Misticismo en tiempos de Constituyente

 

Temática- Rompiendo al norma

Por Javier J. Véliz

Quizás sea apropiado comenzar con una declaración de buena fe –de bona fides como se entiende en Derecho– diciendo que aunque soy ateo y estoy orgulloso de haber abandonado la creencia en un poder divino, respeto a quienes sí creen y rigen su vida según pautas morales inspiradas en lo espiritual.

El mundo necesita lo sagrado, del correlato místico que endulce la dureza material de la condición humana. Una sociedad de pensamiento exclusivamente racional sería una sociedad sin poesía, donde el imperio de la lógica sería terrible. Aun hoy día, si prestamos la suficiente atención, podemos vislumbrar rastros de maltusianismo y de darwinismo social en algunos discursos públicos, impúdicos en su pragmatismo, espeluznantes en su retórica.

No obstante, un pensamiento exclusivamente místico sería igual de funesto para cualquier sociedad, pues la moral divina no suele aceptar cuestionamientos, la ley se vuelve absoluta y se convierte en ley sagrada y el pecado en crimen. Los Estados confesionales, las teocracias y otros Estados en donde una tradición muy larga ha permitido a la religión colocarse al lado de los poderes públicos han demostrado, en demasiadas ocasiones, que pueden ser brutales en el ejercicio de su creencia y en la defensa de unas tradiciones que no admiten revisiones.

En este tipo de sociedades, las transformaciones sociales mueren por inanición.

Así que una sociedad ideal debería ser forzosamente heterogénea. Con el suficiente misticismo para darle valor a la vida, para que el pacto social de convivencia sea como un comportamiento internalizado. Y con lógica y pragmática suficientes para aplicar los cambios que sean necesarios en lo social, para derribar paradigmas sin trauma.

En Venezuela pareciera que el pensamiento místico está presente mas fuerte que nunca: se apelan a símbolos y a valores tradicionales para defender un lado y otro de la contienda. Algunos, con la intención de volver a una Venezuela imaginaria en donde no existía la división social de ahora. Los otros, para no volver a aquella misma Venezuela que escondía sus diferencias sociales e inequidades a punta de metralla y represión.

No es raro que justo ahora, en medio del escenario de lucha, aparezcan dogmas cristianos ofreciendo respuestas, consuelo, cauce; y que sus ministros se presenten en los medios insistentemente, sonrisa en ristre, abogando por la reconciliación como si el problema en el país fuera simplemente el de hermanas, hermanos enemistados.

A feministas y disidentes sexuales les digo: debemos estar alertas. Son tiempos de llamado a Constituyente y debemos asegurarnos de que el lado mas reaccionario del pensamiento místico no descalifique las reivindicaciones sociales que tanto hemos exigido.

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