Por Werther Sandoval|Árboles talados en Tucacas (Opinión)

A la progresiva invasión de cayos por lancheros sedientos de dinero rápido y la construcción de marinas de hasta mas de 10 pisos de altura en las aguas del Parque Nacional Morrocoy, bien acompañada por el vertido de una lápida de concreto sobre los cangrejos azules que habitaban en el patio frontal del Liceo Bolivariano José Leonardo Chirinos, se unió la tala de los pocos árboles de la especie manglar que brindaban sombra y frescor a quienes caminaban por la avenida principal de Tucacas.

Ninguno de los consultados en el pueblo supo quién cometió este nuevo delito ambiental y mucho menos explicar porqué talaron los pocos manglares que quedaban en la avenida. Lo único que expresaron es que nada extraño tiene tal desafuero en el uso mercantil del Parque, sometido sin desmedro a la invasión de sus cayos por parte de lancheros cargados de turistas intoxicados por una cultura consumista y aplastante de las arenas donde otrora desovaban la tortuga carey y el casi extinto caimán del Caribe.

El solo hecho de haber talado los manglares de la avenida sin informar a nadie, tal como es práctica común en estos actos de deforestación, indica que es el manejo turbio e irrespetuoso el encargado de guiar machetes y motosierras; vale decir, la misma conducta ética que faculta al Municipio Silva e Inparques para autorizar la edificación de marinas en las aguas protegidas del Parque.

Para muestra, basta pararse en El Palito y observar desde esa distancia marinas de hasta 15 pisos construidas en Tucacas, que dejan al pueblo cual Bahía de Cata cualquiera, con su mole de concreto enclavada en un pueblo que, por fisonomía arquitectónica, no debería poseer edificaciones mayores a tres pisos. Indagar en el registro del Municipio Silva cómo fueron otorgados los permisos sería un primer paso para seguir la ruta del dinero, tal como recomienda el periodismo de investigación para averiguar los casos de corrupción.

Y lo peor, no tanto por el daño ecológico directo sino por quiénes y dónde lo cometieron, fue el atropello ejecutado en contra del patio frontal de arenas arboladas y húmedas del Liceo Bolivariano José Leonardo Chirinos, espectáculo que era deleite observar desde la avenida principal de Tucacas.

La vanguardia intelectual, los llamados a formar el nuevo hombre bolivariano, a crear sentido de pertenencia y salvar la especie humana, descargaron una capa de concreto sobre un suelo donde habitaban diversas especies de cangrejos, entre ellas el ya extinto Azul.

Ni a la dirección del plantel, ni al cuerpo docente en ciencias generales, ni al Departamento de Biología se les ocurrió aprovechar esa fuente inagotable de conocimientos para incorporarlo a los programas de estudios y así crear un laboratorio productor de alimentos, en el que se puedan formar a los jóvenes de Tucacas en los valores de solidaridad, honestidad y amor por la Patria. Pero no. Era demasiado pedir. Nada de esto podría estar en la mente de quienes desde ya sientan las bases ideológicas de la corrupción y el atropello a la vida, sin las cuales son imposibles la voracidad pesetera y el lucro inmediato.

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  • Es responsabilidad de la especie humana la construcción y/o destrucción de nuestros espacios para la vida, necesario es ante esta devastadora descripción de la destrucción, tomar acciones asumir responsabilidades q como parte de esta especie nos corresponde. Porque al final la tierra sin nosotros puede vivir mas nosotros sin a tierra no.