Decía Ludovico Silva en su libro El sueño insomne que la educación y la religión son “…dos instrumentos de gran poder que, utilizados antaño por un imperio como formas inmateriales de colonización y, por tanto, como justificación ideal de la colonización material, abrieron el camino y dejaron la puerta abierta a la acción recolonizadora”. Esto apunta que de alguna u otra forma no hemos superado el proceso de colonización que se vivió y se vive en nuestro continente; son estas las herramientas favoritas del capitalismo para perpetuarse como hasta ahora lo ha hecho, y junto a los medios de comunicación, resultan las formas mas efectivas para seguir reproduciendo exactamente lo mismo que nos condena.
En pleno siglo XXI, año 2016, se sigue permitiendo en las escuelas la entrada a sectas de adoctrinamiento cristiano y el adoctrinamiento es un asunto delicado. Tanto la educación como la religión lo manejan con tal sutileza que incluso llega a pasar desapercibido. Cómo a través de imágenes, canciones y videos llamativos o una dramatización con música y hasta coreografía difunden la idea de que el ser homosexual es obra del “Demonio”, símbolo de perversión, exigiendo la “normalización de esos poseídos”; cómo con estrategias aparentemente “inocentes” son capaces de instaurar en la mente de nuestros niñas y niños fanatismo y control de sus cuerpos, identidades, orientaciones y expresiones sexuales y/o género, según las normas establecidas por Occidente. Estas prácticas son ejercidas por varias sectas cristianas y que existan escuelas de todos los niveles funcionando en muchas partes de Venezuela bajo las ideas de estas sectas religiosas es de preocuparse.
Estas se han encargado no solo de promover e instaurar la entrega a Cristo cual esclavos, principalmente exigiendo diezmos para enriquecer al Pastor, sino también del cumplimiento irrestricto de sus propias interpretaciones de la Biblia como dictamen único y absoluto. Un despliegue enorme de niñas, niños, jóvenes, adultos en todas partes llevan mensajes de sumisión, homofobia, rechazo absoluto a otras creencias, intolerancia, machismo, ceguera e ignorancia en nombre de Dios y de Cristo.
La juventud, la gente en general digiere esto fácilmente, un cristianismo “ligero”, y es que esta no superación de lo ya establecido pareciese irrefrenable; ahora se están apoderando de las aulas de clases sumado al desconocimiento y miedo que tienen muchas y muchos docentes en abordar especialmente el tema de la sexo-diversidad; cabe preguntarse si nos atreveremos algún día a tener ese mismo nivel de dedicación y entrega que tienen quienes integran esas sectas para abocarnos a la tarea de transformar esa educación errada y mal enfocada en una educación fundamentada en el entendimiento, la igualdad, la equidad y la tolerancia.