Por Marcelo Barros|Dios, amor versus intolerancia (Opinión)

Actualmente el mundo vive una mayor diversidad cultural y religiosa y, lamentablemente, vive también situaciones de intolerancia y conflicto en relación a grupos religiosos diversos de la cultura dominante.

En estos días, en Francia, los tristes atentados terroristas han provocado una reacción que parece usar el mismo lenguaje de los extremistas y no hacen la necesaria distinción entre el fundamentalismo religioso y la fe de una religión concreta como es el Islam que nada tiene a ver con episodios como ese.

En diversos países de América Latina, a diario, ocurren hechos de discriminación contra grupos religiosos de tradición indígena o afro descendiente. Aunque las Constituciones de nuestros países defiendan la libertad de culto, la intolerancia aún aparece hasta en programas de radio y televisión.

Lo más grave es que esas ocurrencias de discriminación y violencia no vienen de ateos dogmáticos. En América Latina, vienen de grupos que se dicen cristianos y actúan en nombre de Dios.

Ellos presentan un Dios violento y vengativo. Usan textos bíblicos, interpretados literalmente para justificar un Dios cruel e intolerante. La Biblia, escrita en otros contextos culturales, si tiene leyes de una sociedad patriarcal y racista. Sin embargo, la revelación de Dios es evolutiva.

Jesús dijo que la ley es en función del ser humano y no al contrario. En su vida, valoró personas que tenían otras religiones diversas de la suya. Jamás, la fe puede ser fuente de discriminación humana y violencia. Eso hace que personas como Woody Allen puedan decir: “Dios es una persona buena, pero vive rodeado de gente no recomendable”.

Durante siglos, la misma Iglesia Católica se decía la única Iglesia verdadera y por eso, perseguía herejes y disidentes. Solamente, hace 50 años, al concluir el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica publicó la declaración Nostra Aetate que reconoce el valor de otras religiones e incentiva los fieles a valorar lo diferente y a practicar el diálogo. También en 1961, el Consejo Mundial de Iglesias, que reúne más de 340 Iglesias evangélicas y ortodoxas, defendió una actitud de respeto y diálogo con las otras culturas y tradiciones religiosas.

En el mundo actual, la diversidad religiosa es un hecho que se impone a toda la humanidad. Esa diversidad no es negativa. Es gracia divina que enriquece a todos. A través de ella, las tradiciones religiosas pueden complementarse recíprocamente. Cada grupo religioso puede abrirse a lo que Dios le revela, no solo a partir de su misma tradición, sino también a través de los otros caminos religiosos.