“En México hemos estado sumergidos en el Medioevo” dice el analista Raymundo Espinoza|La privatización de Pemex es “un apretón más del neoliberalismo”

Es espeluznante escuchar a Raymundo Espinoza y su relato sobre el México del presente, que en poco se parece a las novelas de Televisa. Se puede presumir que la cercanía con Estados Unidos dejó a este país del norte como el patio trasero, literalmente, de la nación imperial, lo que se traduce en la imposición del neoliberalismo como modo de relaciones, de vida y de economía.

Espinoza, investigador del Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular (Casifop) y quien esta semana dictó en el Celarg la conferencia “Conflictos ambientales, petróleo y protestas sociales en México”, comparte con el Correo del Orinoco los relatos de la vida cotidiana, los de las protestas, los de la acción política de quienes resisten el imperialismo, los de la represión. Del diálogo toma nota el profesor Emiliano Terán Mantovani, investigador de la institución. Una de las últimas batallas es la de los colectivos y el propio dirigente de izquierda Andrés Manuel López Obrador, quienes se oponen a permitir que avance la privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex).

El analista expresa que muchos pensaban que en México no era posible otra vuelta de tuerca del neoliberalismo, porque movimientos sociales se alzaron y lo impidieron “Pero el mal ejemplo de América Latina somos los mexicanos”, ya que “en México hemos estado sumergidos en el Medioevo, en el oscurantismo neoliberal”. Y resulta que con el presidente Enrique Peña Nieto “se viene la vuelta de tuerca, un apretón más del neoliberalismo y resulta que está muy vivo y en medio de una lucha de acumulación original de capital” y recursos del mundo. Una batalla a muerte contra los pueblos.

México, visto así, “es un reducto del neoliberalismo”, debido “a que la vida siempre ha girado en torno a Estados Unidos”. La historia de esta nación es “la de los despojos”, la de un país que sufrió la mayor expropiación del planeta, según palabras de Espinoza, con el robo de zonas petroleras y de grandes riquezas agrícolas por parte de EEUU.

-¿Cuál es la diferencia ahora?

-Ahora los despojos se van haciendo más pequeños, parciales, muy ubicados. Los despojos actuales implican impactos ambientales, migraciones y violencia tremenda. Ahora van por todo: es la lucha por los recursos naturales.

IMPOSIBLE SIN PETRÓLEO

Pese a su crudo diagnóstico, hay “una puesta por construir un proyecto de nación, de desarrollo nacional y beneficio para la ciudadanía, sustentado en los recursos energéticos del país”, y eso sería imposible con la privatización de la petrolera, porque en torno al crudo gira buena parte de la economía mexicana.

La esperanza de que México pueda asumir un liderazgo en el continente y romper las cadenas “sería imposible” con la entrega de Pemex, y “si ahora es dependiente del comercio con Estados Unidos, ahora sería peor”, resume. Privatizar Pemex sería “el fin de cualquier esperanza para México, porque se quedaría sin el recurso material para eso”.

Los defensores del gas de esquistos o gas shale piensan que con esto “se van a poder hacer muchas cosas”, pero en realidad “son inversiones muy especulativas, porque no está claro qué se podrá hacer y qué no” con los esquistos. Lo cierto es que México “también está metido en ese discurso”, advierte. La extracción del esquisto ha sido definida como muy traumática por los defensores del ambiente, porque implica la fractura de las rocas.

La entrega de Pemex, señala, implicará que la nación azteca se quede sin recursos para sostener la inversión pública, alerta Espinoza. “Tendríamos un problema muy grande: ¿Cómo solventar el presupuesto? Si se entrega Pemex, ya no contaríamos con Pemex”.

Espinoza menciona también el problema ambiental, producto de la explotación de crudo. “Han ocurrido accidentes muy graves” conocidos por los medios de comunicación, reporta, y otros que no trascienden pero no por ello son menos graves. “Continuamente hay contaminación del Golfo de México” relacionada con el petróleo, “y no solo porque haya derrames, sino porque los barcos arrojan diésel” y otros tóxicos. Esto genera “problemas de salud graves, que muchas veces no se dicen por la importancia del petróleo” para la economía.

PRESIONES

En agosto, el presidente Enrique Peña Nieto presentó su propuesta de reforma energética que -tal como lo registra la propia página web de Pemex- modifica los artículos 27 y 28 de la Constitución para permitir la participación de particulares en la exploración, extracción, refinación, petroquímica, almacenamiento y transporte de petróleo. El Mandatario insistió en que no se perdería la propiedad del Estado sobre los hidrocarburos.

«Los generosos yacimientos se han ido agotando y no obstante, las multimillonarias inversiones que realiza Pemex cada año, nuestra producción ha decaído sustancialmente. A pesar de estas circunstancias, gracias a las innovaciones tecnológicas globales y a trabajos de exploración ejecutados por Pemex, sabemos que México tiene la oportunidad de un nuevo crecimiento energético, pues contamos con vastos recursos que se encuentran en yacimientos no convencionales; es decir en aguas profundas, en formaciones de lutitas, de donde se puede extraer petróleo y gas”, planteó en ese momento.

«La mejor opción para los líderes de México es la apertura de la industria petrolera, reducir la dependencia del Estado en los ingresos del petróleo y privatizar Pemex, lo que obliga a la empresa a competir con empresas extranjeras ágiles, sujetas a normas coherentes y fiscalidad razonable. La productividad se dispararía, el crecimiento económico, lo haría. Ese tipo de reestructuración ambiciosa, sin embargo, parece mucho más allá de la imaginación reformadora», expuso un editorial de The Washington Post, en el que queda clara la promoción de la privatización, como ocurrió en Venezuela en los años 90 del siglo XX con el auge del neoliberalismo.

«La empresa, conocida como Pemex, es un apático monopolio, por mandato legal apoyado en justificaciones que nublan el cerebro sobre el orgullo y la soberanía nacional. La burocracia de Pemex es impenetrable, el líder de su sindicato vive de manera extravagante y, en una encuesta reciente, 80% de los mexicanos asocia a la empresa con la corrupción», agrega el editorial difundido por http://eleconomista.com.mx.

López Obrador rechazó la decisión de Peña Nieto y -con movilizaciones en la calle- demandó una consulta popular sobre el tema. “En esencia, lo que quieren es robarse las utilidades del petróleo. No hay nada que justifique la reforma del 27 (constitucional). Rockefeller decía: ‘El mejor negocio del mundo es el petróleo’. Y el segundo mejor negocio del mundo ‘es el petróleo mal administrado’. Ese es el caso de México. Por eso es la tentación. Se quieren quedar con la gallina de los huevos de oro”, denunció, entrevistado por Proceso.

En esa conversación argumentó que el nivel de rentabilidad de la extracción de crudo en México “es el más alto del mundo”, ya que “cuesta 10 dólares producir cada barril y se vende a 100 dólares”. De no ser por los gastos en contratos de servicio, la extracción de cada barril podría costar cuatro dólares.

ARTICULACIÓN

Para Raymundo Espinoza es fundamental la articulación entre López Obrador y los grupos que resisten. “López Obrador es un líder social que incluso se amarraba en los pozos y hacía huelgas de hambre. Su lucha por el petróleo ahora no es casualidad”, sino producto de una tradición. Ahora, el excandidato presidencial unió su lucha con la de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas, una de las grandes figuras de México.

También es cierto, refiere, que “los movimientos sociales han tenido cada uno sus propios cauces, su propia trayectoria, sus desarrollos”, con aliados coyunturales y personas que convergen. Esos colectivos “siempre le piden más a López Obrador”, le “piden que vaya más allá de lo meramente institucional y que no reclame nada más en términos de lo ciudadanamente posible”, sino que “reclame más”.

-¿Es viable la consulta que está pidiendo López Obrador?

-No la van a hacer. Institucionalmente no la van a hacer. Peña Nieto dijo que no, pero es un argumento de lucha para este lado, porque queda como un gobierno que no quiere dialogar el tema, sino que impone. Pone en evidencia el autoritarismo.

Construir “plataformas inclusivas” con base en las necesidades de la gente, así como tender puentes para solidificar las alianzas son algunos de los retos, plantea Espinoza.

-¿Las reformas que propone Peña Nieto son inexorables?

-La de los maestros ya se hizo, pero los maestros insisten en echarlas para atrás. Ello requiere la intervención del Congreso para que se derogue la ley.

-¿Y la petrolera?

-Se puede parar. Por eso la presión ahora.

Para el investigador “los agravios son muchísimos” y en diversos sectores, y hay otra figura, la del obispo de Coahuila, Raúl Vera, que también reúne a quienes luchan contra el neoliberalismo.

Los movimientos en México “tienen mucha tradición”, incluidas las guerrillas que existieron y existen, refiere. “Ahora está muy claro de dónde viene el golpe, y eso ha permitido que afloren los colectivos, que desarrollen conciencia crítica” y se fortalezcan. “La contradicción está tan clara, que ha permitido que emerjan los colectivos y una conciencia crítica global, colectiva”.

-¿Cuál va a ser el sujeto social de la transformación en México?

-Creo que son múltiples. Pero en la idea posmoderna de no encontrar sujetos y líderes claros, los procesos no terminan de cuajar. Se requieren liderazgos grupales o personificados. Creo que es muy importante que se logre formar una plataforma amplia de colectivos que impulsen un programa, que debe cuajar en liderazgos muy claros, con los viejos y los nuevos personajes.

Espinoza analiza que la satisfacción de las demandas avanza gracias “a movimientos que tienen plataformas sociales amplias, que tienen programas amplios e incluyentes” y que tienen líderes específicos, lo que México -en su opinión- necesita en el presente.

CRISIS CAPITALISTA NO ES EL FIN DE LA HEGEMONÍA

Raymundo Espinoza sostiene que la crisis del capitalismo “no es el fin de la hegemonía de los norteamericanos”, aunque “sí se cuestiona la forma cómo los norteamericanos ejercen ese poder imperial”.

El investigador mexicano advierte que no está en crisis el imperio, y difiere de quienes dicen que se va a acabar inmediatamente. “Las crisis se caracterizan porque se recuperan”, recuerda.

No obstante, sí ratifica que hay un cuestionamiento a la política estadounidense. De acuerdo con su análisis, el surgimiento de gobiernos progresistas en América Latina son “también cuestionamientos a la forma como Estadios Unidos quiere ejercer su poder mundial”, y por eso “cada vez que critiquemos a los gobiernos progresistas debemos poner eso en la balanza”, ya que “le hacen frente al Gobierno norteamericano” con valentía.

T/ Vanessa Davies
F/ Luis Franco