El presidente de EE.UU, Barack Obama, presentó ante el Congreso, el lineamiento de la política internacional denominada Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), que no es otra cosa que una versión mejorada del mismo documento presentado en 2010, y que le valió al premio Nobel de la Paz 2009, convertirse en el mandatario estadounidense que ha participado en más conflictos, unos 134, en las últimas décadas.
Los sustentos teóricos y metodológicos de ese texto, al parecer son los recortes de prensa de los periódicos pro-imperialistas. Sólo de esa manera se puede entender que Egipto, Arabia Saudita y Gaza , no aparezcan en una sola de sus líneas, olvidándose por completo de la seguridad mundial puesta en riesgo en el Oriente Medio.
Los peligros acechantes son el cambio climático, el extremismo violento, la agresión rusa (el otrora peligro soviético), los ciberataques, las agresiones internas o a sus aliados con armas de destrucción masiva, la desaceleración económica, la crisis del mercado energético internacional y amenazas de Estados fallidos. En estas dos últimas, coloca la etiqueta Venezuela.
Para EE.UU, cualquier perturbación ambiental, económica o social, que suceda en cualquier parte del planeta es considerada un potencial problema de seguridad interna que amerita por tanto intervención militar directa o indirecta; el mundo es ahora el nuevo patio trasero del imperialismo.
En detrimento de la clase trabajadora estadounidense, Obama pacta junto a los republicanos una alianza para colocar a EE.UU en el centro de una zona de libre comercio que abarque las dos terceras partes de la economía mundial.
Todo esto se traduce en más guerras por petróleo y por el control de productos y rutas comerciales.