Nombres prohibidos: las tradiciones que anulan a las mujeres en el mundo

Mujeres sin nombre en Afganistán. Hombres innombrables en India. Madres anónimas en Egipto. Tres tradiciones que perpetúan la misma condena: el patriarcado. En pleno siglo XXI todavía existen sociedades regidas por normas que vulneran los derechos de las mujeres, ya sea arrebatándoles su identidad o elevando los varones a categoría de seres divinos. “Es un hombre, es todopoderoso; puede hacer lo que quiera”, dice sin vacilar una aldeana del estado indio de Uttar Pradesh.

En algunas zonas rurales de India las mujeres casadas no pueden llamar por el nombre de pila a sus maridos porque son considerados seres superiores, casi divinidades. Y, como tales, deben mostrarles respeto. La prohibición social, en cambio, no se aplica a la inversa, y a veces se extrapola a todos los miembros masculinos de la familia del marido.

Esta es una de las tantas “prácticas machistas que oprimen a las mujeres indias en su día a día”, y que vienen enmascaradas bajo “supuestas tradiciones” centenarias, afirma a LaVanguardia.com la activista Rohini Pawar. Ella es la impulsora de uno de los 56 grupos de discusión sobre género que la ONG Video Volunteers ha estado llevando a cabo los últimos meses por 15 estados del país. La iniciativa forma parte de la campaña Khel Badal (cambia el juego) iniciada con el fin de desmantelar el patriarcado gracias al apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU).

Cuando Pawar reunió por primera vez a las diez mujeres que forman el grupo de discusión de su pueblo, en Walhe, a 1.500 kilómetros al sudoeste de Nueva Dehli, les animó a pronunciar en voz alta el nombre de sus maridos. “Parecía algo sencillo pero resultó ser todo un reto para muchas”, recuerda. Una de ellas lo hacía por primera vez en 30 años. Y mientras su rostro se iluminaba de alegría, por sentirse confiada e independiente desde hacía mucho tiempo; seguía luchando contra una timidez represora; rompía un tabú grabado desde niña en lo más profundo de su moral.

Vídeo en el que Pawar pide a las mujeres que digan el nombre de su marido con distintos tonos y emociones

Tras la primera experiencia, donde dominaron las carcajadas, algunas mujeres decidieron llevar la pequeña revolución a sus casas. “Fue una descarga eléctrica para las familias”, explica Pawar.

“¿Se ha vuelto loca?”, les decían algunos familiares.

“¿Qué pasa contigo?”, les preguntaban otros.

Una mujer recibió una bofetada. A otras nadie las tomó en serio. “Algunos maridos se quedaron mirando a sus madres sin saber qué hacer y uno de ellos, incluso, me llamó para preguntarme ‘qué le había enseñado a su mujer’”, escribe la activista en declaraciones a este medio.

A unos cientos de kilómetros más al este, el castigo se imponía. Una mujer era desterrada el pasado junio de un pueblo en el estado de Odisha por no extender la prohibición a la familia política. “Un día, mi cuñada me preguntó quién estaba sentado afuera. Llamé por sus nombres a todos los hombres que estaban allí, incluido el tío de mi esposo”, explica Malati Mahato en un vídeo grabado por Video Volunteers tras días de ostracismo contra ella y sus hijos.

Paradójicamente, a menudo son las propias mujeres las guardianas del patriarcado. “Tenemos menos autoridad que nuestras suegras, por eso es tan difícil cambiar las cosas”, expone una participante del grupo de discusión de Walhe. “Cada vez que alzamos nuestras voces contra la injusticia nos recuerdan que somos mujeres y que no deberíamos hacerlo. Y si seguimos adelante, nos llaman mujeres sin carácter o nos acusan de estar deshonrando a la familia”, denuncia Pawar que, si bien su marido le apoya en todas sus luchas, también ha sufrido el patriarcado en sus carnes.

La activista y defensora de los derechos de las mujeres Rohini Pawar
La activista y defensora de los derechos de las mujeres Rohini Pawar (Facebook)

De niña vio esfumarse su sueño de ser médico cuando le impusieron una boda con apenas 15 años. Nadie le preguntó qué quería de la vida. “Durante toda mi vida he sido oprimida por mi género. Era el cuarto hijo de mis padres, que hubieran deseado tener un niño. Fui una carga para ellos. Después del matrimonio, vi cosas peores, pero decidí mejorar las cosas para mis compañeras”, relata Pawar.

Y así nació la firme defensora de los derechos de las mujeres en la que se ha convertido Pawar. En 2015, su perseverancia consiguió frenar una boda entre dos menores de 12 y 15 años. Hoy, más allá de guiar al grupo de mujeres de su pueblo, también ejerce de mentora de activistas y es coordinadora estatal para la asociación de vídeo corresponsales en Maharashtraen.

En la sociedad india las mujeres son discriminadas incluso antes de nacer a través de abortos selectivos. Después, mediante la exclusión de las niñas a una educación escolar o sufriendo abusos y violencia a lo largo de su vida. El Gobierno indio ha puesto en marcha durante los últimos años medidas para combatir la violencia contra las mismas, entre ellas la de endurecer las condenas relacionadas con las agresiones sexuales.

Mujeres indias llevan a cabo rituales durante una celebración religiosa
Mujeres indias llevan a cabo rituales durante una celebración religiosa (EFE)

Las acciones del Ejecutivo indio llegaron después de que una joven universitaria muriese tras ser violada en grupo en un autobús en 2012, un suceso que conmocionó a la India, el cuarto país más peligroso para ser mujer en el mundo, y que trascendió fuera de sus fronteras. Pese a la ley, y de acuerdo con cifras de la Agencia Nacional de Registro de Delitos de la India (NCRB), en 2015, último año del que hay datos, en el país asiático se produjeron 32.328 violaciones, una tercera parte de las víctimas (10.854 violaciones) fueron niñas o niños.

Por esas y demás injusticias, son tan sanadoras las reuniones de las mujeres de Walhe. Una vez cada cierto tiempo, escogen un lugar alejado del pueblo y es allí donde pueden ser ellas mismas, lejos de cualquier opresión. “Las mujeres esperan con ansia el grupo de discusión porque por un día sienten libertad plena para desmontar el patriarcado. Juntas, llegamos a soluciones”, resalta Pawar. “No sé si podremos ponerle fin, pero por lo menos habremos marcado un comienzo”, zanja.

Similar a la tradición india, pero a la inversa, en la sociedad patriarcal de Afganistán las mujeres no tienen nombre. Son la esposa de, la madre de, la hija de… Invisibles incluso en sus tumbas o en los certificados de nacimiento de sus hijos. “A lo largo de la historia, los nombres de las mujeres han sido eliminados sistemáticamente”, constata la poetisa afgana y consejera en el Gobierno regional de la provincia de Herat, Somaia Ramish, en un ensayo recogido por el portal Feministani . “En muy pocas familias se llama a una mujer por su verdadero nombre, ya sea dentro del hogar o fuera de él”, explica.

Como consecuencia, la mitad de las 30 millones de personas que viven en el país de mayoría musulmana vive bajo el yugo del anonimato. Ellas no son nadie. “Son propiedad de los hombres”, escribe la poetisa. Y añade que en la sociedad afgana se ha llegado al punto de que algunas mujeres olvidan su nombre, o el de sus madres o hermanas, o bien sienten vergüenza al decirlo en voz alta. Asimismo, “los hombres se sienten infieles a la religión si llaman a sus mujeres por su nombre en público”, señala a LaVanguardia.com Tahmina Arian, una de las creadoras de la campaña #Whereismyname (Dónde está mi nombre) que en los últimos meses ha rodado por las redes sociales.

Ante la extendida costumbre, que se practica en todas las provincias de Afganistán, desde residentes en las zonas rurales hasta personas con formación académica que viven la capital; un grupo de mujeres inició el pasado verano una campaña con la que pretenden “devolver los derechos básicos de las mujeres como seres humanos independientes”.

En su paso por internet, redes sociales y calles afganas, la campaña ha ido ganando el apoyo de hombres que rompían el tabú llamando a las mujeres que les rodean por sus nombres o incluso eruditos religiosos que se comprometieron a promocionarla en su entorno. “Hemos recibido invitaciones de boda donde aparecen los nombres de las esposas”, explica Arian, reconociéndolo como un gran logro.

Miembros del Parlamento, altos funcionarios del Gobierno y artistas también se han unido a la campaña. Farhad Darya, uno de los cantantes más famosos de Afganistán, envió un mensaje sincero sobre su lucha para asegurarse de mencionar siempre los nombres de su esposa y madre en los conciertos y entrevistas que ha dado en sus años como músico.

La activista Tahmina Arian entrevista a un joven mientras hace campaña en Afganistán a favor de que los hombres llamen a las mujeres por su nombre
La activista Tahmina Arian entrevista a un joven mientras hace campaña en Afganistán a favor de que los hombres llamen a las mujeres por su nombre (Tahmina Arian)

“En muchas ocasiones (…) he notado como los hombres arrugaban sus frentes ante lo que ellos ven como un acto de mi cobardía por mencionar el nombre de mi madre y esposa”, apunta Darya en una publicación de Facebook. “Ellos me ven como si no supiera nada del ‘honor y las tradiciones afganas’”, agrega el artista.

Sin embargo, la campaña también tiene firmes detractores, que lanzan ataques a sus promotoras. “Nos llaman prostitutas y nos envían mensajes descorteses “, detalla la defensora de los derechos de las mujeres. Como respuesta, las activistas les ignoran y, en su lugar, trabajan duro para sensibilizar sobre su lucha a través de las redes sociales.

'Andamos el camino para elevar tu voz', le dijo Tahmina Arian a esta mujer, que la escuchó con optimismo y apoyó la causa sujetando un cartel de la campaña con una sonrisa en los labios
‘Andamos el camino para elevar tu voz’, le dijo Tahmina Arian a esta mujer, que la escuchó con optimismo y apoyó la causa sujetando un cartel de la campaña con una sonrisa en los labios (Tahmina Arian)

Desde que los talibanes ultraconservadores fueron derrocados en 2001, las mujeres afganas han recuperado el derecho a ir a la escuela, a votar y a trabajar. Pero la violencia contra las mujeres en el hogar es generalizada y, a menudo, queda impune.

LA MANCHA DEL NOMBRE DE LA MADRE

Otra de las costumbres ideadas para barrer la identidad de la mujer se da en Egipto y otros países de Oriente Medio, donde incluso van más lejos y convierten el nombre de la madre en un insulto. Allí los hombres son incapaces de decir el nombre de sus madres en público. Ya desde pequeños, los niños usan los nombres de las madres de los otros para meterse con ellos y avergonzarlos. Llamar a alguien “hijo de Basema Omran”, por ejemplo, puede originar peleas. Es tal la deshonra que cuando crecen siguen sin poder romper el tabú. Y sus madres caen en el olvido.

Con el paso del tiempo, las mujeres pasan a conocerse como “la madre de” y el nombre de su hijo mayor. “El nombre de una mujer nunca debería estar asociado con la vergüenza”, escribió el Director Regional de ONU Mujeres, Mohammed Naciri, durante una campaña promovida por Naciones Unidas para el Día de la Madre de 2015. “Queremos reconocer a las mujeres por las personas increíbles que son, no solo como la madre de su hijo o hija mayor”, añadió.

En el vídeo que grabó el organismo internacional para promocionar la campaña un reportero pedía a varios hombres a que se atrevieran a revelar el nombre de sus madres. Los entrevistados, pese a ser adultos, reaccionaban al reto con vergüenza, alguna indignación y muchas risas nerviosas.

A unos miles de kilómetros más al este, Rohini Pawar recuerda como desde niña las costumbres patriarcales rompieron sus sueños y provocaron sus lágrimas. Pero, “todas esas experiencias que he vivido me han hecho feminista”, escribe la activista. “Y ahora quiero dedicar mi vida a combatir estas prácticas y a despertar el feminismo entre las mujeres”. Es la lucha de una mujer que contagia ansias de liberad.

F/lavanguardia.com
F/Imagen Ilustrativa