“Todos somos manipulables” es la máxima del conductismo. Eso, en este gran mercado donde nos movemos, lo aplica cualquier vendedor hoy día. El conocimiento y uso del conductismo le ha permitido al capitalismo instaurarse hasta los tuétanos.
La tiránica realidad a muchos camaradas algunas veces nos pasa por un lado y no la vemos, aferrados, quizás por la fuerza de la costumbre, a métodos que ya no funcionan. Anclados a viejas prácticas, o al revés, también dogmáticos, al extremo contrario, en un pragmatismo igual de inútil.
Al entender la importancia de la formación para la conciencia, clave, quien lo duda, para asumir en el espíritu y en la práctica la Revolución, optamos por formas académicas, tales como círculos de estudios, convivencias, talleres, etc. Y mientras tanto la calle, “la tiránica realidad”, imponiéndose.
Por otra parte, quien tan solo ve la calle, “la tiránica realidad” le impone las formas para “llegar a la gente” y se asume en la propaganda “el gusto masivo” para que “te acepten” y de allí resulta que obtienes un apoyo mayoritario ficticio. Partidarios del proyecto revolucionario, siempre y cuando esté en concordancia con las esperanzas sustentadas en el ideal de la sociedad que tú dices combatir. ¡Ay!, pero cuando “la tiránica realidad” demuestra que no es posible sostener eso, gran parte de tus fuerzas se esfuman presas de la decepción, y tú, iluso, echándole la culpa a la gente, cuando has creído que es posible hacerle una revolución al capitalismo dentro de su propia ética.
Estas salidas a corto plazo, por lo general, casi siempre, en el ámbito electoral o para la movilización acorde con la estrategia política del momento asumida para repeler las del enemigo, luego se nos revierten porque la “fulana conciencia” de la que tanto hablamos, aun no se adquiere.
Lo cierto es que el concepto sin emoción no se instaura en el cuerpo y el cuerpo tiene la tendencia a asumir el concepto de aquello que lo emociona, por lo que, para asumir un nuevo concepto se deben generar emociones acordes con él. Y primero no fue el verbo, sino la emoción. Por lo tanto, no basta el lenguaje, la jerga política. Una revolución para que sea tiene el reto ineludible de generar una estética acorde con ella.
¿Le hemos dado la seriedad que este asunto amerita? ¿Hemos hecho el estudio correspondiente de nuestra realidad emocional y definir estrategias en ese sentido?