«Nos mandan misiles emocionales para romper nuestros vínculos»

Desde chama he sentido una especie de rechazo incontrolable a los “ruidos continuos”. Los expertos lo llaman “misofonía”. Pero los síntomas no coinciden: a mí no me molesta el sonido de la lluvia al caer ni la respiración del otro en mis oídos. A mí me incomoda, por ejemplo, el constante “clic” de un bolígrafo o el golpeteo de algo sobre una mesa. Muchos y memorables han sido los momentos cuando en medio de la clase o de una reunión de trabajo, he salido con mi obstinado: “¿Será que puedes pararme el tiqui tiqui ese, ya? Por favor”. Al punto de que los panas han hecho de eso todo un chiste.

Una vez, un noviecito me invitó a un toque de música electrónica, y yo, por no parecer aburrida, fui. A los cinco minutos quería salir corriendo para no matarlos a todos. Hoy, tras 7 conciertos de ollas seguidos, llegó la noche del 20 al 21 de abril, y a la una de la madrugada los cantantes se activaron nuevamente, pero esta vez la escena iba acompañada de gritos y personas en las calles. Agarré mi celular en un intento de saber qué ocurría más allá de mis limitadas fronteras. Mala idea. Según mis grupos de whatsapp y mis redes sociales, no había luz en el aeropuerto internacional de Maiquetía, Cilia se había ido del país, Maduro se estaba subiendo en otro avión, y unas “luces extrañas” salían del Palacio de Miraflores.

Al rato, todo se calmó, pero mi mente ya no tenía vuelta atrás. Pasé toda la noche sin pegar un ojo y ni siquiera sabía si ir o no a trabajar. Al amanecer y salir a la calle: todo, absolutamente todo, estaba normal, como en una gran producción hollywoodense. “¿Será que yo soñé esta vaina?”, me pregunté. Y volví al teléfono, pero esta vez para salirme de un sinfín de grupos, mandar a la mierda a varias personas, y bloquear a otras tantas, en especial a todas las que usaron el “sí, sí, confirmadísimo”, durante la noche anterior.

Entonces, le eché un ring a Ovilia Suárez, psicóloga clínica venezolana, a ver si nos daba terapia gratuita. “Esta situación no es nueva. Ya la hemos vivido en reiteradas ocasiones. En especial, en los momentos políticos, electorales, coyunturales, más importantes. Sin embargo, hoy el odio se ha profundizado, el malestar en la herida se agudizó, y eso genera acciones mucho más violentas, acompañadas de símbolos complejos que mueven el imaginario, que evocan representaciones que uno tiene acumuladas a lo largo de su trayectoria de vida”, nos dice.

¿A eso te refieres con “los símbolos”?: “Por ejemplo, Maduro declaró a Venezuela ‘territorio 100% Barrio Adentro’. Barrio Adentro ¿qué significa? Salud, vida, seguridad. Justo después ¿qué paso Atacaron un Centro Materno Infantil. Fíjate la simbología, es un lugar donde las mujeres van a dar a luz, y los bebés van a ser atendidos, se llama además ‘Hugo Chávez’, y es público. ¿Cuál es el mensaje? La desprotección total. Si tú haces una encuesta internacional para medir qué opinan de la violación de un centro materno infantil, nadie estará de acuerdo con eso, ni un solo ser humano en el planeta lo apoyaría. Por eso, ahora culpan a la GNB y los gases. Alguien sano debe preguntarse: ¿A quién le interesa esto? ¿Puedo apoyar a quien lo hizo? Alguien sensato quizás te diga: No puedo apoyar ni a uno ni a otro, tendría que haber estado ahí para saber qué pasó y tomar una postura partidista. Porque la ideológica debe estar clara: rechazar este accionar.

¿Y qué pasa con quien no lo rechaza?: “Bueno, si usted está de acuerdo con que una persona que piensa distinto a usted sea asesinada por eso, entonces, es un fascista. Los hay. Algunos ocultarán su respuesta porque saben que eso es un delito, pero en el fondo dirán que sí. Como lo que pasó con la señora a la que le arrojaron la botella, muchos dijeron “ay… seguramente alguien botó eso por la ventana y sin querer le dio”, ¿por qué? Porque no reconocen su propia condición. Lo curioso es ¿qué les genera tanta rabia?, ¿por qué la rabia? Porque hay una rabia, desde la psicología, justificada, entre comillas. Por ejemplo, un niño que ha sido ultrajado, violentado, ha crecido bajo torturas, violencia, etc., puede tener rabia frente a su agresor. Entonces, cuando ese niño saca la violencia, uno no lo justifica, pero lo comprende. En cambio, el odio de ahora es injustificado, no tiene razón de ser, y eso lo hace más peligroso”.

¿Qué tanto?: “El odio es un problema de salud mental muy serio en Venezuela, porque además ha venido siendo reforzado sistemáticamente desde hace décadas. En el año 2002, el odio que había en la calle era algo realmente patológico, luego bajó un poco, pero lo fueron reforzando, yo, por ejemplo, no creo que haya sido gratuito ni azaroso eso de mandar a ‘descargar la arrechera’, ¿por qué? Porque había arrechera. Acá están apelando a desatar los demonios de un grupo de personas que han sido reforzadas en el odio, a quienes se les dijo: ‘Te van a quitar, te van a eliminar, etc., etc.’, y ahora, de paso, por fin lo han podido cumplir. Es decir, en diciembre de 2013 ellos iniciaron la matriz: ‘El año que viene vas a tener dinero, pero no que comprar, viene hambre’, te anticipan, y luego te dan el golpe, por eso te quitan los productos ligados a tu idiosincrasia, y empiezan a cercar a algunas poblaciones de una manera increíble”, expresó.

¿Cómo es eso?: “Bueno, tu población, tú, los jóvenes, los chamos, tienen un imaginario a través de la mal llamada globalización, donde la juventud es sinónimo de salidas, farra, bonche, y to- dos esos elementos juntos hacen que sea ‘buena’. Entonces, empiezan a acorralarte: ya no puedes salir por la inseguridad, no puedes tener relaciones sexuales porque no hay anticonceptivos, no puedes ir a pasear a algún lugar porque no tienes con qué comprar, mira, la mayoría ya se fue del país, etc. Una cantidad de situaciones que derivan únicamente en la des- esperación, en la falta de posibilidades, y luego vienen y te proponen ‘el futuro y el cambio’, pero mientras llega el futuro y el cambio ¿qué sientes? Rabia, odio, y ¿a quién vas a culpar? Al gobierno. Acá todo, absolutamente todo, ha sido pensado”, acotó Ovilia.
¿Qué hacer entonces?: “Frente a eso lo primero que tenemos que hacer, desde lo psicológico, es evaluar dubitativa y racionalmente la situación. Es decir, la manera en que se genera todo esto es a través de mecanismos netamente emocionales. Entonces, ¿qué tenemos que hacer los psicólogos, padres, madres, y ciudadanos en general? Pues, llevar a la razón lo que estamos viendo y oyendo. Capturar y analizar los misiles emocionales que nos mandan, porque ellos buscan la ruptura de vínculos, romper y acabar con aquellos valores y emociones, que te dan paz, tranquilidad, confort, seguridad, sosiego. En medio de la crisis, se pretende que tú caigas en la desesperación, en la provocación, por eso hay que ir a la realidad, pero ¿qué es ir a la realidad? Pues ir a la duda razonable”, explica Ovilia, quien agrega: “¿Cómo se hace eso? Preguntándonos, por ejemplo, si lo que está sucediendo en un sector, o frente a mi propia casa, es solo ahí o en todo el país. Eso, al menos, te va a ubicar. Porque con la generalización se pretende mostrar que hay un caos general, incontrolable, y no siempre es así”.

Ajá, pero ¿y si mi mundo, en ese instante, se reduce a mi calle?, ¿si la particularidad genera un efecto dominó?, ¿y si lo que dicen las redes es verdad?: “Fíjate, la cantidad de mensajes que pasan tienen algunos elementos que uno tiene que observar, por ejemplo, generalmente comienzan a partir de un anónimo o de una justificación: ‘Mira, no sé si es verdad, pero tal cual como me llegó te lo paso’. Eso no es una información seria, no es concreta, no tiene rostro, es ambigua, entonces, ¿por qué no la descartamos? Pero, además, justo después, te mandan emociones directas negativas, por ejemplo: ‘Yo creo que no es bueno llevar a los niños a clases’. ¿Por qué? Porque los padres somos sinónimo de protección, el nido mayor, y cuando alguien te dice eso, pues te insinúa que el lugar en el cual tú confiaste (porque los padres inscribimos a los niños en las escuelas donde están por algo específico) ya no es seguro, y de repente dudas de lo que tú mismo decidiste, eso debe encender tus alarmas rápido”, explica Ovilia. “Lo mismo pasa cuando te dicen que alguien murió, pero ‘no se sabe si fue una bala o una botella’. Todo es ambiguo, pero la muerte es concreta, y la muerte genera angustia. Si una foto, un sonido, un video, de las redes, solo te transmiten angustia, alértate porque te están paralizando o buscan romper
tu estructura de equilibrio, tanto interna, como familiar y social, y eso al final es lo que ellos buscan, porque si tú te desvinculas de tus confianzas, te caes. Por eso todo ocurre, además, en la noche, en la oscuridad, en el silencio. No se desvinculen, jamás, de sus cables a tierra”, agregó la psicóloga.

Tranqué. Me fui a la oficina de mi jefa y le empecé a echar un par de cuentos; salí y abracé, en medio de un chiste cualquiera, al par de compañeras de labores que han devenido en amigas; le mandé un mensajito al güevón que quiero, aunque a veces no soporto; busqué café, escribí mucho y de todo, volví, al fin y al cabo, una es de las que, de una u otra forma, siempre optará por quedarse. Seguimos.

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