María Victoria: Un símbolo sexual de 84 años

Como enamorado, he sido cursi. Deben entenderme: pertenezco a esa camada de jóvenes que frisan los 60 años y que en los mejores tiempos nos desvivíamos por enviar flores a la amada, abrirle la puerta del carro o raudos y veloces levantarnos del asiento en el autobús para que esa hermosa dama no sufriera los embates de andar parada en un transporte de pasajeros, soportando los apretones y magulladuras lógicas en esos menesteres.

Al igual que don Agustín Lara, lo confieso: sigo siendo cursi. Enamorado por naturaleza y porque la televisión de mi tiempo, edulcorada de boleros de todas las especies nos hicieron así. Entre el cine argentino y el mexicano en su época de oro convirtieron nuestro corazón en un guiñapo maltratado de tanto amar. Henos aquí, intentando hablar o escribir de ese mujerón que cautivó a la mayoría de los imberbes con su figura y con ese tono de voz que como dice el poema convertido en canción de José Antonio Méndez: “Eres mi bien lo me tiene extasiado, por qué negar que estoy de ti enamorado, de tu dulce alma que es toda sentimiento. De esos ojazos negros de un raro fulgor, que me dominan e incitan al amor; eres un encanto, eres mi ilusión…” La gloria eres tú, María Victoria Cervantes, que ya hubiese querido “El manco de Lepanto” haberte visto aunque fuese un minuto. De haberlo hecho, El Quijote te habría tenido como protagonista y no la tal Dulcinea del Toboso.

No diré que María Victoria, esa despampanante mujer que se me apareció en sueños y en la TV hasta que tuve uso de razón (enamorarse de una actriz de cine es algo sin razón), nació el 26 de febrero de 1933 en Guadalajara, Jalisco y que además fue conocida en el medio artístico como “La exótica vestida”, “La belleza sin tiempo” o “La Perla del Occidente”. No lo diré porque no tiene sentido hablar de eso. Me concretaré a señalar que la amaba a raudales y la perseguía en todas las películas que filmó y que me sé de memoria todas sus canciones. Que la recuerdo cuando se volteaba y dejaba ver su espalda en ese vestido cuyas junturas se perdían en donde se pierde cualquier cosa. A mí me daba una vaina inexplicable cuando esa mujer se transformaba en lo que a ella le diera la gana cuando impúdica se atrevía a cantar con esa voz pecaminosa: “Es que estoy taaaaan enamoraaaaadaaaa, como nunca lo había estado; en mi corazón hay fiesta, soy dichosa… soy feliiiiiiz”. Y yo, ni para qué les voy a contar. Ardía Troya en La Vega y salía yo, cual Arturo de Córdoba o Antonio Badú a buscar a alguna fémina de mi tamaño y edad en el barrio LosCujicitos o en Los Paraparos para intentar rascabuchármela, al mejor estilo de la gran “Fiesta” de Joan Manuel Serrat, en tanto le cantaba la “Soy feliz” de Juan Bruno Tarraza en una burda imitación del tono de María Victoria… “Tus miradas me parecen, dos luceros que se acercan, que se acercan y me besan, con un beso de ilusión…” y ¡Zuácata! No fallaba. Las niñas se enamoraban de ese carajito que cantaba boleros… y tan chiquito.

TENGO GANAS DE UN BESO

Jamás pude controlar ese amor por las mexicanas de las películas de mi tiempo, particularmente por la señora María Victoria. Ella fue el “Símbolo sexual” de ese México que se perdió entre las sombras de películas malas. Sus temas, aunque manidos, resultaban interesantes. La gran época del cabaret, de la conga, el bolero y el danzón. Fueron tiempos donde el malo no era tan malo y las buenas estaban buenas de verdad, sin silicones ni afeites modernos. Eran gorditas y con unos piernones que se perdían en la imaginación de quienes las buceábamos sin problema alguno. María Victoria era mi preferida. Me gustaba más que “La Doña” María Félix, a quien nunca le perdoné que le hubiese montado los cachos a Don Agustín por Jorge Negrete, creo que allí hubo complicidad por feos y románticos. El caso es que yo me enamoré de María Victoria y averigüé todo de su vida, como por ejemplo que llegó a completar cerca de 40 películas, entre las que recuerdo “Monte de piedad”, “Serenata en Acapulco”, “Amor perdido”, “Puerto de tentación”, “Mujeres de teatro” y “Solamente una vez”, entre otras.

El éxito de María Victoria en su trayectoria fue la constancia, ya que logró sobreponerse a los calificativos de “inmoral” que los conservadores le impusieron, particularmente las mujeres, según ella misma lo confiesa, hasta que se casó y fue protagonista de una comedia llamada “La criada bien criada”, siendo entonces aceptada por el gusto de la familia mexicana. Y es que hasta entonces solo era la preferida de sexo masculino, quienes cuando ella cantaba le pedían que caminara como solo ella sabía hacerlo mientras cantaba o mostrara su espalda ¡su espalda! Para mirar lo que se podía ver.

Como cantante ha logrado grabar más de 500 canciones, las cuales se han recopilado en alrededor de 100 discos, entre los que destaca el tema “Estoy tan enamorada”. María Victoria no solo soliviantó el apetito sexual de los que estábamos lejos sino que se arriesgó con los que tenía más cerca. Fue la inspiración de grandes compositores, como fue caso del “Flaco de Oro”, mi ídolo (por feo y enamorado) don Agustín Lara, quien le escribió la canción “Tengo ganas de un beso”, y hasta le movió el piso al mismísimo Juan Gabriel. Vea pues…

VIDA FAMILIAR, PREMIOS…

Se casó con Manuel Gómez, con quien procreó a María Esther, lo que la llevó a hacer a un lado su imagen de vampiresa para cumplir de manera cabal su papel de madre y compañera. Su segundo matrimonio fue con el fallecido locutor y cantante Rubén Zepeda Novelo, con quien tiene dos hijos: Rubén y Alejandro.

En la pantalla chica participó en las telenovelas “Baila conmigo”, “María José”, “Desencuentro”, “Siempre te amaré” y “De pocas, pocas pulgas”, por mencionar algunas. “La Comadre Toyita”, como también le dicen de cariño, ha ganado infinidad de premios, y ha recibido diversos reconocimientos tanto en su país como en el extranjero. Los presidentes de México, Adolfo López Mateos y Luis Echeverría Álvarez, le entregaron charolas de plata.

Cuando cumplió 53 años de carrera artística, María Victoria fue homenajeada en el Zócalo, por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, en el marco del programa «Sábado Distrito Federal», entregándole una placa conmemorativa y en el 2012, formó parte del elenco de la puesta en escena “Perfume de Gardenia”, al lado de Aracely Arámbula y Sebastián Rulli. En el 2014 bautizó el libro “María nuestra Victoria”, donde echa casi todo el cuento de su vida. Digo casi porque nunca se dice todo sobre sí mismo en una biografía. Por lo menos, allí no figura el nombre de quien esto escribe, porque ella nunca se enteró que un chamito en Venezuela, de apenas diez u once años, la amaba y sufría maremotos cuando ella se empinaba con su voz para decir: “Pero es que estoy taaaaaan enamorada, como nunca lo había estado. En mi corazón hay fiesta Soy dichosa, soy feliiiiiz…” Y yo también.

Ángel Méndez
Foto/Cortesía

 

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