El diputado Guaidó, quien mostró potes de atún y sardina en la AN, debería pagar derechos de autor a su colega Julio Borges, por ser el primero en llevar enlatados a las sesiones cuando todavía no existían los CLAP.
Por supuesto, nadie cree que estos diputados anden buscando ofertas de comida en los mercados de Coche o Quinta Crespo.
La obsesión por el bachaquerismo parlamentario es de origen desconocido, pero la demagogia estomacal ya la practicaban los mercaderes del templo.