Un nuevo verbo irrumpe en el elíptico lenguaje diplomático: “almagrar”.
El mérito de su aparición o engendro se debe al secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro.
No es sinónimo de “amagar”, aunque tiende a confundirse con este por aquello de “hacer aguaje o amago”.
Para la lingüística moderna es un constructo que se nutre de “falsear” y “babear”.
Según la prístina filología de José Pepe Mujica, es verbo irregular, como su creador, adicto y sumiso a todas las irregularidades del imperio.