Por Marcelo Barros|El compromiso de pensar (Opinión)

La sociedad vive un tiempo de crisis que tiene diversas dimensiones: económica, social, cultural y ecológica. Esa crisis provoca problemas más grandes en países que buscan vivir caminos nuevos. Para salir de eso, hay soluciones que dependen de gobiernos, otras necesitan de un grupo. Sin embargo, en la base de todo, hay una dimensión que toca en la responsabilidad de cada persona: el compromiso de pensar de forma solidaria y amorosa.

Cotidianamente convivimos con un mundo de informaciones que exigen tiempo para digerir. La reacción de las personas es recibir y reproducir la información, sin interiorizarla. Muchos se dejan llevar por formas de pensar superficiales y legitimadoras de injusticias. Para algunos filósofos, como Heidegger, pensar es caminar. Solo puede decir que piensa quien acepta recorrer una estrada de búsqueda y con espíritu abierto. Para eso, es necesario rever certezas adquiridas y poner en cuestión dogmas culturales, religiosos o políticos.

Sobre la tragedia de no pensar por si mismo, en los años 60, Hannah Arendt escribió su libro más famoso: La banalidad del mal. Para la filósofa judía, la verdadera tragedia es que el mal tiene su origen en no pensar. El carrasco nazi Adolf Eichmann mató a miles de personas y exterminó a muchas en los campos de concentración no porque fuera un monstruo o sádico sino porque no pensaba. Decía que solo cumplía ordenes de los superiores, sin preguntar si esas órdenes eran justas y éticas.

También hoy mucha gente renuncia a pensar por si misma y así se deja llevar por una onda de totalitarismo. En la política hay gente que repite lo que escucha y no piensa de forma responsable. En muchos países aún hay luchas entre grupos que se dicen religiosos y condenan a los que no creen.

En el número actual (de enero-febrero), la revista Le Monde des Religions publica una carta geográfica con las regiones donde hay conflictos entre las religiones. En el mundo actual son 17 las guerras en que las religiones se combaten o entran como pretexto para el conflicto.

El fanatismo les impide ver que la diferencia real no está entre personas que creen y las que no creen y si entre quién piensa y quién no piensa.

En los caminos religiosos, los profetas siempre actuaran con fidelidad a sus tradiciones, pero al mismo tiempo haciendo con que cada persona asuma la responsabilidad de pensar. En los evangelios, Jesús afirma: “Yo no vine a destruir la ley, sino llevarla a su perfección” (Mt 5, 18). Al mismo tiempo, dijo: “El sábado fue hecho para el ser humano y no el ser humano para el sábado” (Mc 2, 27).

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