas y de tantos, desde hace 21 años comienza a echar sus frutos por estas tierras bolivarianas. Ellos, sorprendidos con la llamarada encendida por Chávez el 4-F, colocan sus espigas junto a las de Alí, para continuar mirando de frente al sol, entre esperanzas y sueños:

-“Alí y Chávez están unidos por el gran amor a la patria, al ser humano, a la humanidad, eso los distingue de otras personas. Cada quien en su espacio, ellos son lo que queremos como seres humanos”, enlazan.

Con 48 años por cumplir lanzando las flores de sus versos hacia la conciencia de los pueblos, los vientos de separaciones no azotan sus velas:

-“La canción nos ha comprometido a tal punto que, ante cualquier problema, en lo menos que pienso es en irme del grupo porque está por encima de cualquier cosa, hasta de mi familia. Cuando escuché por primera vez esta canción con un contenido grueso, directo, me sembró en el piso”, repiquetea Chachata.

-“Guaraguao forma parte de mi formación política, nos fuimos metiendo dentro de un movimiento; fuimos adquiriendo un compromiso, por supuesto teniendo a Alí como maestro. Cada vez que podíamos, estábamos con él o cantando o en su casa discutiendo algunas cosas”, puntea Jesús.

-“Este matrimonio no me lo quito de encima. Lo más importante para mantenernos juntos durante tanto tiempo es el compromiso con la canción. No había una persona que defendiera tanto a Los Guaraguao como Alí. En el primer encuentro que tuvimos con sus familiares, estando él en Suecia, nos echaron en cara que supuestamente nos estábamos haciendo ricos con sus canciones, pero él mismo lo desmintió, porque nos conocía, compartía con nosotros, con nuestras familias. Cuando él muere, en su velorio, su mamá nos dijo: ‘No dejen de cantar las canciones de mi hijo, porque ustedes son los únicos que pueden mantenerlas en el tiempo’. Imagínate el compromiso. la razón del porqué seguiremos en esto”, asevera Eduardo.

Vuelven entonces a los ensayos de su nuevo disco, En Resistencia, con el cual andan bajo el brazo, buscando quién se los edite en Venezuela. Uno, como agua para el camino, les roba un par de versos:

“No existe imperio invencible/ si soñamos lo imposible…”.

T/ Jimmy López Morillo
F/ Cortesía Eduardo Martínez