Por Martha Lía Grajales P.|Nuestras rosas rojas (Temática)

El pasado lunes 27 de junio Elizabeth Margarita Aguilera, de 43 años de edad, fue asesinada en el Barrio San Miguel de la Cota 905. Es la segunda vez que la violencia homicida se dirige hacia mujeres chavistas en un sector que ha sido el epicentro de la OLP, última estrategia desplegada por el Gobierno en la lucha contra la delincuencia organizada.

Las primeras versiones parecen apuntar, como ocurrió cuando asesinaron a Alicia Cristina Maza de 64 años y a su hija Linda Karina Cubides Maza de 32 años, a que la muerte está relacionada con acusaciones sobre entrega de información a las autoridades policiales vinculada con el accionar o localización de grupos delictivos que operan en la zona.

El asesinato de estas mujeres –con la aplicación de métodos tan brutales como los golpes, disparos en la cara, quema del cadáver, exposición en lugar público en el que no se permite recoger el cuerpo– no solamente constituye una clara forma de venganza o retaliación en contra de quienes consideran sus delatoras, sino que envía varios mensajes que trascienden a la víctima y que buscan un efecto tanto en las comunidades populares, como en nuestra dirigencia local chavista, en su mayoría mujeres, que contra viento y marea han hecho posible y han sostenido la Revolución en los diferentes espacios barriales.

El mensaje es claro: las personas que conforman las comunidades populares en las que existe presencia de grupos delictivos deben mantener distancia de los cuerpos de seguridad, y así evitar la sospecha de ser informante o delator. Los códigos de los “malandros viejos”, según los cuales nadie se metía con las personas “sanas” y los viejos de la comunidad, parecen cada vez mas lejanos.

El terror confina a las personas a sus espacios privados, desencadena el abandono progresivo de los espacios públicos, la organización popular pierde poder, y así, su capacidad de autorregularse y regular a los poderes formales y fácticos presentes en el territorio.

Son muchas las cosas que hay que hacer para revertir este panorama tan desolador, pero sin duda, en primer lugar, los cuerpos de seguridad, desde quienes los comandan en nuestra dirigencia política hasta quienes implementan en los eslabones mas bajos de la cadena las estrategias de seguridad ciudadana, deben eliminar de su discurso el nefasto concepto de la “inteligencia social”.

Este concepto al que han hecho mención desde el Presidente de la República, el Ministro del Interior, dirigentes políticos chavistas, o comisionados de policía, se refiere a la colaboración de personas de la comunidad con información suministrada a los cuerpos de seguridad sobre el accionar de los grupos delictivos en sus zonas de residencia.

La viceministra del Sistema Integrado de Investigación Penal, Katherine Harrington, lo describió con las siguientes palabras en el programa Análisis Situacional, el pasado 5 de junio: “Son los habitantes de los cuadrantes estratégicos quienes aportan información sobre la operatividad de los delincuentes en las zonas, la forma mas efectiva de abordar los operativos y los nombres de los criminales”.

No hay que ser muy inteligente para prever las nefastas consecuencias que recaen sobre el Poder Popular por afirmaciones como la realizada por la Viceministra. El Gobierno en su afán de legitimar políticas de mano dura, inconsistentes con el proceso político de izquierda que encarna el chavismo, acude a la idea de participación del Poder Popular en estas estrategias, aumentando aun mas, el ya alto riesgo que implica vivir en un sector popular controlado por diferentes grupos armados.

Sin duda alguna corresponde al Gobierno Nacional perseguir y enjuiciar a los diferentes grupos delictivos, especialmente a aquellos de delincuencia organizada con alto poder de fuego que están poniendo en jaque a las comunidades y al poder legítimo del Estado, pero la inteligencia que resulta necesario desplegar no debe poner en mayor riesgo a las comunidades populares, población que paradójicamente resulta mas victimizada, tanto por la delincuencia como por la estrategia para combatirla.

A la familia de Elizabeth Margarita le enviamos un abrazo grande y todos nuestros sentimientos de solidaridad, nos gustaría decirles que su muerte no fue en vano, ojalá así sea.

T/Martha Lía Grajales P.
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