Cuando quieren demostrar que el modelo socialista no funciona y que debemos cambiarlo por uno de corte neoliberal, los dirigentes y analistas opositores pisan el terreno del cinismo más descarado.
Los representantes de la derecha dicen que hay que eliminar los controles de cambio, de precios y las regulaciones laborales para que los pobres sean felices. Lo dicen como si acá mismo nunca hubiésemos experimentado con ese tipo de recetas. Lo afirman como si las terribles décadas de los 80 y 90 no nos hubiesen dejado, neoliberalismo mediante, convertidos en uno de los países más inequitativos del planeta.
Estas personas postulan “la economía libre” como una panacea, mientras esa tal fórmula sufre una de sus peores crisis a escala mundial. Defienden esas ideas que han hundido en la miseria a grandes masas humanas de países históricamente tan cercanos al nuestro como España y Portugal. Apuestan por una nueva ola de neoliberalismo a pesar de que ya se ha demostrado que solo sirve para crear bombas atómicas sociales, escenarios en los que los pobres se tornan cada vez más pobres y las clases medias pasan también a la pobreza. Hablan de una supuesta prosperidad inherente al capitalismo sin freno, mientras en las grandes mecas de ese sistema solo vemos gente echada a su suerte, familias sin casa, profesionales sin empleo, ancianos sin pensiones, madres sin seguro médico.
Uno de los colmos al que llegan los opositores al decir que el modelo socialista no funciona y que debe ser reemplazado por ese otro, tan maravilloso, es cuando postulan a Colombia como el ejemplo de una nación que funciona bien y tiene un esquema económico exitoso. Al hacerlo soslayan el hecho de que ese país es terriblemente desigual y por ello ha sido y sigue siendo un exportador neto de pobres, principalmente hacia Venezuela, Estados Unidos y Europa. Obvian la realidad de que, en buena medida, la economía colombiana legal se nutre de esa otra ilegal y multimillonaria, de ese gran negocio binacional colombo-estadounidense que es la droga (del que luego –cínicamente- quieren culpar a los vecinos).
Al ensalzar al país hermano, los opositores locales también se hacen los locos para no meter en sus análisis la variable de que Colombia es beneficiaria directa de las políticas venezolanas que ellos condenan. La prosperidad económica de extensas regiones colombianas es producto del contrabando de bienes subsidiados por el socialismo venezolano, un turbio negocio que les da enormes ganancias a los mafiosos, “trabajo” a muchísimos colombianos que de otro modo estarían desempleados y acceso a los productos que escasean en esta lado de la frontera. Decir, en este caso, que deberíamos ser como Colombia equivale a considerar un ejemplo a alguien que se ha hecho rico aprovechándose de sus vecinos. Puro cinismo.