Por Walter Ortiz|Modelos en modo contraste (Opinión)

La decisión soberana del presidente Nicolás Maduro de cerrar la frontera por el estado Táchira hasta que exista una nueva situación, que no sea el desangramiento de nuestra economía producto de las acciones del Estado colombiano, ha desatado cualquier clase de análisis, opiniones y posturas.

Sin embargo, de todas ellas y sin dejar de destacar la defensa diplomática de nuestra Cancillería, que ha dejado muy mal parada a la diplomacia colombiana, debemos resaltar un par de opiniones ni más ni menos que de la jefa de Relaciones Exteriores del vecino país, María Ángela Holguín.

En su voz de entrada escuchamos el reconocimiento de una situación que desangra a Venezuela, desde el punto de vista del contrabando de extracción de bienes de primera necesidad, gasolina, hasta papel moneda. Esto lo dijo con toda calma en Cartagena, en el contexto de la reunión sostenida con nuestra canciller Delcy Rodríguez.

Con sinceridad, Holguín tuvo que reconocer en primera instancia algo que cualquier político vista la situación haría. La existencia de una frontera donde Venezuela se ve perjudicada y el Estado vecino no hace nada. Tal posición, sin duda, ha debido recibir el más contundente regaño de parte de un presidente Juan Manuel Santos que casi al parpadeo decidió patear la mesa y los acuerdos construidos en Cartagena.

De allá para acá, hemos visto uno a uno los errores políticos de la diplomacia colombiana, pretendiendo incluso calificar a nuestra país de “nazi”.

¿Quién va a creer semejante ridiculez con 5,6 millones de hermanos colombianos viviendo entre nosotros y otro tanto haciendo lo imposible para venirse a Venezuela?

El remate de los errores vino de la mano de la propia Canciller colombiana cuando decidió dar “consejos” a nuestro Gobierno en una reciente declaración sobre cómo manejar su política social con un despectivo “subsidien a los pobres pero no a los productos”, acompañado de “el término paramilitarismo ya no se usa”.

Dichas afirmación provocarían risa si no fuese por el hecho de que quienes están sufriendo son las colombianas y los colombianos lanzados a su suerte por un Estado cada vez más incapaz y más neoliberal, que da consejos a otros Estados que ni piensa desarrollar en su tierra y que pretende que otro Estado sostenga lo que ellos no hacen, porque no es parte de su pensamiento político ayudar a los pobres sino permitir que sean explotados por la insaciable burguesía.

Lo único bueno de todo esto ha sido que el Gobierno de Colombia, en voz de su canciller, ha puesto los puntos claritos, alejándose de retoricas y discursos de circo. El problema, siendo de modelos, adquiere ribetes políticos y convierte a las acciones del Estado colombiano en arteras maquinaciones para destruir la Revolución Bolivariana, bajo el tutelaje de un amo estadounidense al cual no se han limitado a entregarle su pensamiento y voluntad, sino su territorio y jurisdicción.

El debate que viene será bien bueno, más con posiciones así que nos facilitan las cosas. Lo único que falta para redondear es que la “flamante y desarrollada” Europa nos dé clase de políticas migratorias, después del desastre que están haciendo en sus fronteras con África y Oriente Medio con los seres humanos que salen huyendo de Siria y Libia gracias a la guerra que ellos y el Nobel de la Paz ejecutaron.

walter1982@gmail.com

¡Cuidado! pareciera que el gobierno colombiano no usa arengas o rodeos para referirse al problema; pero soslaya y tergiversa con el guante de los mass media temas álgidos