Por Carolina Escarrá Gil|¡Esa es! (Opinión)

Llovía a torrentes en el estado Vargas, aquel día telúrico en el que tal cual gotas de lluvia, el pueblo daba un rotundo apoyo al proyecto de Constitución de la Asamblea Nacional Constituyente. El 71,78% de la intención popular, apoyaba el nuevo texto constitucional y la nueva estructura del Estado, que dejaba de ser una entelequia ausente del pueblo, y le devolvía a éste el poder originario, para manejar sus propios designios.

Desde la Constitución de 1811, se empezaban a vislumbrar valores y principios propios de la gesta bolivariana, libertaria e independentista que fundó la República. Sin embargo, esa gesta fue entregada luego de la Constitución de 1830. Salvo una Constitución muerta antes de iniciar su camino, debido a un golpe de Estado fulminante, las Constituciones eran sobretodo trajes hechos a la medida del gobernante de turno, interesado en mantener el status quo, respondiendo a intereses foráneos, sin claridad ni conciencia sobre lo que es soberanía y mucho menos popular, o sobre lo que plantea la Constitución bolivariana, de aquello llamado justicia social.

Así, luego de una obra jurídica magistral como la Constitución de l961, que planteaba un ideal Estado formal de derecho, a la medida de los intereses de Punto Fijo, sellando un pacto de poder elitesco; tenemos una Constitución política bolivariana que es de sangre y piel venezolana, producto del mestizaje, de nuestra gesta independentista, preindependentista y originaria; que a pesar del miquilenismo, plantea un Estado democrático y social de derecho y de justicia, inspirada en valores bolivarianos, que le devuelve la soberanía al pueblo y describe la forma de participación directa del mismo; anteponiendo los derechos humanos colectivos y difusos, sobre los derechos individuales; reconociendo nuestras diferencias identitarias y respetándolas.

Esa es la Constitución, que es ALBA porque es alternativa y es alianza, siguiendo los sueños integradores de Angostura; una que tiene sabor a Matria/Patria Grande, inspirada en la geopolítica bolivariana. Una que tiene rostro mestizo, pluricultural y de género; una que tiene la fuerza del comandante Hugo Chávez y de su gesta; una que es dinámica, permanente y cambiante, como todo Poder Constituyente originario; una que es antiimperialista y grita desde sus entrañas: ¡Venezuela se respeta!

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