Personal de prevención trabaja salón por salón|La ONA batalla cuerpo a cuerpo para evitar consumo de droga en los colegios

Miossotty Gómez no tuvo hijos, pero tiene millones de niñas y niños que la observan detenidamente y con la admiración que siempre despierta una mujer a quien se puede tomar como buen ejemplo a seguir. Egresada de la Escuela de Letras de la UCV, la directora de Reducción de la Demanda de la Oficina Nacional Antidrogas (ONA) se mueve como pez en el agua entre las pequeñas y los pequeños que la escuchan hablar sobre la solidaridad y la responsabilidad como banderas de vida.

Gómez es alma, vida y corazón de un programa de prevención integral (con un esfuerzo adicional para evitar el consumo de estupefacientes) que se dedica a recorrer escuela por escuela y sembrar mensajes que promueven el respeto y la honestidad, siempre como punto de partida para alejar a la población estudiantil de un mundo que primero los acogerá y luego los vomitará como desechos humanos.

Esta mujer, de 47 años de edad, está convencida de que la promoción de valores será una suerte de escudo protector para mantener a la población infantil lejos de la cocaína, la marihuana, el crack y otras sustancias. Por ende, es fiel militante de una práctica que la lleva a dialogar con chiquillas y chiquillos y a entender lo que está más allá de las palabras.

Los estudios demuestran que el consumo de drogas no es un dolor de cabeza para Venezuela, pero Gómez sabe que sobre los hombros de la ONA descansa, en buena medida, que esa situación se mantenga así.

En lo que va de año la Oficina ha abordado más de 800 planteles a escala nacional, y se propone una meta de 9 mil al cierre de 2013, que se sumarán a las 8 mil abordadas en 2012. “Esto representa una población de más de 42 mil estudiantes del subsistema de educación básica”, calculó. Cada día son abordadas 26 instituciones educativas, refiere.

En las escuelas públicas y privadas el personal de la institución es bien recibido, asegura. “Hay una gran aceptación por parte de los docentes”, sostiene. “Siempre tenemos esa receptividad; ellas y ellos comparten, nos demuestran ese fortalecimiento de lo que viene desde la familia. Es decir, nosotros no estamos enseñando valores, estamos fortaleciendo los valores aprendidos en el hogar”.

El trabajo se realiza salón por salón, en un esfuerzo de relojero que comienza con la distribución de un libro para colorear y la paciente referencia a cada valor (como amistad y tolerancia); cada alumna y alumno hace sus aportes y describe con sus palabras lo que significa cada concepto. En el aula el equipo de la ONA permanece no menos de una hora y media “de manera de nosotros poder interactuar”, porque no se trata del blablabla de una persona adulta hacia un público infantil, sino de compartir experiencias y conocimientos.

En el intercambio también salen a la luz los secretos de los que a veces no se percata nadie en la familia, tales como “casos de maltrato, violencia intrafamiliar y abuso”, que pasan a las defensorías respectivas.

SIETE AÑOS SIN DESCANSO

“Durante siete años hemos estado sembrando valores para la vida” mediante una actividad “que se realiza día a día durante cada año escolar”, describió. Pero la llegada del viernes no implica el fin; por el contrario, es durante los fines de semana que la ONA refuerza la siembra de la semana con bailoterapias, actividades deportivas y juegos de valores. “Tenemos una presencia permanente”, subrayó. Además, “estamos articulados con todas las instituciones gubernamentales, un solo Gobierno fortaleciendo la prevención integral desde la educación inicial”.

Gómez admitió que al principio costó entender que niñas y niños de apenas tres años podían asumir los valores, pero “la experiencia nos ha demostrado que son las niñas y niños los que nos explican a nosotros. Es una retroalimentación. Son experiencias que nos dignifican”.

La servidora pública aclara que, una pequeña o un pequeño de siete u ocho años, relaciona la droga con la delincuencia, con los malandros. “Es lo que ellos ven en el día a día”, acotó. Temas específicos como qué es la marihuana o la cocaína no son discutidos, aclara, “porque ellos aún no lo comprenden. Ellos ven al drogadicto -así lo señalan- como una persona que se enferman de tanto consumir drogas; dicen que el cigarrillo es dañino para la salud, que el alcohol los afecta, que cuando su papá bebe se vuelve violento y agresivo, golpea a la mamá o los golpea a ellos”.

Normalmente “para ellos, en esta edad, la droga es el consumo de la bebida alcohólica o el cigarrillo”, ya que “no saben diferenciar”. Por eso se trabaja en función de los niveles escolares.

En este se2ntido es fundamental fortalecer la autoestima, “que ellas y ellos aprendan a quererse y a valorarse”, y una manera de hacerlo es con la definición del proyecto de vida, porque independientemente de las adversidades que deban enfrentar tendrán muy claro el rumbo marcado en su GPS personal.

El pasado lunes, durante una visita realizada a la Unidad Educativa Nacional Padre Sojo en la que pudo participar el Correo del Orinoco, Gómez les dijo a las chiquillas y los chiquillos de segundo grado, tras escuchar que querían ser bailarinas, doctores, abogados, cantantes, arquitectos y hasta astronautas: “Es sumamente importante que ustedes fortalezcan este proyecto de vida”.

Ellas y ellos deben aprender a quererse y a fijarse, “aunque parezca una tontería”, esa idea muy clara: “Yo quiero ser”. Eso es “lo que va a garantizar que, independientemente de las adversidades, ellos puedan mantenerse fortalecidos. Eso es lo que realmente va a garantizar que se mantengan alejados del consumo de las drogas”.

En las aulas “muchas veces nos encontramos con que quieren ser cantantes; por eso hacemos obras de teatro y otras actividades” para que las pequeñas y los pequeños no vean el trabajo de la ONA como estar “en una clase más”, sino como un espacio para el intercambio de saberes.

Como las niñas y los niños son una suerte de esponjas que todo lo absorben, llevan el mensaje a la casa. “Lo que hacen en la escuela, como los talleres de prevención, se lo van a llevar a casa” para compartir con las adultas y los adultos.

A más edad, entre 9 y 11 años, “sí les hablamos de drogas: cómo afectan el sistema nervioso central, qué hacer para mantenerse alejados de ellas y, sobre todo, que comiencen a sentir la presencia de los diferentes organismos de seguridad en ese acompañamiento y que aprendan a rechazar si alguien les ofrece algo en la calle”.

SIN CONDICIONES

La droga “es un problema que no tiene condición ni clase social”, remarca Gómez, pero no es la peor de las dificultades que afrontan las y los estudiantes. “Nosotros no podemos hablar de que la droga es un problema en nuestros planteles educativos, Hemos realizado encuestas muy serias con el Observatorio Venezolano de Drogas, según las cuales solo 0,2% de la población estudiantil, en algún momento de su vida, había tenido contacto con algún tipo de droga”, explica.

Ello implica, en el caso de la zona andina, el empleo del chimó, que la gente no asume como una sustancia peligrosa aunque los estudios demuestran que sí lo es. También se cuenta, en ese 0,2%, el cigarrillo y el alcohol.

Ese estudio mostró que solamente 0,1% de la población “en algún momento tuvo contacto con la marihuana, con la cocaína, la ‘piedra’ o el crack. Pero eso no quiere decir que son consumidores. Por tal motivo nosotros no podemos decir que en nuestras instituciones educativas hay un alto consumo de drogas”, recalcó. Por el contrario, “nos hemos ido incorporando a trabajar con esta población, a darle a conocer las políticas para garantizar la reducción de la demanda de drogas”.

Gómez lamentó que algunas personas y organizaciones “hablen sobre el alto consumo de drogas, y siempre hacemos la aclaratoria: tenemos encuestas bien serias” que evidencian que no es así.

-¿Tenemos un consumo alto, medio, bajo?

-Es un consumo bajo en educación media y media general. En las zonas andinas y llaneras existe la costumbre de masticar chimó, y las niñas y los niños lo ven como algo normal.

Texto/ Vanessa Davies
Foto/ María Isabel Batista