Por Hildegard Rondón de Sansó|Los males del aire (Opinión)

Si pasamos revista a los males de efecto colectivo que aquejan a la ciudadanía hay que citar las dificultades que nos ofrece el viajar por vía aérea a las diferentes ciudades del país.

¿Cuáles son los problemas que aquejan a las empresas de aviación que prestan su servicio en tal sentido, en forma que las mismas actúan ineficientemente? Esta ineficiencia deriva de varias circunstancias, tales como: de la necesidad de someterse a los altos costos de adquisición de nuevas unidades; de las relativas al aumento de los gastos de mantenimiento; de los problemas constituidos por la escasez de personal especializado; de los derivados de las condiciones meteorológicas… ¡Además de las razones mencionadas, estamos seguros de que debe haber unas 145 excusas más!

Ahora bien, podemos desmontar, sin emplear mucho esfuerzo, cada una de las “razones” con que las empresas justifican su pésimo servicio. Así, lo del costo de adquisición es algo intrínseco al negocio: todo el que opera un servicio tiene que calcular la cantidad, el precio así como su aumento con respecto a las unidades necesarias para su prestación. Sería absurdo ofrecer salvavidas cuando se dispone de un único nadador experto, al punto que, si tuviese que atender dos emergencias simultáneas, tenga que decirle a una de las próximas víctimas que lamenta mucho, pero que solo puede salvar a uno solo.

Todas las demás razones son igualmente deleznables, porque quien las alega lo que hace es la confesión de sus culpas.

A diferencia de ello, los alegatos de los usuarios para solicitar desesperadamente la corrección o cambio del sistema son incontrovertibles, ya que consisten en:

1) la demora. La demora en la prestación tiene una duración entre hora y media a varios días de espera por parte de los viajeros que o bien viajan por motivos de salud y están perdiendo las citas médicas concertadas desde hace meses; o bien, viajan por razones de trabajo y no podrán cumplir sus obligaciones con respecto a las cuales no son valederas las excusas.

2) el maltrato, porque en Venezuela todo el que te presta un servicio se siente superior al usuario, por lo cual despliega contra el mismo su soberbia. En el caso de los prestadores de servicios, se tornan irascibles al ser abordados por los indignados pasajeros a quienes responden en forma que se aleja de las buenas maneras.

3) el irrespeto de los derechos ajenos, porque el prestador del servicio no reconoce que está obligado frente al usuario, sino que estima que lo que le hace es un gran favor. En efecto, desde el cajero del Banco hasta la enfermera, sienten que al atender al público, le está robando su precioso tiempo.

La verdad es que las rutas aéreas están muy mal servidas y todos superan el límite de los retardos, llegando al desparpajo de mantener a los pasajeros de los fines de semana en situación de espera indefinida.

Problema grave es la reservación de cupos que se hace más grave en tiempo de vacaciones, en razón de lo cual las empresas han decidido, por su propia cuenta, penalizar a quienes piden alguna prórroga.

A lo anterior, se une la “sobreventa de boletos”, que opera cuando la demanda se intensifica con motivo de las fiestas patronales y de las vacaciones.

Con todo este panorama interno ¿con qué instrumentos pensamos operar en el ámbito turístico? Estos son indudablemente, pobres, pero nos queda el consuelo de que estamos salvaguardando nuestra belleza natural e histórica de las hordas famélicas del turismo convencional, porque no es cierto que tengamos conocimiento y experiencia para atender al “turismo masivo”. En efecto, para operar en tal campo necesitamos condiciones de las cuales carecemos, como lo es el tener una clara conciencia de la forma, modo y tiempo en que tales bienes patrimoniales puedan ser ofrecidos sin riesgo de perderlos.

sansohildegard@hotmail.com