Por Aldemaro Barrios R|Criminalización y corrupción (Opinión)

Las acciones de protestas sociales que se sucedieron durante el Puntofijismo producto de la falta de asistencia de un Estado-Gobierno incapaz de resolver las grandes reivindicaciones sociales siempre recibieron una respuesta discursiva ofensiva, seguida luego por represión policial y violencia indiscriminada, con saldo que alcanza los más de 30 mil víctimas directas e indirectas.

A raíz de las protestas por la situación económica durante el gobierno de Rómulo Betancourt, el discurso del 21 de enero de 1960 es patéticamente “culposo”: “Contra este bandidaje ya no cabían medidas civilizadas. Y por eso se impartieron a las Fuerzas Policiales y a las Fuerzas Armadas de Cooperación (Guardia Nacional) para que dispararan, y no al aire, contra cualquier persona o grupo de personas que se localizase en el momento de lanzar o depositar explosivos(…)” .

Lo mismo ocurrió a lo largo de la historia de ese periodo que tuvo su cenit durante El Caracazo, el entonces diputado Antonio Ledezma (AD) para justificar la represión indiscriminada anunciaba a los medios que los cuerpos de seguridad estaban en la calles “…para repeler cualquier intentona de estos grupúsculos, de estos sectores minoritarios que creen que a fuerza de balazos, que saqueando el comercio, que perturbando la paz, van a quebrantar el hilo constitucional”, cuando el pueblo venezolano se insubordinó contra las medidas económicas del Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Todavía esa doctrina de criminalización pervive en la oposición como un principio discursivo del cual les ha sido difícil deslastrarse, ahora, sus arengas se dimensionan en una instancia más compleja que es necesario analizar y que se cruzan con ese pasado que hoy tiene continuidad en la derecha venezolana.

Todo el tinglado del terrorismo económico actual, valga decir superespeculación, desabastecimiento inducido, contrabando, bachaqueo, etc, que se sustenta en las estrategias de desmoralización, incertidumbre y asedio al proceso bolivariano y al pueblo venezolano encuentra caldo de cultivo en el tema de la corrupción administrativa y para lo cual deben generarse mecanismos desde todos los ámbitos para luchar contra ese “virus” contaminante.

El bachaqueo que es una suerte de “socialización” de la corrupción que golpea fuertemente las medidas de abastecimiento alimentario accesible que el Gobierno ha implantado, pero que además funciona como el veneno que se le aplica al insecto bachaco que en vez de morir, mata a sus propios congéneres especialmente a las hembras del bachaco, es un fenómeno que debe estudiarse para aplicar correctivos. Cierto que en ese fenómeno actúan mafias y actores político-económicos ocultos, que deben ser neutralizados por la vía de la inteligencia policial y social pero también por un manejo de la percepción pública en la lucha contra la corrupción que debe desarrollar el Gobierno Bolivariano en corresponsabilidad con las acciones de la base social como primer frente de lucha.

Se trata de abonar a la lucha por la transformación social para desarrollar mecanismos desde la base social en correspondencia con la gestión del Alto Gobierno y no solamente desde arriba hacia abajo. No olvidemos que estamos bajo la mira de la estrategia imperial decretada, por lo que tenemos que entender las tácticas oposicionistas del “todo” en ese ámbito geopolítico internacional.

venezuelared@gmail.com