El jefe de la Policía de la ciudad de Ferguson (en Misuri, centro-este de EE.UU.), Thomas Jackson, ha renunciado este miércoles a su cargo en medio de las revelaciones de la actitud racista de los cuerpos policiales de este país hacia los ciudadanos afroamericanos.
El ya exjefe de la Policía de Ferguson, según fuentes consultadas, será sustituido por un nuevo funcionario proveniente del departamento de Policía de esta urbe, cuyos miembros están siendo duramente criticados por el sistemático abuso que hacen sus poderes contra los ciudadanos afroamericanos.
Jackson, quien en un principio fue uno de los defensores del desempeño de los efectivos policiales de Ferguson en el caso de Michael Brown, el joven afrodescendiente que iba desarmado cuando fue asesinado por el agente blanco Darren Wilson, ha anunciado su renuncia unos días después de publicarse un reporte sobre la actitud discriminatoria del departamento de Policía de Ferguson.
De acuerdo con la investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, varios altos funcionarios públicos de Ferguson, entre ellos Jackson, implementaron una serie de medidas para conseguir más ganancias para la Policía multando a ciudadanos negros por delitos que, en la gran mayoría de los casos, no habían cometido.
En la cuenta del correo electrónico del exjefe de la Policía encontraron pruebas de que, mediante las citadas prácticas, consiguieron cerca de 180.000 dólares en el curso de un mes.
En el reporte del Departamento de Justicia de EE.UU. sobre la policía de Ferguson se destaca que 85 por ciento de los vehículos detenidos por la policía eran conducidos por negros, 90 por ciento de las personas que fueron multadas eran negras, 93 por ciento de los arrestados eran negros, 95 por ciento de los peatones que fueron acusados de haber cometido alguna infracción eran negros y 94 por ciento de las personas a las que se les imputó desacato eran negras. La población negra de Ferguson es el 67 por ciento.
Las prácticas discriminatorias de la Policía estadounidense y los recientes casos de asesinato de ciudadanos afroamericanos por parte de los efectivos policiales han puesto de relieve las divisiones raciales que existen entre las fuerzas públicas y los ciudadanos afrodescendientes de Estados Unidos, además de desatar multitudinarias protestas de condena.
Los hechos obligaron al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a reconocer que los negros estadounidenses ya no confían en la Policía.