Francisco Cornado, un joven haitiano de 15 años que sobrevivió al terremoto pero no encuentra el futuro|“Nadie me ayuda en las calles y no quisiera morir de hambre”

Por ahora, Francisco tiene un hogar en la embajada venezolana en Puerto Principe, pero su futuro podría estar en la oscuridad de estas calles arrasadas

Francisco Cornado tiene 15 años. Hasta hace un mes vivía con su madre y hermano en la zona de Cuadebuque, ahora su casa es la calle. “El día del terremoto yo estaba viendo un partido de fútbol. Me sentí mareado y me senté en la calle, fue cuando me di cuenta de que el asfalto se estaba agrietando. Corrí hacia mi casa y me enredé con unos alambres: me corté el brazo, el tobillo y la pierna, casi me corté el pie en dos”.

Francisco pudo llegar a su casa, pero no pudo hacer nada para salvar a su madre: “Al llegar vi a mi mamá, asomada en una galería. Nunca pensé que esa sería la última vez que la iba a ver, de ser así le hubiera dicho algo inteligente. Corrí y pedí auxilio, pero nadie me hacía caso. Al día siguiente, cuando llegaron los rescatistas brasileños, la sacaron de los escombros”, cuenta Francisco.

Pudieron remover los escombros con una cuerda que ataron al parachoques de una camioneta Hummer. La madre de Francisco “gritaba pidiendo ayuda. Tenía las dos piernas destruidas. La montaron en un helicóptero y se la llevaron a República Dominicana, pero falleció en el camino”, recuerda el joven haitiano.

Francisco cuenta que uno de los rescatistas, al ver a su madre, dijo que para el estado en que se encontraba era mejor dispararle para que falleciera y no sufriera más, lo que le causó una gran conmoción.

“Me contaron de la muerte de mi madre, supe que su cuerpo regresó a mi país, pero como yo no tenía los medios para darle sepultura, la quemaron. Mi hermano aún reposa bajo los escombros de lo que un día fue mi casa”, agrega.

En un muy fluido castellano, Francisco, quien además domina el italiano, francés, ingles, y creole cuenta que su madre se ganaba la vida vendiendo carbones y hacía todo lo posible por darles una buena vida a él y a su hermano.

“Quisiera salir adelante para honrar la memoria de mi madre, para que no haya sido en vano. Mi hermano murió de 9 años, imagínate casi no vivió. Yo me quedé dos días llorando sentado sobre las ruinas de la casa, escarbé con mis propias manos para tratar de sacar a mi hermano Geovanni pero era imposible, no tenía fuerza, no había probado bocado. Los extraño. Después estuve en el cementerio durmiendo, me sentía protegido, pero ahora estoy solo. Los primeros días no me dio ni hambre ni sueño, pero después de un tiempo decidí salir de la zona. Llegue hasta Puerto Príncipe y cuando me acerqué al aeropuerto vi a un grupo de bomberos venezolanos que estaban cargando una planta eléctrica y me acerqué a ellos. Me aceptaron como intérprete y ahora estoy con ellos de forma temporal, pero cuando se vayan no se que será de mí”.

Francisco permanece, por ahora, en la sede de la embajada de Venezuela en Haití, pero su destino es incierto. Le gustaría ser parte del proceso revolucionario que vive Venezuela, pero no sabe cómo. Como él, muchos niños, niñas y adolescentes quedaron en total abandono.

“En vida, mi mamá tenía tenía muchas amigas, ahora ninguna se acuerda de mí. Nadie me ayuda en las calles y no quisiera morir de hambre. No tengo dolor, porque el haitiano es criado para aguantar, ser fuerte, somos robots. Así nos crían, pero a pesar de eso los extraño muchísimo”, afirma entre lágrimas.

Francisco quisiera viajara a Venezuela, estudiar más y prepararse para ayudar a cualquier país del mundo que sufra una tragedia similar.

T/ D`yahana Morales
F/ Oscar Arria
Puerto Príncipe
Haití
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