Por Armando Carías|Mi vecino me odia (Opinión)

Tengo un vecino que me odia. Todavía no se quién es, pero sé que tengo un vecino que me odia.

Todo comenzó aquel día, cuando en cadena nacional, el presidente Nicolás Maduro dijo haber sido frecuente espectador de las obras de El Chichón, el grupo de teatro que dirigí durante 28 años en la Universidad Central de Venezuela (UCV)

Esa misma noche, al llegar a mi casa, encontré la primera advertencia: «Carías, múdate. ¡Vete para Cuba!».

Al principio no le di mayor importancia al asunto, pero esa madrugada un grito lanzado desde uno de los apartamentos que dan a la calle, me hizo saltar de la cama: «Carías cuídate. ¡Venimos por ti!».

No sé, en rigor, si quien solicita mi mudanza es la misma alma generosa que se preocupa por mi cuidado. Es probable que no sea uno, sino dos o tres los vecinos a quienes nos les caigo bien.

Debo aclarar que resido en una zona de la ciudad de reconocida fama guarimbera, rasgo al que en fechas recientes se le ha añadido la innovadora modalidad de linchamientos selectivos, ya sean estos a fugaces carteristas a la salida del Metro o a inocentes cheff quemados vivos. ¿Te escribo la dirección?

Ante este panorama me mantengo alerta y al coincidir en el ascensor con algún vecino, procuro adivinar en sus silencios o en la cordialidad de su saludo, la clave que me de la pista para inducir si esa amable persona, toda cortesía y buena educación, es la misma que me deja anónimas amenazas y me lanza nocturnos insultos desde su ventana.

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