Por Marcelo Barros|La memoria viva de un profeta (Opinión)

Hay dos formas de rememorar a las personas que han partido: una es recordando su vida, pero de tal forma que la persona sigue muerta y su tiempo pasó. Otra forma de hacer memoria es actualizar su mensaje y ejemplo, para que podamos seguir su camino liberador.

En América Latina y el Caribe necesitamos profundizar un ambiente de diálogo entre grupos de base y organizaciones sociales que trabajan por un mundo mas justo. Para eso, en estos días, al sur de Brasil, en Porto Alegre, tuvimos un nuevo Foro Social de las Resistencias. Frente a las nuevas investidas del imperio para desestabilizar gobiernos progresistas, como ocurrió en Paraguay, Brasil y Argentina y como, día a día, ocurre en Venezuela, Ecuador y Bolivia es importante recordar figuras que puedan ayudarnos a vivir la resistencia y a mantener la esperanza.

Esta semana, en Recife, celebramos la memoria valiente y estimulante de Dom Hélder Câmara obispo y profeta que, en toda la segunda mitad del siglo XX, fue uno de los mas importantes profetas de la no violencia activa y de las luchas de liberación de los pueblos.

Él fue Arzobispo de Recife, en los tiempos terribles de una cruel dictadura militar. En esa situación, él consagró toda su vida a la defensa de los mas pobres. Denunció las torturas y enfrentó diversas veces amenazas y persecuciones. Él nos enseñó que cuanto mas oscura es la noche, mas brillante será la aurora que anuncia el nuevo día.

Él sabía que el mundo no va a cambiar por la acción aislada de líderes iluminados, sino por el compromiso y el trabajo continuado de grupos de base que resistan y ensayen desde ahora una forma diversa de vivir. Hélder Câmara llamó a esos grupos minorías abrahámicas, porque aunque pequeños y aparentemente impotentes, acaban siendo fructíferos fermentos de una nueva humanidad.

Somos todos llamadas y llamados a ese nuevo esfuerzo conjunto de esperanza y solidaridad en el mundo.

En 1994, Dom Hélder Câmara envió este mensaje al movimiento italiano Mani Tesi (Manos extendidas): «… ¡No estamos solos. Por eso jamás aceptaré la resignación o la renuncia a la esperanza. Un día, el hambre será vencida y habrá paz para todos los seres humanos. En ese mundo, la última palabra no puede ser la muerte, sino la vida! ¡Nunca mas podrá el odio, sino el amor! Tenemos que actuar para que la desesperación ceda paso a la esperanza. Que nunca mas las manos se presenten rígidas y cerradas de un ser humano contra el otro. Que todos nuestros movimientos sean la práctica de lo que ustedes tienen como nombre: ¡Manos extendidas! Unidas en la solidaridad y el amor para todos».

T/Marcelo Barros
irmarcelobarros@uol.com.br
Recife / Brasil