Macedonia y Grecia están a punto de cerrar 27 años de disputa por un nombre

Macedonia está a punto de enviar a su ministro de Asuntos Exteriores a Grecia, y crecen las especulaciones sobre que ambos países avanzan para llegar a un acuerdo sobre el nombre de la exrepública yugoslava, lo que acabaría con un enfrentamiento que dura ya 27 años.

Zoran Zaev, el nuevo líder socialdemócrata del Estado de los Balcanes, señaló este lunes que se está negociando un acuerdo, y aprovechó su primer viaje oficial a Bruselas para anunciar que era posible una solución. «Sé que si tenemos relaciones amistosas y un buen acercamiento una solución es factible», aseguró el miércoles en Atenas a los periodistas antes de las conversaciones entre el Ministro de Exteriores de Macedonia, Nikola Dimitrov, y su homólogo griego, Nikos Kotzias.

Zaev, cuya investidura fue seguida de una prolongada agitación política en la exrepública yugoslava hace dos semanas, afirmó que quería que la pequeña pero estratégica nación se uniera «en el menor tiempo posible» a la OTAN y a la UE. Sugirió que Macedonia podría formar parte de ambas con el nombre provisional que utiliza actualmente en la ONU: Antigua República Yugoslava de Macedonia. «Intentaremos todas las medidas posibles para hacer que Macedonia sea miembro», explicó el primer ministro pro-europeo junto al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

La decisión llega en medio de acusaciones de interferencia rusa en la región de los Balcanes, un escenario que para el gobierno de Macedonia convierte en fundamental la afiliación a la OTAN. Stoltenberg subrayó esa posición, diciendo que la misión de la OTAN era apoyar a todos los países aspirantes. «Queremos ver a su país como parte de una región estable, democrática y próspera».

La larga lista de nombres ha sido el mayor impedimento para la integración de Macedonia en Occidente. Grecia ha argumentado con vehemencia que la nomenclatura de su vecino del norte esconde ambiciones territoriales sobre la provincia homónima que se encuentra en el sur griego. En casi tres décadas de frecuentes intercambios públicos, Atenas ha acusado al país de consentir robo cultural, afirmando que el estado predominantemente eslavo se ha apropiado deliberadamente de símbolos y personalidades heroicas de la antigua historia griega para reforzar la afirmación de su nombre.

Pero Zaev, que formó un gobierno en coalición con partidos que representan a la minoría étnica albanesa de la nación, ha adoptado un enfoque mucho más conciliador. La semana pasada, el político de centro-izquierda criticó a su predecesor de derecha, Nikola Grueski, acusándolo de provocaciones durante la década en la que ocupó el cargo. Grueski impulsó una polémica campaña de construcción de estatuas y monumentos, y bautizó una serie de edificios públicos como Alejandro Magno.

En una entrevista de televisión, el nuevo primer ministro explicó que la política de enfrentamiento con Atenas se terminaría de inmediato. «Sólo puedo decir que la era de los monumentos, el cambio de nombre de las carreteras, los aeropuertos, los pabellones deportivos y los estadios con nombres históricos ha acabado. Generaremos una política de futuro europeo conjunto», dijo Zaev. La cicatriz en la frente del  primer ministro es una metáfora de la agitación civil que se ha apoderado del miniestado. Zaev resultó herido cuando en abril durante un estallido de violencia, cuando una horda pro-Grueski invadió el parlamento.

Cualquier posible cambio de nombre se sometería al plebiscito público para su aprobación. Los cambios de nombre han incluido la adición de calificadores geográficos como «superior», «nuevo» o «norte» de Macedonia.

En lo que Atenas consideró como un importante compromiso, Grecia anunció en 2007 que daría su consentimiento a un nombre compuesto en el que podría incluirse la palabra Macedonia. En ese momento, el compromiso fue apoyado por Panos Kammenos, el líder del pequeño partido nacionalista independiente griego que actualmente está en el poder con el partido de izquierda del primer ministro Alexis Tsipras, Syriza.

Desde entonces, las emociones se han calmado debido al nacimiento de un sentido de «realpolitik» en ambos países. Mientras que Zaev cree que la pertenencia a los cuerpos euroatlánticos ayudará a estabilizar su nación étnicamente agresiva, la deuda griega también ve una solución reforzando su crítica economía en la península balcánica.

«Es muy importante que Grecia resuelva esta disputa si quiere jugar un papel importante en los Balcanes», asegura Dimitris Keridis, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Panteion de Atenas. «Nuestro vecino está sufriendo fuertes divisiones internas con su nuevo gobierno que cree que la única manera de estabilizarse es hacer que el país forme parte de la arquitectura euroatlántica», apunta. «Claramente está dispuesto a alcanzar un compromiso con Grecia para lograrlo, un compromiso que después de años de escudarse tras las intransigencia de Grueski va a poner a la diplomacia griega sobre el terreno».

F/eldiario.es
F/EFE
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