Por Carlos Ortiz|Lovera y María la del mar

Conservo las fotos que le hice con el celular a María del Mar Álvarez en el Cementerio General del Sur. Está sentada ante la tumba del guerrero que fue su esposo: Alberto Lovera, ligado a ella por el amor y por la fatalidad. Secuestrado, torturado y asesinado, su cuerpo fue amortajado con pesadas cadenas y un pico que hacía las veces de candado. Los esbirros del régimen de Raúl Leoni confiaban en que el peso de los hierros anclarían el cadáver en el fondo de las aguas de Lechería. Pero a María, la del mar, no la traicionó el mar. Le devolvió a su hombre. Lo puso en manos de pescadores.

“El mar es comunista”, dice una voz en la novela Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez. Tal vez por eso fue el mar quien denunció el crimen al mantener a flote a su camarada. No lo pudo salvar fuera del agua, pero una vez en el agua, reivindicó su cuerpo.

Fue en un par de fotografías de la época donde la vi por primera vez. De riguroso negro, sus ojos detrás de lente oscuros. No recuerdo si la imagen correspondía a la exhumación del cadáver o al entierro definitivo de Lovera, pero ella estaba en el cementerio, ante una fosa.

Y fue en el cementerio la última vez que la vi. Hablaba de todo lo que vivió desde el día en que su esposo y compañero cayó en las manos de sus verdugos, el 18 de octubre de 1965, en la tarde. Una horas antes, pasadas las 8:00 de la mañana yo acababa de venir al mundo en Cumaná. Así que también yo soy del mar, como María.

Mi compañera, que por María la del mar tuvo siempre un hondo afecto, me recordó que hoy es el primer aniversario del crimen de Alberto Lovera sin la presencia de su valiente compañera.

Y volví a mirar la foto de aquel caluroso día en que la vi, callada bajo un brillante paraguas fucsia con el que se protegía del sol. Miraba la tumba de su esposo, absorta en sus pensamientos. Comenzaba a oscurecerse el cielo y oler a a lluvia.

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