“Este es un nuevo comienzo”, afirma Nincy Palma|“Yo nunca dudé porque tenía confianza en la Revolución”

Nincy Palma (51 años de edad) vivía en la parte alta de la calle dos de los Jardines del Valle, junto a su esposo William, su hija Esmeralda y su hijo Miguel, cuando en el año 1993 la tormenta Bret pasó por el territorio venezolano. En esa ocasión, debido a las lluvias, la casa en la que vivía junto a su familia “se vino a bajo”. De este episodio comenta: “El Gobierno no nos tomó en cuenta. Estaban mandando los adecos. Nos dieron una colchoneta y nada más”.

Palma cuenta que con mucho esfuerzo lograron reconstruir la vivienda en el mismo lugar. En ese tiempo, afirma, las posibilidades de mudarse hacia otro espacio más seguro eran “prácticamente nulas”.

Transcurridos 19 años la historia se repitió para esta familia. Tras las vaguadas de 2010, en noviembre de ese año, ya con la anexión al grupo de Egar, el esposo de Esmeralda y el pequeño Egar hijo de ambos, debieron abandonar la vivienda, pero esta vez, de forma definitiva. “La casa tenía muchas filtraciones”, explica Palma, “El agua y el pantano entraban por todos lados y se inundaron todos los cuartos y la sala. Sabíamos que se podía volver a caer y fue por eso que nos salimos”.

Ese día, cuenta, casi todo el sector fue desalojado y las familias trasladadas a la Escuela Básica Nacional José Antonio Calcaño ubicada en la parte baja de la calle 2. Luego, dos días después, un grupo de trabajadores de Corpoelec los ayudó a mudarse hasta el Liceo Luis Cárdenas Saavedra (el Chocolate), donde pasaron todo el mes de diciembre.

EL MEJOR REFUGIO

El siete de enero de 2007, las 62 familias que habían perdido sus viviendas en la calle 2 de los Jardines del Valle fueron reubicadas en el lugar que sería su hogar por más de tres años: las residencia de oficiales del Fuerte Tiuna. “Eran habitaciones muy bellas, con espacios limpios y ordenados, agua caliente en los baños. La alimentación siempre estuvo a cargo del Ministerio de la Defensa. Este refugio fue lo mejor, porque nunca pasamos trabajo”, explica Palma.

En cuanto a la organización, los habitantes del albergue establecieron una serie de normas con el fin de garantizar la convivencia en el lugar. Las reglas establecían restricciones en la hora de llegada, regulaban el volumen para escuchar música y asignaba un horario para la distribución de los alimentos. También prohibían el consumo de bebidas alcohólicas y otras drogas.

Palma fue designada como representante del grupo. Entre sus funciones estaba el servir de enlace entre la comunidad del albergue y el oficial encargado, una tarea que, a decir de la vocera, le “trajo algunas enemistades”.

Durante su estadía en Fuerte Tiuna, Palma se empeñó en “hacer cumplir la disciplina” y eso, asegura, causaba malestar. Estaba convencida de que una falla en la conducta de los habitantes del albergue era una descortesía al presidente Chávez, y especialmente, después de que el Mandatario había ordenado a los militares encargados del establecimiento “tener las mayores consideraciones con los civiles”.

Palma también se encargó de promover la convivencia entre los vecinos, distribuir los materiales y enseres donados por las instituciones del Estado y reportar todos los acontecimientos sucedidos en el establecimiento, una tarea que según explica le trajo algunos problemas.

Cuando el Presidente ordenó un trato especial para los civiles, relata la vocera, algunas personas del refugio lo malinterpretaron y asumieron una actitud grosera con los militares. En esos casos, explica, “yo tenía que servir de intermediaria y en ocasiones llegué a enfrentármelos hasta hacerlos entrar en razón”.

NUEVO COMIENZO

Por ser la vocera del refugio, Palma y su familia fueron los últimos en abandonarlo. Explica que el urbanismo Omar López Rivera no era su destino inicial; sin embargo, asegura que cuando les plantearon la propuesta no lo pensaron dos veces para aceptarla.

“Recibimos la llave el 5 de mayo de 2014”, comenta Palma. “Cuando abrí la puerta le di gracias a Dios y recordé el lugar de donde había salido y agradecí el sitio donde me había puesto ahora utilizando al presidente Chávez como herramienta para hacer cumplir su voluntad. El amor del Presidente hacia su prójimo fue lo que hizo que se identificara con las necesidades del pueblo”.

“Este es un nuevo comienzo”, agrega; “muchos pensaron que al fallecer el Presidente se iba a acabar la Gran Misión Vivienda, pero yo sabía que aunque él no estaba aquí físicamente con nosotros, no nos iba a dejar mal porque ya todo esto estaba escrito y aprobado. Yo nunca dudé porque tenía confianza en la Revolución”.

T/ Romer Viera
F/ Ángel Dejesús