Mentiras y verdades

Por Hildegard Rondón de Sansó

Cada época tiene sus males, derivados de las ventajas recientemente adquiridas, para confirmar el refrán que dice: “No hay mal que su bien no tenga, ni bien que su mal no traiga”.

Nuestro mayor adelanto en todos los aspectos vitales, en los momentos actuales, tanto individuales como colectivos, en calidad de grupo social, es el dominio de los medios electrónicos de comunicación. A través de ellos podemos saber mas sobre nuestra posición en el mundo y permitir un mejor conocimiento de las ventajas que podemos obtener, pero en orden de lo inicialmente expresado, una de las consecuencias negativas que tiene el sistema de información, enriquecido por las diversas redes y medios, es que no se limita a divulgar las noticias, sino que las modifica, falsea e incluso, las crea para atender a sus propios intereses o el de los específicos centros de poder a los cuales se vincula.

Lo evidente es que todo este efluvio de datos destinados a informar sobre la historia reciente tiene su máxima realización en la falsedad de los hechos narrados. ¿Qué significa falsedad de hechos narrados? Significa cualquiera de las siguientes circunstancias:
1.- La mentira verdadera y propia, que es afirmar la existencia de hechos que no se han producido o que se han producido con un efecto diferente al que es anunciado por la noticia;

2.-Ignorar los hechos. Pasar por delate de ellos como que si no existieran;

3.- Justificar las faltas de determinados grupos y elogiar sus resultados, aun cuando hayan sido contrarios a la ética;

4.- Imaginar circunstancias que no han llegado a realizarse aun cuando podrían constituir un suceso futuro.

5.- Carecer de la responsabilidad suficiente para reconocer los errores y faltas cometidas.
Todas estas actuaciones hacen que la información ya no sea veraz y se haya convertido en un comentario mas, sin sustento o asidero, lanzado al aire para que satisfaga los intereses de quienes deseaban que los hechos fuesen tal como han sido narrados.
Ante esta circunstancia, “la evidencia” periodística está dejando de existir y todo se transforma en una simple posibilidad.
El ejemplo mas claro de las situaciones antes mencionadas se dio indudablemente en los hechos que afectaron al Oriente Medio, permitiendo la destrucción de Libia; la caída de Irak y, sobre todo, la evolución de los acontecimientos en Siria. No hay una verdad que haya sido contada desde el principio hasta el fin, sino falsedades cuya inexactitud es posible constatar o bien, elementos probatorios de hechos que dejaron de tener preeminencia.

Es cierto que la historia como tal nunca ha sido suficientemente objetiva. El adagio que dice que la solución de los conflictos es siempre una versión que nos dan los vencedores, por lo cual no hay certeza alguna sobre su desarrollo o sobre su fundamento, es también una regla de su narrativa tradicional.
El hombre moderno tiene la ventaja de disponer de mucha información, pero nadie le garantiza que esa información obedezca a la realidad de los sucesos y que ha sido interpretada correctamente, o por el contrario, si lo fue, en la forma que mas convino a los intereses tutelados por el intérprete.
Uno piensa que estaban mejor nuestros antepasados que tenían que esperar dos o tres meses la llegada del barco que venía de Europa, para enterarse de las noticias de otros mundos, por cuanto tales noticias seguirían siendo auténticas, solo que no se podía saber si con el paso del tiempo habían sido superadas por otros acontecimientos. Las dudas no eran atribuidas al informante, sino a los necesarios cambios que el tiempo produce.

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