Un año después de ser adjudicada por la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), Iraldys Nolazco, de 31 años de edad, confiesa que aún hoy, cuando se sienta en la sala su apartamento en el urbanismo Andrés Bello y observa los detalles de la vivienda, se pregunta si de verdad le pertenece.
“Es como si fuera el primer día. La primera vez que abrí la puerta me quedé viendo y dije: ‘Dios mío, ¿esto será mío de verdad o será que me lo van a quitar y me van a decir que me vaya?’. Eso es lo que pienso y todavía vivo con los sentimientos encontrados por ser la dueña de un apartamento en un lugar tan privilegiado como la avenida Andrés Bello. Ahora mis hijos sí tienen una casa digna donde crecer. Esto es muy diferente de donde nosotros vivíamos”.
Hace poco más de 3 años Nolazco habitaba en la “casa sin numero, en el tercer plan del Barrio La Pedrera, en la parroquia Antímano”, junto a su esposo Miguel Ángel y sus hijos Anyel y Miguel. Cuenta que era un rancho todo forrado de tablas y de láminas de cinc. Tenía una sola habitación, la sala, la cocina y un baño en la parte de afuera.
Nolazco fue víctima de las vaguadas del año 2010, y como otras miles de personas, ella también se negó en un primer momento a abandonar el espacio que durante 15 años había sido su hogar. Fue el comandante Hugo Chávez quien, durante una visita que realizara al sector en diciembre de ese año, decidió el desalojo total de la zona; por más que algunos vecinos se opusieron a la medida que buscaba salvaguardar sus vidas, la orden del Presidente se cumplió de inmediato.
POR ALGO MEJOR
“Salimos la noche de 2 de diciembre con mucho miedo ante lo desconocido” explica Nolazco, quien en esa época cursaba la carrera de educación en la Universidad Bolivariana de Venezuela. “Eran muchas cosas las que se escuchaban de los refugios, buenas y malas, y por eso muy pocos queríamos dejar nuestras casitas en el cerro, así se estuvieran cayendo”, comentó
“Cuando en el 2010 Chávez dio la orden de que saliéramos del barrio lo primero que pensé fue que era mentira que nos entregarían viviendas nuevas, pero luego me dije ‘este es Chávez y yo creo ciegamente en él’; lo que el dijera, así tenía que ser”.
La noche fue larga. Antes de llegar al Hotel Sur ubicado en la calle Las Acacias de Bello Monte, fueron muchos los locales de este tipo que visito el autobús con el grupo de damnificados y representantes de la alcaldía del Municipio Libertador. “Esa noche fue de sentimientos encontrados”, comenta Nolasco; “estaba triste porque dejaba la seguridad del lugar donde me crié y, por otra parte, estaba la idea de que estábamos haciéndolo por algo mejor”.
Este establecimiento sirvió de refugio para más de 200 familias por casi 3 años. A pesar de la “incomodidades” que significo para el hotel, cada familia fue alojada en una habitación. Pdvsa estuvo encargada del bienestar del grupo.
“Al principio”, relata Nolazco, “los dueños del hotel estaban molestos, pero poco a poco se fueron acostumbrando y se colocaron reglas para facilitar la convivencia. Pdvsa siempre estuvo pendiente de nosotros y nos suministraba todo lo que necesitábamos. El mantenimiento de las áreas comunes lo dividimos por familias, y con respecto a la alimentación, después de intentar que fuéramos nosotros mismos los que preparáramos nuestras comidas, hubo problemas con la organización y encargaron el servicio a una cooperativa externa”.
Asegura que nunca pensó que “algún día viviría en un sector de clase media”. Este apartamento “primero se lo debo agradecer a Dios y después a Chávez; él fue el que hizo que nuestro sueño se cumpliera. Pero también le tenemos que agradecer al presidente Maduro, quien continuó con el legado de Chávez”.
“Nosotros”, continúa, “estamos aquí gracias a él (Maduro) porque después de la muerte del comandante creo que todos los beneficiados por la GMVV estábamos muy intranquilos porque pensábamos que se había marchado el hombre que de verdad se preocupó por el pueblo, pero nos equivocamos. El presidente Maduro sí le dio continuidad a este proyecto y al trabajo que inició Chávez”.