Hubo circunstancias coadyuvantes que, según Juan Jorge Faundes, se originaron en la propia política económica desarrollada por Allende y la Unidad Popular. En ese sentido, comentó que su gobierno desarrolló una “política monetaria expansiva populista” que, por su propia dinámica y producto del bloqueo económico externo e interno, generó una inflación explosiva que se le fue de las manos al gobierno y puso en su contra a gran parte de los sectores medios y parte de los sectores populares.
“El primer año funcionó bien: se aumentaron salarios y empleos con cargo a las reservas fiscales (aumento de gasto y déficit públicos); la capacidad productiva del país se acrecentó, aunque no en bienes de capital sino de consumo popular, baratos y de calidad”, detalló.
De esta manera, agrega, durante ese periodo inicial hubo un masivo acceso a bienes de consumo. Sin embargo, señala que al segundo año la ausencia de suficiente inversión privada y extranjera causada por el impacto del bloqueo y el boicot “acabó con las reservas y la oferta de bienes, y estos se encarecieron en un medio con exceso de liquidez”.
También contribuyeron la baja internacional del precio del cobre, el área de propiedad social (estatal) lenta, burocrática y cara (requiriendo recursos públicos), el uso del gasto fiscal a destajo para mantener los altos niveles salariales, y la importación de bienes de capital y de consumo.
VULNERABILIDAD
Como resultado de todo esto, reflexiona, se generó una hiperinflación, desabastecimiento y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Faundes cree que “la fijación de precios para frenar la inflación incentiva el mercado negro, el acaparamiento, las colas”. Por ello considera que el gobierno debió invertir sus escasas divisas en importar alimentos. “Hay acaparamiento y colas producto de la crisis económica y de las movilizaciones opositoras financiadas con dineros de la CIA, como el paro de 45 días que sostuvieron los transportistas camioneros desabasteciendo a todo el país”, acentuó.
Para el especialista, es evidente que se puso de manifiesto una “estrategia de Estados Unidos y de la oposición junto a los conglomerados capitalistas desplazados”, pero también reconoce que hubo una “política económica que privilegió la expansión monetaria populista con fines evidentemente políticos, buscando ampliar la base de apoyo popular, que no se ocupó de fortalecer una industria nacional productiva y autónoma que permitiera sostenerse en una guerra económica con el imperio”.
Asegura que la dependencia de los capitales extranjeros se mantuvo con la importación de bienes de capital, primero, y con la importación de bienes de consumo y hasta básicos, como los alimentos, poco después: “El modo de producción capitalista había entrado en un proceso de descomposición insostenible que ya era incapaz de reproducirse, y no fue sustituido por un modo de producción alternativo, socialista”. Por tales motivos, no duda en señalar que “la vulnerabilidad ante el Imperio fue muy grande, letal”.
PARADIGMA VERTICALISTA
Otro error del gobierno de Allende, argumenta, fue no cambiar el paradigma verticalista en la política y en la economía. “No se desarrolló un proceso participativo real, desde abajo. La participación fue cupular, de las elites, de las dirigencias tanto políticas como sindicales”, criticó.
Ante esta situación, esgrime que la izquierda revolucionaria “plantea la necesidad de organizar y armar al pueblo para ofrecer una respuesta armada al golpe de Estado que se veía venir, y propone anticiparse, instaurando una dictadura popular, y asumir el riesgo de una guerra civil con resultados inciertos y probablemente negativos”.
Dice el escritor que, “si bien pudo existir un ánimo bélico en muchos sectores campesinos y obreros, no había organización, capacitación, ni armas para la guerra”. De hecho, recuerda que el día del golpe todo se resolvió en pocas horas y la principal resistencia fue la que ofreció Allende en La Moneda al grito de “Yo no me rendiré”.
ALIANZA DEMOCRÁTICA
Hubo también en su criterio, por parte de Allende y la Unidad Popular, una sobreestimación del carácter institucional y apolítico de las Fuerzas Armadas, sin considerar, aparte de los ya mencionados lazos familiares con la clase dominante, que el Ejército había sido formado según los cánones del ejército prusiano y los carabineros, bajo la influencia del fascismo de Mussolini.
“Además, centenares de oficiales y suboficiales -algunas fuentes hablan de cinco mil- habían pasado por la Escuela de las Américas, y muchos de sus egresados formaron las cúpulas de la DINA y de los escuadrones más brutales de la represión dictatorial”, añadió.
Por un retroceso táctico, asevera el periodista, Allende y la Unidad Popular -en particular el Partido Comunista- se juegan la posibilidad de detener las estatizaciones, consolidar lo que se había logrado, expandir y elevar la producción y negociar con la Democracia Cristiana (programa de Tomic), con la que originalmente había muchas coincidencias, para conformar una poderosa mayoría de dos tercios y aislar de esta manera a la derecha golpista. “Esa pudo ser una solución pragmática y efectiva, pero ya era demasiado tarde, el imperio y la clase dominante chilena tenían el dispositivo del golpe marchando a todo vapor”, analizó.
De acuerdo con Faundes, esta situación quizás pudo evitarse si se hubiese generado desde el comienzo una alianza con la democracia cristiana y sus sectores progresistas y la ampliación de la base social de apoyo, es decir; pasar del Pacto de Garantías Democráticas a una alianza política. “Estaríamos entonces con un escenario semejante al formado en la actualidad, el de la Nueva Mayoría, la coalición que apoya a Michelle Bachelet, pero hace 44 años”, asintió.