Maduro apuntaló en la ONU su liderazgo y logró reconocimiento para la institucionalidad venezolana

En un viaje relámpago y sorpresivo que desarmó a sus opositores, y luego de más de 48 horas en las cuales combatió contra una cayapa y conjura de la derecha internacional, el Mandatario retornó con la satisfacción de haber logrado el pleno reconocimiento de la ONU para la democracia venezolana, de haberse afianzado como Presidente legítimo de esta patria y de reafirmar la vigencia de las instituciones criollas

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La fotografía que muestra a Nicolás Maduro con Antonio Gueterres, secretario general de la ONU, parados frente ante las banderas del organismo y de nuestro país, quizá recoja el punto culminante del viaje del Primer Mandatario nacional a Nueva York, aunque otras “lecturas” aluden al discurso leído en la sesión. Más allá del apretón de manos y del rostro de satisfacción de ambos, la reunión, que se extendió por 40 minutos, representa el reconocimiento de Guterres y de la ONU a la institucionalidad y democracia venezolana y, por ende, a Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, a la Asamblea Nacional Constituyente y a las elecciones del pasado 20 de mayo, organizadas por el CNE a pedido de la ANC. Guterres ejerce el cargo político de más alto nivel en el planeta Tierra, de manera que no se iba a reunir con un presidente “ilegítimo” o “destituido”, de acuerdo a la vocería mediática nacional e internacional. Al regresar a Venezuela, el presidente Nicolás Maduro resumió en tono irónico el resultado de su viaje sorpresivo a la ONU con una frase criolla: “Todos los gobiernos de derecha quedaron nocaut. Los gobiernos satélites de Estados Unidos que no representan la dignidad de sus pueblos quedaron haciendo cui,cui”.

Luego de su reunión con Guterres por el lapso considerable de 40 minutos (es decir, no fue un simple encuentro protocolar y de cortesía para tomarse una foto), Maduro se fue a caminar tranquilamente por Nueva York, según contó en Maiquetía a su regreso. Se puso una chaqueta y una gorra, sin embargo los transeúntes lo reconocieron. Entrada la noche, caminó por la Quinta avenida, por Madison Avenue. En el trayecto se topó con un ecuatoriano que le dio un abrazo, con una pareja de venezolanos, con un puertoriqueño y un dominicano.

“Un joven se me acercó y me dijo: ‘¿Qué le parece Nueva York ?’. Muy linda, le dije”, contó el Presidente.

Luego expresó, aludiendo a su recorrido por las comunidades afrodescendientes junto al mandatario cubano Miguel Díaz-Canel, que la Revolución Bolivariana cuenta con un gran respaldo en las comunidades de Estados Unidos, e instó al canciller Jorge Arreaza y al vicepresidente de Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, a profundizar los lazos de acercamiento con los líderes sociales y religiosos, los colectivos, las comunidades, de la sociedad estadounidense.

Con el relato, aparentemente intrascendente de la caminata por la “gran manzana” durante 46 cuadras, algo así como de El Calvario a Chacaíto (por la ruta ciclística del exalcalde caraqueño Jorge Rodríguez), Maduro dejó en ridículo la prédica mediática de derecha, que especulaba sobre un supuesto arresto, y asestó un golpe certero al TSJ ilegal que sesiona en el senado de Bogotá, que lo condenó por un caso de corrupción y libró en abril una orden de captura.

El paseo de Maduro por las calles neoyorquinas puso en su puesto al embajador de Estados Unidos en la OEA, Carlos Trujillo, quien semanas atrás había amenazado al Presidente venezolano si viajaba a la sede de la ONU. Trujillo, en un tono fanfarrón, dijo que Maduro “se la está jugando al venir a Nueva York”. Otra figura que continuó ahondando su fosa de descrédito fue la exfiscal Luisa Ortega Díaz, prófuga de la justicia venezolana, quien en Bogotá había pedido que se capturara a Nicolás Maduro.

El vacío aplaude

Nicolás Maduro fue invitado por el moderador a subir a la tribuna de oradores bajo el calificativo de su “excelencia el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela”. Su discurso, que él abrió con

“Traigo la voz de todo mi pueblo, vengo cargado de pasión patria para defender la verdad», continúa levantando roncha entre la prensa opositora criolla, la mediática internacional y los líderes y voceros de la comunidad de países gobernados por presidentes de derecha. En las semanas previas a la cita de la Asamblea General de la ONU ya gravitaba en el ambiente que se montaba una conjura contra Venezuela.

En un primer momento, los medios de comunicación opositores intentaron descalificar la intervención de Nicolás Maduro, asegurando que había hablado ante un escenario semi vacío, ya que los delegados de los países habían abandonado previamente la sala. Sin embargo, el Presidente durante su intervención recibió al menos seis calurosos aplausos. La transmisión dejó en evidencia que no se trataba de un batir de palmas de utlilería, ni montaje sonoro, ni de barras pagadas.

El escritor, poeta y periodista criollo Earle Herrera en su columna El kiosko de Earle, que se publica en el Correo del Orinoco, ironizó sobre esta supuesta ausencia de público a que se refirió un periódico criollo.

“Pero olvidó un detalle, no editó el sonido y las ovaciones al discurso de Maduro que se oyen en varios pasajes de su intervención. Una de dos, o estamos en una dimensión

surrealista o en esas sillas estaban sentados fantasmas que aplaudían entusiasmados al hijo de Chávez”, escribió el periodista y miembro de la ANC.

En su columna de ayer, titulada “Latir en la ONU”, Herrera se refirió al triste papel desempeñado por algunos países latinoamericanos en el organismo internacional.

“Vergüenza latinoamericana. No alineada. Julio Cortázar habría dicho: ‘Inagotable

vergüenza”. Es lo que sentimos las mujeres y hombres del Sur al ver y escuchar en la ONU a los presidentes de Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Ecuador, etc. Atacaron en patota a Venezuela, pero más que eso, su objetivo era agradar y granjearse la sonrisa (mueca) y palmada del imperio.

Del discurso de Trump quedaron las amenazas contra Siria, Irán y Venezuela. En la sala se escuchó una carcajada general cuando aseguró que había sido el mejor Presidente de la historia de Estados Unidos.

Luego de su discurso, Maduro recibió palabras de estímulo y un grueso grupo de gente hizo cola para estrecharle la mano.

Los aplausos con los que se premió la intervención del Presidente venezolano fueron “poco convencionales”, según un tuit del canciller Jorge Arreaza.

Florentino y el Diablo

Del viaje, el discurso y las actividades de Nicolás Maduro en la ONU se han dado múltiples interpretaciones y se lee entre líneas. Más allá de las palabras y los discursos se alude al simbolismo y al trasfondo que gravitaron alrededor de estas un poco más de “48 horas que sacudieron al mundo”.

Aunque en su discurso el presidente Maduro no mencionó la memorable frase “Aquí todavía huele a azufre” del presidente Chávez durante su famosa intervención en la ONU en septiembre de 2006, aquí en el patio criollo se planteó que se trataba de la misma confrontación. El Diablo, encarnado ahora en Donald Trump, había estado un día antes amenazando a Venezuela. Muchos vieron en esta confrontación indirecta, el duelo, el reto, entre Florentino y el Diablo con que Chávez, en términos de nuestra identidad nacional, gustaba simbolizar la lucha del pueblo contra sus opresores, la oligarquía contra los oprimidos. Ahora se trata del imperio contra quienes se atreven a decidir su propio destino.

En la ONU se vio a un Diablo fanfarrón, amenazando con invasiones, guerras y más sufrimientos.

Maduro hiló un discurso en el que abordó el antagonismo entre el “destino manifiesto” de la Doctrina Monroe y la unidad latinoamericana que enarboló Simón Bolívar .

En su defensa de Venezuela lo hacía igualmente por aquellos pueblos que buscan salir de la miseria, el hambre, las desigualdades, por caminos propios, sin chantajes, imposiciones, ni tutelajes imperiales. Recibió aplausos cuando se refirió a la causa palestina.

Maduro dejó clara las diferencia de origen que lo separa de Donald Trump cuando confesó que era un chofer de autobús, un obrero hecho presidente por un pueblo. “No soy un magnate”, expuso ante una audiencia que comprendió sus palabras.

Haciendo uso de la profecía de Simón Bolívar, el presidente Maduro desmontó, aunque no lo expresó literalmente, los falsos postulados con los que, en nombre de la democracia, la libertad, los derechos humanos, la potencia del Norte ha llenado de guerras, hambre y miseria a la América, aunque muchos de los presentes comprendieron que la reflexión se ajustaba a sus naciones y continentes, y que esa fuerza prepotente se ampara en un arsenal de bombas atómicas y armas sofisticadas.

“Los Estados Unidos parecen desatinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, dijo Maduro al citar al Libertador.

En su discurso, Maduro apeló al diálogo, a la palabra, al encuentro como fórmula para resolver las diferencias. Su invitación a reunirse con Doland Trump la hizo con humildad y sin arrogancia, tendiéndole la mano al diálogo, postura que lo ha caracterizado en el plano interno en sus constantes llamados a la oposición.

Al llegar a Maiquetía, Maduro retornaba con varios haberes a su favor. Por un lado, llegaba fortalecido y afianzado como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, con pleno reconocimiento internacional. Además, con méritos propios, se ganó un puesto de liderazgo ante la comunidad internacional. Por otro lado, dejó en evidencia la hipocresía de los gobiernos de la derecha latinoamericana, que hacen el triste papel de marionetas de la potencia imperial. Adicionalmente al reconocimiento de la democracia venezolana y sus instituciones, Venezuela se mostró ante los ojos del mundo como fuente inspiradora para los pueblos que luchan por su soberanía e independencia, sin arrodillarse ante los poderosos.

“Fuimos, vencimos y nos vinimos”, expresó Maduro en La Guaira ante sus ministros, la oficialidad que le rindió el homenaje protocolar y el pueblo de Venezuela que lo vio por televisión.

T/ Manuel Abrizo
F/ Archivo