El zuliano es recordado como el “campeón sin corona”|A 40 años del oro robado a Pedro Gamarro

El 31 de julio de 1976, miles de venezolanos compartimos la frustración de Pedro Gamarro en Montreal, tras haber sido despojado de la que habría sido la segunda medalla de oro olímpica para nuestro país.

Dos años antes, había recorrido nuestra piel la que tal vez fue para nosotros la primera expresión de injusticia en el deporte: en La Habana, Cuba, para nuestros ojos inexpertos, tal vez para muchos más, al cumanés Alfredo Lemus le habían arrebatado la presea dorada de la división medio ligero, frente al local Rolando Garbey, en la primera edición del Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado, en 1974.

Nuestros ojos recién llegados al boxeo habían visto ganar a Lemus frente a Garbey, en un duro combate.

Solo tres años antes, en 1971, el pugilismo nos había atrapado (hasta que nos alejara la mediocridad de los años recientes, incluyendo al tal “Money”), gracias a los títulos conquistados por el barloventeño Vicente Paúl Rondón, el zuliano Betulio González y los cumaneses Alfredo Marcano y Antonio Gómez, propiciando estos últimos que nos despertáramos de madrugada y nos estremeciéramos escuchando sus combates ante a los nipones Hiroshi Kobayashi y Shozo Saijo, narrados y comentados por Delio Amado León y Carlitos González, en un radiecito, a un volumen apenas audible para que no nos “agarrara” nuestra madre.

ESPERANZAS EN EL BOXEO

Luego de aquella desoladora experiencia con la caída de Lemus, y con nuestras retinas acumulando algunos cuantos rounds más en el pugilismo aficionado y rentado, “asistimos” desde aquí a nuestros segundos juegos olímpicos, los de Montreal-’76.

Centrada estaba nuestra atención en la selección nacional de boxeo, a algunos de cuyos integrantes le habíamos hecho el seguimiento que nos permitiera nuestra adolescencia. La integraban Armando Guevara, guayanés, en el mínimo; Alfredo Pérez, larense, en mosca; Ángel Pacheco, barloventeño, en pluma; Nelson Calzadilla, cumanés, en ligero; Pedro Gamarro, de Machiques, en welter; Fulgencio Obelmejías, barloventeño, en mediano y Ernesto Sánchez, también barloventeño, en semi-pesado.

Era ése el deporte que para entonces más satisfacciones le brindaba al país en competencias internacionales. Por ello, allí estaban cifradas las esperanzas de preseas. Sin embargo, uno a uno fueron quedándose en el camino los gladiadores criollos, con la excepción de un jovencito de apenas 21 años proveniente del caluroso suelo zuliano. El grosor y brillantez de los pergaminos de aquellos a quienes debía enfrentar, parecían augurarle tempranas despedidas..

Se llamaba –y aún se llama-, Pedro Gamarro. Le decían el “Tren de Machiques” y muy pronto sus rivales tuvieron la amargura de conocer las razones de tal apodo.

EL ORO EXPOLIADO

El primero en tocarle “en suerte” fue el cubano Emilio Correa, quien subió al entarimado mostrando lo reluciente de sus medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Munich-’72 y en el ya referido Mundial de La Habana. Empero, el criollo irrespetó tal bagaje, y se dedicó durante los tres asaltos a machacarlo, para terminar venciéndolo ante el asombro de todos.

El siguiente fue el yugoslavo Marjan Benes, campeón europeo, en apariencia otro escollo insalvable para el jovencito bolivariano. Éste tenía planes distintos: encendió los motores y desde el primer campanazo el monarca del viejo continente supo lo angustioso de ser perseguido por una locomotora entre doce cuerdas, sin la necesaria protección.

Benes, si no nos traiciona la memoria cuatro décadas después, ofreció la natural resistencia para un hombre de su trayectoria, pero aquel “Tren de Machiques” estaba indetenible y se fijaba destinos más altos.

Eran menos las bocas abiertas por el asombro tras aquel par de presentaciones iniciales de Gamarro, aunque con el próximo rival parecía avecinarse el final de la fantasía. Se trataba del estadounidense Clinton Jackson, vencido en la final de la división por Correa en el Mundial de La Habana y al año siguiente airoso, con venganza incluida,, apoderándose del oro en los Panamericanos de México-1975.

Jackson, se encontró con una tromba entre las cuerdas, siendo vapuleado de manera inapelable por el venezolano. El “Tren…” había lanzado una severa advertencia; su parada final estaba ubicada dos estaciones más allá. Había asegurado una medalla de bronce inesperada.

RESULTADOS

Arribó a semifinales, para chocar, literalmente, con Reinhard Skricek, de Alemania Federal. Su victoria, muy clara, ¡por fin! no generó sorpresas, como las anteriores.

Casi con seguridad, aquel 31 de julio de 1976 pasaba por la mente de las venezolanas y los venezolanos que habían tenido la oportunidad de seguirla ocho años antes, la gesta heroica de Francisco “Morochito” Rodríguez subiendo hasta la cima del olimpo en México.

El rival que se interponía entre Gamarro y su sueño dorado era Jochen Bachfeld, de la otra mitad de la Alemania dividida para entonces, la Democrática.

Fue, a no dudarlo, un combate trepidante, en el cual el criollo, haciendo honor una vez más a su apelativo, llevó la iniciativa y conectó los golpes más contundentes. Tres asaltos después, Venezuela, electrizada, se preparaba para escuchar en el Fórum de Montreal las gloriosas notas de nuestro Himno Nacional y ver ondear en lo más alto nuestro hermoso tricolor.

La decepción, la desilusión, no tardó en recorrer los torrentes sanguíneos: tres de los cinco jueces se inclinaron por el germano, robándole literalmente el oro a Pedro Gamarro. Monedas y latas llovieron hacia el ensogado, en una evidente señal de protesta de quienes plenaban el escenario canadiense. “Sentí ganas de llorar”, contó en innumerable ocasiones Gamarro, y muchas y muchos sin dudas no pudieron contener sus lágrimas.

T/ Jimmy López Morillo
F/ Cortesía Diario Panorama