Marisela Montiel: «Admiro las plumas que hilvanan fino una historia»

Retos siempre hay que afrontar y Marisela Montiel se metió en uno sin dudarlo, al participar en This is Salem, pieza escrita y dirigida por Andreína Polidor, donde las exigencias físicas y los continuos desdoblamientos en los personajes, a más de una o uno sacaría de sus casillas: «Me siento exhausta, pero feliz, privilegiada y, sobre todo, agradecida».

Montiel, como actriz invitada, unió su talento con los de Fernando Garantón, José Alberto Briceño, Douglas Suniaga, Bethania Yáñez, quienes son del elenco estable en el Teatro La Penumbra, para mostrar una teatro de primera y alternativo en esta versión bien libre del texto del celebérrimo Arthur Miller. El montaje culminó su primera temporada en el Teatro Luis Peraza. Ahora el 4 de marzo a las 4.00 de la tarde tendrá una función en el Teatro Municipal de Caracas.

-¿Cómo te sientes participando en esta obra?

-En This is Salem soy la única actriz invitada. Entré a ensayar ya avanzado el proyecto, con un grupo de actores experimentados a los que no conocía y que llevaban adelante, desde hacía varios años, el trabajo de investigación y experimentación que caracteriza las puestas de El Teatro de la Penumbra; por lo tanto, ponerme a la par de ellos fue un reto complejo de llevar a cabo: vengo de mi «zona de confort» que es el TET, mi segunda casa, muy acostumbrada y resguardada en un espacio y con una metodología de trabajo. Esta obra me obligó a desprenderme de viejos hábitos, de aceptar nuevas maneras de abordar la construcción de una pieza y sobre todo de comprender el código de su trabajo físico.

-Una pieza que exige en todos los sentidos…

-En la pieza, además del trabajo físico intenso, cantamos, usamos la máscara, el micrófono, abordamos el naturalismo y atravesamos por una metamorfosis que nos saca del personaje y nos devuelve al ser humano, para luego abruptamente hundirnos a nuestra forma más profundamente animal. Por si fuera poco, todo esto lo hacemos sobre arena, levantando el polvo del que venimos y al que volvemos. Conté -y sigo contando- con unos compañeros de elenco tan talentosos como generosos, con una directora brillante y paciente que ha hecho un trabajo minucioso, que me tomó de la mano y me llevó a conocer sitios de mí antes, inefables… sé que, cuando vuelva a la casa, seré otra actriz: más madura, y con más herramientas.

-¿A veces los personajes no se despegan de ti cuando terminas de actuar?

-Las emociones del personaje que interpretas son tus propias emociones, experimentadas en la realidad, pero en una situación de ficción. Esa dualidad es la que confunde y abruma. Hay que ser muy conscientes de lo que estamos trabajando, tener mucho cuidado psíquico para no reproducir en la vida cotidiana fuera de escena las emociones de tu personaje. Entonces es difícil, sí, y nos toca entender que las emociones que le regalamos a los personajes son como el vestuario que este usa: se coloca antes de entrar a escena, y se quita y se guarda al terminar cada función, se queda en el teatro y no te acompañan en la vida diaria. Se dice fácil, pero…

-¿Dirigir está entre tus planes?

-Sueño con dirigir, el solo hecho de pensarlo me produce vértigo. Ese momento aún no está cerca: me encantará dirigir una vez que sienta que como intérprete he alcanzado un punto alto de comprensión del hecho teatral, que como ser humano puedo liderar desde la comprensión y el respeto por el otro.

-¿Escribir para las tablas sería un reto?

-Sin duda. Admiro las plumas que hilvanan fino una historia, que develan lo oculto en el alma, que abordan temas universales, que conmueven y que producen en el espectador la deliciosa sensación de la suspensión de la realidad. Ojalá algún día pueda firmar una pieza que acumule todas estas virtudes.

-¿Consideras que existe generación de relevo?

-Siempre ha existido y seguirá existiendo. La reciente inmigración masiva ha tenido como consecuencia el abandono de muchas plazas que están siendo ocupadas por gente muy joven que, con un gran instinto de supervivencia y sentido de la resilencia desarrolladas como consecuencia de la actual crisis, han sido capaces de hacer con muy poco, mucho ¡muchísimo! Y eso seguirá creciendo, porque esta crisis, como todas las crisis, son terreno fértil para la creación. Creo, además, que en el Teatro de la Penumbra se encuentra buena parte de esta generación.

-Muchos descalifican al teatro venezolano. ¿Qué piensas de esa postura?

-El teatro en Venezuela se hace, casi siempre, con muy poco o nada de presupuesto, con una entrega y amor infinitos por el oficio, dedicando largas jornadas al ensayo y a la repetición, a encontrar en las profundidades del inconsciente respuestas a las cuestiones que el texto representado plantea. El teatro es, además, un gran espejo, frente al que tanto actores como espectadores miran su propia realidad, por lo tanto descalificar al teatro venezolano es descalificarse a sí mismos… Pienso que si estas personas se dedicaran al hacer y no solo a criticar, es seguro que no volverían a descalificarnos.

T/ Eduardo Chapellín
F/ Cortesía MM