Nuevas postales de Helena y el autismo

ACROBACIAS

La sala del apartamento mide, si acaso, 20 metros cuadrados. Además de la biblioteca, un sofá, la mesa del comedor, una mesita con adornos y una vitrina, además de todo eso, en el medio hay un columpio. En realidad es una hamaca colgada en forma de gota por sus dos extremos a una sola alcayata, pero para Helena es un columpio.

Colocamos la alcayata en el techo porque cuando ella tenía unos 8 años necesitó mucha terapia ocupacional, y en el repertorio de la terapeuta que iba a la casa buena parte del trabajo implicaba ejercicios vestibulares. Pasó el tiempo y la terapia dejamos de hacerla y allí quedó la alcayata, en el centro del techo de la sala, sin uso, como un recuerdo permanente de aquella época.

Recientemente recurrimos nuevamente al columpio en medio de una severa crisis de insomnio e hiperactividad de Helena, como idea para que ella liberara energía con él. Funcionó. Pero funcionó tanto que, pasada la crisis, el columpio sigue allí y es usado varias veces al día durante largos ratos.

Ahora, entre la mesa del comedor, la vitrina, la mesita con adornos, el sofá y la biblioteca, no la niñita de ocho años sino la muchachota de 14 se balancea vertiginosamente girando en 360 y poniéndose de cabeza mientras oye, en la computadora, su música favorita. Gracias a la precisión de sus movimientos y al control milimétrico de sus balanceos, solo un viejo florero de gres ha dejado de existir.

TIEMPO DESPLEGADO

Suele decirse que la fotografía es tiempo detenido. Y la verdad es que, al menos, es el reflejo, la imagen paralizada de un momento. En el caso de nuestra vida con Helena debemos decir que, además de detenido, es tiempo desplegado. Porque sucede que Helena dispone de montones y montones de fotos para jugar, gracias a que su padre y su madre hasta hace poco cometían el atavismo de copiar fotos en papel. Y sucede que poco a poco Helena fue juntándolas todas en una cesta plástica, sacándolas de sobres, carpetas, bolsas, y arrancándolas de álbumes.

¿En qué consiste el juego? Pues en pasar horas colocándolas una al lado de la otra, hasta llenar por completo el piso de la sala o de alguno de los dos cuartos del apartamento.

¿El resultado? Detenidos fragmentos de nuestra vida desplegados por todo el apartamento, en una suerte de ancho álbum horizontal con una particularidad: el rompecabezas armado nunca es el mismo. Aunque Helena tiene ciertos criterios para juntar y agrupar las imágenes, el mural de fotos jamás se repite, de modo que siempre nos ofrece una nueva versión de nuestra vida.

Al tiempo detenido Helena lo despliega en torno suyo, pero es ella, desde su subjetividad, la que lo ordena y clasifica.

TELÉFONOS SECUESTRADOS

Todo empezó como un esfuerzo terapéutico de los muchos que hemos emprendido en el esfuerzo por garantizar la mejor calidad de vida para Helena. En una de sus escuelas se planteó usar pedagógicamente dispositivos táctiles, porque ofrecen ventajas para quienes no desarrollan óptimamente la motricidad fina y, además, para personas que funcionan mejor con lo visual que con lo escrito, como es el caso de las personas con autismo.

Juegos didácticos, rompecabezas, ejercicios de lenguaje y comunicación, todo eso se empezó a trabajar y con Helena efectivamente dio muy buenos resultados. Rápidamente Helena dominó a la perfección el funcionamiento de la pantalla y la lógica de navegación de los dispositivos, fueran del tipo que fueran.

Todo iba terapéuticamente muy bien hasta que Helena descubrió que en esos dispositivos también hay YouTube y que en ellos lo podía manejar a su antojo para buscar y elegir la música de su interés sin depender de nadie que le pusiera la música que quería. Como todo progreso en sus niveles de autonomía es un paso importantísimo en la vida de Helena, todo el mundo celebró que Helena hubiera logrado eso.

Y la verdad, su mamá y su papá estábamos muy felices. Hasta que empezamos a ser víctimas del acaparamiento que Helena hace de nuestros teléfonos, al punto de que muchas veces nos llaman insistentemente sin que contestemos, porque Helena se encarga de trancar las llamadas apenas entren para que no le interrumpan la música que ella está escuchando, o al extremo de tener que encerrarnos en el baño para poder hablar con calma puesto que es inmanejable el acoso de Helena para recuperar el teléfono una vez que logramos quitárselo.

EL ORDEN DE HELENA

El trabajo pedagógico para que Helena adquiera habilidades y desarrolle destrezas que le permitan ser útil, ha hecho que desde hace algún tiempo vengamos enseñándole cómo doblar y ordenar ropa, cómo lavar platos y ordenarlos para que escurran, entre otras cosas. Y la verdad es que Helena aprende, si uno trabaja con constancia y disciplina.

El asunto está en que, muchas veces, lo que aprende lo transforma en juego y diversión. Con la ropa y con la cocina, pasa esto.

Si nos descuidamos, se pone a sacar la ropa de las gavetas y a colocarla toda amuñuñada en cualquier parte del closet, hasta que la saca toda y los closets quedan completamente atarugados de ropa en desorden; y lo que es peor, cuando se le acaba la ropa de las gavetas y no encuentra qué mas “ordenar”, pasa a las cestas de ropa sucia y saca la que está allí y la pone igual en cualquier parte toda mezclada con la ropa limpia.

En la cocina hace lo mismo, pasando por agua todo lo que se consigue en las gavetas y en el escurridor y en los estantes, hasta que todos los utensilios, platos, vasos y cubiertos quedan amontonados en el lavaplatos, mezclados sucios con limpios, en una enorme torre cuyo equilibrio solo ella sabe lograr. A ella le encanta hacer esto y se concentra muchísimo haciéndolo.

Estamos seguros que ella jura que ordena cuando lo que hace en realidad es un verdadero desastre que luego a papá, mamá y hermanito nos toca recoger.

T/ Eduardo Viloria D.
I/ Edgar Vargas