Por Ana Cristina Bracho|Infancia y bachaqueo (Opinión)

Pitágoras decía que si se educaba a los niños no era necesario castigar a los hombres, esta idea tan simple como determinante vino a convencernos por siglos y siglos. Por ello, es un lugar común que cuando uno pretende plantear que una sociedad avance se hable de escuelas y de universidades. Dicho así, las generaciones parecen confiar en la alquimia que sumará el trabajo de casa con el hogar y podrá dotar el futuro de la nueva mujer y del nuevo hombre, de una realidad tranquila caracterizada por el avance y la solidaridad social.

Pisando el presente, con la guerra económica y sus síntomas, es necesario como Estado y sociedad fijar la mirada en niñas y niños que a diario son utilizados por las mafias dedicadas al bachaqueo. Pues todas y todos hemos visto pasar de brazo en brazo lactantes, pernoctar pequeños de algunos meses o alguna niña llevada al viacrucis de las rutas del dinero inmediato. Su implicación y utilización en estos delitos, hoy más lucrativos que la droga y la prostitución debe rechazarse con las misma energía puesto que cada uno de esas niñas y esos niños que permanecen en colas por horas y horas, están siendo privados de parte de sus derechos fundamentales.

¿Por qué hablar en especial de las niñas, los niños y adolescentes? En parte porque en el presente el derecho les ha otorgado, nacional e internacionalmente, un régimen jurídico de protección especial y, porque para el futuro, es difícil prever las consecuencias sanitarias, educativas y morales que comporta esta manera de aprovechamiento de la infancia. Así las cosas, es tiempo de revivir las ordenanzas municipales que reglamentaban la permanencia de niñas y niños en los espacios y vías públicas, así como tomar en cuenta la utilización de infantes en estas redes de delincuencia organizada.

Si las causas de la situación presente pueden ser muchas su combinación dolosa tiene como finalidad evidente destruir la sociedad venezolana en sus lazos más profundos, como la tienen, en definitiva, todas las prácticas de crímenes de lesa humanidad, en las cuales, como en el genocidio, es vital destruir las bases socioeconómicas y culturales de un país. Una de ellas, nuestra manera de comprar en el supermercado y completar en el abasto, de pedir ñapa y un “poquito” a la vecina tiene también el suspiro orgulloso del padre que se esfuerza por darle un mejor país a sus hijas e hijos, uno donde se conozca el valor del trabajo y la compasión por los otros y a ese sentimiento tan propio de nuestras calles, de nuestras madres, es al que apelo hoy en día en todas y todos los habitantes en territorio venezolano.

@anicrisbracho

Desde hace tiempo que EEUU intenta socavar las bases y quebrar los valores fundamentales de la sociedad latinoamericana, sus medios transmiten por todas partes sus antivalores desde hace generaciones
generaciones y gracias al petróleo no han casi asimilado a sus costumbres, cosas como el béisbol, y los «perrocalientes» que para nuestra sociedad son «normales» son muestra de esta penetracion cultural, que nos ha casi convencido de que ganaron en Vietnam. Imaginen lo que esa idea puede hacer en una sociedad si partimos de la educación criminal que reciben en el caso del bachaqueo, éstos miles de infantes.