Un nuevo escándalo en el sistema de salud francés se avizora aquí tras revelarse este jueves detalles sobre una investigación por el uso de prótesis articuladas de cadera y rodilla sin las normas de calidad requeridas.
La Agencia Nacional de Seguridad de Medicamentos (ANSM) abrió un expediente a los laboratorios galos Seraver por la fabricación y distribución de cientos de estos aparatos, sin contar con una certificación adecuada a las exigencias indispensables desde 2009 en toda la Unión Europea
Por lo menos unos 650 pacientes recibieron esos artefactos en una decena de centros hospitalarios de todo el país.
La ANSM demandó a los médicos hacer un seguimiento detallado a todas esas personas para verificar el estado de los implantes y descartar problemas de salud derivados de su uso.
El gerente de la firma, Daniel Blanquaert, reconoció la existencia de «ciertas irregularidades» en las prótesis, pero aseguró que éstas no requerían de un nuevo proceso de certificación.
Seraver también está en la mira de las autoridades sanitarias por la presunta realización de pruebas médicas no autorizadas en seres humanos.
El laboratorio implantó en el fémur de cuatro pacientes varillas de metal con un recubrimiento antibacteriano, cuyo uso todavía no está aprobado por falta de estudios clínicos suficientes sobre sus propiedades.
Las revelaciones ocurren cuando se está desarrollando en la ciudad de Marsella un juicio contra el propietario de la firma Poly Implant Prothÿse, Jean-Claude Mas, por la fabricación de decenas de miles de implantes mamarios fraudulentos.
El empresario utilizó un gel de uso industrial en lugar de la silicona autorizada para fines médicos, con el objetivo de bajar sus costos de operación e incrementar sus ganancias.
Las investigaciones determinaron que ese producto causa el doble de roturas en las envolturas respecto a otras prótesis y provoca irritación y dolor cuando entra en contacto con los tejidos.
También está en proceso judicial el laboratorio Servier, fabricante del antidiabético Mediator cuyos daños secundarios habrían causado unas 500 muertes y más de tres mil afectados en Francia durante tres décadas.