Por Beatriz Aiffil|Maítas (Opinión)

Madres procesadoras, colaboradoras, cuidadoras, integrales, sustitutas, del barrio… Tímidamente las madres amamantadoras aparecen en escena.

Todas tienen que ver con niñas y niños. Niños suyos y de otras. Niños.

Mujeres que trabajan para hacer una patria bonita desde las semillas, desde los niños.

Mujeres que acuden en auxilio porque allí están las niñas y los niños que no pueden irse pegados a las tetas de sus madres cuando éstas van a la oficina o a la fábrica, que reciben el almuerzo en las escuelas, que se quedarían solos a la buena de quién sabe quién.

Pero ahí están otras mujeres y todas las mujeres somos madres. Las mujeres cuidamos a los niños, somos las maestras, las enfermeras. Eso está en la sangre y más allá, en los intersticios de la memoria genética inexplorada, allá en el terreno donde se alojan las ancestrías.

Mientras logramos más interacción de los padres con los vástagos, más corresponsabilidad en el hogar, más relación y responsabilidad, hay unas niñas y unos niños que ya, en este momento y a esta edad, necesitan atenciones. Y si no somos nosotras, ahí están otras compañeras que asumen prestas los papeles de madres procesadoras, madres colaboradoras, madres cuidadoras, madres amamantadoras, madres integrales, madres del barrio…

Otras compañeras que compartirán con las madres biológicas la lactancia, la educación, la alimentación, los modelajes de comportamiento, las tradiciones, el lenguaje y el cariño de los hijos putativos.

Siempre hemos pensado que, si estos son tiempos modernos, estas mujeres tienen derechos legalmente establecidos, que deben estar amparadas por la Ley del Trabajo, las Trabajadoras y los Trabajadores.

Nuestro Presidente acaba de anunciar que las madres que trabajan en el Programa de Alimentación Escolar (PAE) pasarán a ser trabajadoras formales con el salario mínimo vigente. Las madres procesadoras, que antes recibían un incentivo monetario por su colaboración, una ayudita, tendrán remuneración, prestaciones y aguinaldos como cualquier trabajador formal.

Eso es excelente y es muy bien recibida la noticia. Confiamos en que el asunto no se transforme en una mera cuestión de empleos y pagos. Que sigan prevaleciendo la honestidad, dedicación, mística y, sobre todo, de amor y sentimiento maternal.

Una historia de matronas, matriarcas y comadres estaría gestándose de nuevo y, por lo tanto, una vida más feliz para las niñas y los niños del pueblo venezolano.

baiffil@gmail.com